CULTURA
A Puerto Escondido…paraíso escondido bajo una palapa

Por Fernando Zúñiga //
Llegué a Santa María Huatulco hace 45 años. El viaje desde Oaxaca capital era medio tortuoso a través de la sierra, curvas infinitas, cerradas, había que tomarlas por el carril contrario en caso de encontrarte de frente con un tráiler (saqueando la madera) frecuentes sobre todo por la noche (¿pa burlar la vigilancia?).
Las poblaciones de la costa oaxaqueña eran en su mayoría bohíos de pescadores, calles de arena, servicios básicos limitados. En la playa solo una palapa rústica donde comía como en el paraíso mítico; pescados, maíz, frutas y verduras casi hechas a mano y cocinadas por manos vírgenes.
Yo había cogido una tifoidea un par de días antes. Las típicas reacciones a la hora casi exacta cada día.
Renté una hamaca en una palapa abierta a la orilla del mar y me duchaba con agua de pozo al mediodía para aprovechar el calentador del sol después de zambullirme en el mar.
Una de esas ocasiones de fiebre delirante al caer la tarde me visitó una chica huatulqueña que percibí como un ángel entre mi alucinación. Estuvo a mi lado escuchando mi delirio, quien sabe que cosas dije, me ponía compresas de hielo envuelto en un paliacate en la frente y otras partes de mi cuerpo. Cuando pasó el trance febril ya no la encontré a mi lado.
Al día siguiente un chico lugareño me pidió que lo siguiera rumbo al cerro que bordeaba la bahía. Caminamos un par de Km por un camino angosto abovedado por la verdura de la alta vegetación tropical. La luz solar se filtraba como por una persiana. Los aromas, los colores y los sonidos parecían escenario preámbulo a mi fiebre vespertina. Atrás el rumor del mar.
La casa de Eduardo Mauricio se asentaba en un claro de la exuberante selva costeña. Era un terraplén bellamente cultivado: césped muy bien cuidado; arbustos; cuachalalate, cirgüelo, palo de arco, papelillo, palo iguanero, pochote, pánicua, hincha huevos; flores, un estanque natural con peces de colores infinitos, un angosto arroyo que descendía desde la altura y cruzaba el espacio como si fuera pintado por algún artista japonés del siglo XV.
La casa era en sí un paraíso de manufactura humana. Materiales de la región; madera, piedra, plantas, piso de tierra apisonada, luz natural, agua corriendo por entre las hamacas, peces saltando por entre las hamacas, flores, las aves que la cruzaban de lado a lado con la confianza del huésped libre, la ducha al aire libre con agua en caída libre de los arroyos alteños, el polen, las mariposas, las lagartijas, las luciérnagas, las chicharras post lluvia, la lluvia, libres por la casa….su propia casa.
Y…..la espectacular vista del mar Pacifico en todo su horizonte.
Pasé en casa de EM mi convalecencia.
Los otros habitantes del mini paraíso de EM eran:
1.- Yadira(29): cubana, 1.60 m., ex guerrillera anticastrista, velocista, poeta….escultural.
2.- Brunhilde (27): alemana, 1.75 m., lingüista, Lic. en Arquitectura, propietaria de una boutique de modas en Dusseldorf….bellísima.
3.- Rosa(25): huatulqueña, 1.65 m., lectora apasionada y musicófila, nieta de la principal yerbera de la región; hija del premio nacional de baile regional (su padre) y madre Cocinera Mayor de la costa oaxaqueña….escultural y bellísima.
Eduardo Mauricio había decidido alejarse de la “civilización”. Su padre lo quería “cultivar” para la presidencia de su país natal. Su madre pensaba distinto. Su madre cultivaba la poesía. Desde pequeño era el hijo más apegado a su madre. Sus hermanos y hermanas siguieron el camino del arte: José la música, Consuelo la danza, Arturo el cine, Emilio la arquitectura.
El padre de Eduardo Mauricio había sido Secretario de Estado en una década fatídica para América Latina. Había acumulado una riqueza que el mismo Eduardo Mauricio cuestionaba. En su familia nunca se habló al respecto. La vergüenza se llevaba bajo la piel, como una vacuna, detrás del brillo de las pupilas, en el asiento (la borra) del café o en la última etapa del aroma del perfume…o en la mirada baja, esquiva, de los compañeros de escuela.
Eduardo Mauricio, Brunhilde, Yadira y Rosa llevaban 3 años viviendo en comunidad.
Nadaban en la pequeña y oculta bahía al pie de la hondonada de la casa. Era un espacio ajeno a salvo de la vista de cualquier otro ser humano. Salvo a los observadores del espacio sideral.
B…la corrección de sus escritos y la transcripción a otro idioma, lo cual ayudaba a Eduardo Mauricio a escuchar sus historias desde otra cosmovisión, Valkirias recogiendo a los muertos en batalla…calor, calor…
Y…vitalidad: músculos, cuerpo, vigor, sudor, riesgo, calor, nadar varios Km. en mar abierto, trotar…..fuegosolcantoyambalá…calor…calor…inspirar, sentir, disfrutar y trasmitir la música de su cuerpo…
R…paraíso, maíz, chile, mezcal, cacao, olores, colores, sabores, aromas, formas, sutil, ancestros, iguanabuhoaguilapeyoteniñodioscopal…calor…calor…calor…
Asistí a sus rituales, sencillos, silenciosos, naturales, en la arena junto al mar, al crepúsculo, al natural, sol, brisa, adoración, sin falsos o adoptados dioses, gurús, choros, filosofías, rollos, religiones o pseudo religiones, cursos, talleres, conferencias, diplomados, maestrías, doctorados, conceptos, aprendizajes, des-aprendizajes, bla bla bla…
Eduardo Mauricio había “aparejado” con B., Y., y R. durante estos 2 años previos a mi huespedidad.
Los 4; EM, R, B, y Y habían llegado a la final y feliz conclusión que EM y Y eran la relación…..todos la apoyaban.
Los sabios cuidados naturales de Rosa me aliviaron pronto y con la guía atlética de Yadira estuve como recién afinado para proseguir mi viaje.
Me despedí de ellos después de una reunión en la pequeña bahía donde bebimos (B), bailamos (Y), comimos (R), evento que habían preparado a conciencia durante una semana previa.
B: Liebefraumilch (leche de la mujer amada), su violín, su voz de lejanas tierras…Valkiriadelosvivos…calor de nieves fluyentes…
Y: Son y baile en la costa frente a las aguas color esmeralda de la playa… raíz trasplantada que da frutos en suelo extraño…
R: Iguana y camarones en mole, tortillas, nopales con chapulines, quesillos…jiotilla, chilacayota, téjate, chileajo, mamey, chicozapote….su danza-mágico-religiosa…
La costa oaxaqueña: sol y brisa, sazonada por el tiempo.
FZG GUADALAJARA VIIII/2016