OPINIÓN
Adiós a la chancla: Habrá castigo para quien castigue

Educación, por Isabel Venegas //
La disciplina como un código de ordenamiento, significa la continuidad de un programa de acción en el que el objetivo es claro, y las metas quedan bien establecidas.
Por estos días, en la mayoría de las escuelas públicas se están llevando a cabo las reuniones de padres de familia para la entrega de calificaciones del primer periodo del ciclo escolar. Ya puedes imaginar la escena de papás y tutores sorprendidos porque no entienden cómo es que su niño sacó tan malos resultados, y enfrente los profesores desahogando la frustración de tres meses de trabajo en las aulas.
Muchos de esos maestros se ven tratando de ayudar, asesorar u orientar a los padres que dicen: ¡es que ya no sé qué hacer!, sobre todo si se sitúa en el espacio de educación básica, ni se diga en secundaria donde siguen siendo menores de edad, pero parece (para muchos papás) que sus hijos han crecido al punto que le tienen que pedir permiso para ir a hablar con sus docentes.
Hace casi 20 años, cuando yo daba mis primeras clases de matemáticas en secundaria en el Colegio Vallarta, una mamá se me acercó para preguntarme literalmente: Maestra, por favor dígame -¿Cómo hago para castigar a mi hijo? No hay nada con lo que yo lo pueda hacer que se porte bien-. Desde entonces me quedaba claro que los niños requieren un trato diferenciado y que a medida de irlos conociendo entiendes si necesita una motivación, un premio, o por el contrario orientar hacia el establecimiento de límites y del manejo del autocontrol. Al igual que la crítica a los libros de autoayuda, la receta no puede ser genérica.
En los años siguientes y con el auge de las redes sociales, vino una ola mediática en contra de la formación punitiva, de la aplicación del castigo. La chancla, el pellizco, el cinturonazo, el jalón de orejas,…, nada justificaba una agresión a la persona por encima de sus derechos como tal, máxime cuando es indefenso, un menor. No estamos hablando de aquellos que violentan nada más porque sí, que tienen un desorden mental y cuyo conflicto emocional los lleva a ofender y a violentar a cualquiera que se les atraviese (desde sus compañeros en la oficina, un desconocido en la calle, el amor de su vida, o sus hijos) ¡No, esa es otra cosa! se parece, se interrelaciona, pero no es, así que de ello hablaremos después.
La buena crianza implicó para muchos un choque cognitivo ¿Cómo le hago? Era tanto individual como colectivo porque cuando un cambio paradigmático de tal magnitud acecha, lo mejor es buscar un referente cercano que me permita afianzar que lo que yo creo está bien. Hace treinta o cuarenta años alguien decía “en Estados Unidos los hijos pueden demandar a sus padres si los castigan o les pegan, -a lo que otra comadre contestaba- por eso están, como están, todos locos”. Rosa Barocio, en su libro “Disciplina con amor”, cita:
«La prisa, la tecnología y tanta información en torno a la educación han afectado la confianza natural de todo padre para educar al hijo. Ante el miedo a lastimar o parecer autoritario, se tornan inseguros y consentidores, y el hijo, aún inmaduro, aprovecha y toma la delantera.»
El debate que se suele dar en las redes (más caricaturizado que con contenido), suele abordar el tema desde la necesidad de imponer límites, de marcar líneas de autoridad, de recuperar un esquema de valores, y justifica lo bien que estamos la generación que fuimos formados a base de la chancla y el castigo; sin embargo debemos analizar unos puntos en torno a la generación “X”:
-
Son las personas nacidas a mediados de los 60 y 80s; generación puente entre los “baby boomers” (1946 y 1964) y los “millenials”
-
Carece de una identidad que atienda la problemática propia; se dice que son la última generación en haber sido castigada por sus padres, pero la primera en serla por sus hijos.
-
Es una generación que cuestiona la figura de autoridad de manera natural, según un documento de la American Management Association.
-
Un conflicto con la imagen de autoridad que en gran parte se debió a la rigidez de sus antecesores, derivó en un esquema de vida mucho más individualista, una implicación que tiene qué ver con la depreciación a las instituciones.
En el Senado de la República desde abril de este año, se promovió una moción que ya fue dictaminada por la comisión de los derechos de la niñez y la adolescencia, para modificar el artículo 44, que a la letra dice: Corresponde a quienes ejerzan la patria potestad, tutela o guarda y custodia de niñas, niños y adolescentes, la obligación primordial de proporcionar, dentro de sus posibilidades y medios económicos, las condiciones de vida suficientes para su sano desarrollo. Las autoridades federales, de las entidades federativas, municipales y de las demarcaciones territoriales de la Ciudad de México, en el ámbito de sus respectivas competencias, coadyuvarán a dicho fin mediante la adopción de las medidas apropiadas.
Al que se añadiría el siguiente párrafo: Queda prohibido el uso del castigo corporal en todos los ámbitos, como método correctivo o disciplinario a niñas, niños o adolescentes.
Esta transformación social para muchos ha sido valiosa en el sentido de recuperar el seno de la familia como el lugar de protección y recreación del ser en plenitud, ese espacio al que puedes recurrir para retomar fuerzas y volver a salir a la vida reconstruido y reconfortado por encontrarte con los seres a los que amas; contrario a los que muchos enfrentaron como un lugar lleno de violencia, golpes, insultos y reclamos, que además se reproduce como un ciclo sin fin.
La Cámara del Senado, diputaciones, las directivas de las grandes empresas y de planteles educativos, etc., son quienes van encaminando la toma de decisiones en el colectivo, y ellos rondan en edades que los ubican entre el conglomerado de generación “X” o “BB”. Mientras subyace un conflicto con la autoridad, son ellos mismos quienes la ejercen y las nuevas generaciones terminan siendo confundidas con la contradicción.
Los nuevos paradigmas nos empujan al pensamiento de la autonomía y la autorregulación. Supondría entonces que los seres humanos podrían convivir de manera mucho más pacífica y ordenada si no se violentara su ser desde los primeros años de vida, pero la brecha generacional ha significado una falta de comunicación con lo cual se ha perdido gran parte de los datos que nos permitirían no caer en el lado opuesto, en el de una anarquía o una orfandad familiar e institucional. Hoy la figura de los padres vivos pero ausentes es determinante en un nuevo colectivo que no sabe del cariño, la compañía y el apoyo materno o paterno, aunque tampoco sabe de la chancla o la mirada fulminante de mamá.
La disciplina como un código de ordenamiento, significa la continuidad de un programa de acción en el que el objetivo es claro, y las metas quedan bien establecidas. Trabajar en la formación de los niños y niñas requiere de esa orientación para que ellos mismos puedan ir definiendo hacia dónde y hasta dónde quieren enfocar sus esfuerzos derivado de priorizar los valores: trabajo, educación, espiritualidad, comunidad, bien social, dinero, ocio, familia etc.
Este es un tema complicado y delicado, pero que debemos ir abordando desde la revisión del día a día. Cada que yo evito tener conflictos al interior de mi hogar y no pongo límites en la formación de mis hijos, soy pieza clave en la construcción de la jungla social en la que cada día nos volvemos más cavernarios y salvajes, pero si por el opuesto quiero enseñarle a fuerza de golpes y ofensas, seguramente también van a terminar replicando con otro más débil, o buscando relaciones insanas que les propicien el “si me pega, es porque me quiere”.
Sabiendo que todos hemos cometido -más, menos- errores en ese sentido, vamos a la recuperación de lo aprendido, y a la formación de una nueva comunidad, más sana, más en paz.
Mat. y M. en C. Isabel Alejandra María Venegas Salazar
E-mail: isa venegas@hotmail.com
CULTURA
El maestro del apocalipsis: László Krasznahorkai, Premio Nobel de Literatura 2025

– Conciencia en la Cultura, por Luis Ignacio Arias
László Krasznahorkai ganó el premio nobel de literatura 2025. El anuncio se realizó el jueves 9 de octubre y la ceremonia de entrega se llevará a cabo el próximo 10 de diciembre en Oslo, Suecia. El premio le fue otorgado “por su fascinante y visionaria obra que, en medio del terror apocalíptico, reafirma el poder del arte”. Así lo dio a conocer la academia en sus redes sociales.
Krasznahorkai de 71 años es el escritor número 123 en recibir el reconcomiendo de la Academia Sueca, el cual consiste en una medalla de oro, un diploma y una suma económica de 11 millones de coronas suecas, equivalente a 1,156,652.86 millones de dólares o 21,517,155.00 pesos.
László Krasznahorkai nació en 1954, en Gyula, una ciudad discreta al sur de Hungría, y desde entonces su vida pareció moverse entre el olvido y el derrumbe. Creció en un entorno de aislamiento y vigilancia, quizás por eso, aprendió temprano a mirar el mundo desde sus grietas. Estudió derecho y letras, pero, como muchos otros, se decidió por la literatura. Durante los años ochenta trabajó como editor y traductor, mientras escribía en silencio, hasta la publicación de Sátántangó en 1985 convirtiéndose desde entonces en una referencia de la literatura húngara.
Su obra se caracteriza por un barroco exagerado y distópico, se mueve entre la esperanza y la decepción en sociedades que han caído en decadencia esperando que llegue un salvador. En su obra, el desastre es el motor de la narración, de la acción; todo el aparente orden se desmorona con el leve toque del cambio. Un elemento nuevo, diferente o incapaz de integrarse trastoca toda la frágil estructura de la realidad que tanto se trata de proteger. No hay dioses o destino a los cuales culpar, es la naturaleza del hombre.
Entre sus libros destacan Sátántangó donde un pueblo devastado por el fin del comunismo es visitado por dos hombres que prometen redimirlos, pero cuya aparición sólo profundiza la miseria y la desconfianza. La historia, de tono bíblico, despliega una crítica feroz a la ilusión de salvación y a la repetición infinita del fracaso colectivo. La melancolía de la resistencia (1989) repite la escena del desastre bajo otra forma: un circo que exhibe una ballena muerta desata el caos en un pueblo que se hunde en el miedo y la violencia, donde el orden social no es más que una ilusión a punto de caer.
En Guerra y guerra (1999), la decadencia se traslada al interior del individuo: un archivero, convencido de haber hallado un manuscrito que contiene la verdad del mundo, viaja a Nueva York para publicarlo en internet, persiguiendo una trascendencia imposible. En Bárbaros, un relato de civilización (2016), un viejo noble regresa a su pueblo buscando reconciliación, y sólo encuentra la indiferencia y la ruina.
Así, de un libro a otro, Krasznahorkai reitera una visión del mundo que se deshace, una humanidad que espera un milagro que nunca llega, y un lenguaje que, en su exceso y su lucidez, se convierte en la última forma posible de resistencia.
Característica de su escritura son sus inusuales frases largas, las cuales pueden abarcar varias páginas. Este estilo crea una sensación de movimiento continuo, como si el lector estuviera dentro del pensamiento del personaje o siguiendo el flujo ininterrumpido de la realidad. Las oraciones parecen avanzar sin pausa, reflejando el caos y la confusión de los mundos que describe. Algo similar ocurre en los libros de José Saramago, quien también usa frases extensas y pocos signos de puntuación.
Sin embargo, mientras Saramago lo hace para dar un tono más cercano, conversacional y humano a sus historias, Krasznahorkai lleva esa técnica a un extremo más intenso, sus frases buscan envolver al lector en una especie de trance, haciéndolo sentir el peso del tiempo, la desesperanza y la vulnerabilidad que hay en sus personajes. Krasznahorkai, utiliza esta escritura extensa, profunda e incluso caótica para mostrar cómo el mundo se desmorona en el interior de sus personajes.
Krasznahorkai se nutre del trabajo de Kafka, así como de Bernhard Shaw, entre otros. Los sistemas opresivos, burocratizados y deshumanizados de Kafka, también se encuentran la obra de Krasznahorkai. Un esfuerzo desesperado por mantener un orden impuesto que se sostiene a base de violencia, aunque salte a la vista el sinsentido de todo.
La influencia de Thomas Bernhard Shaw se percibe sobre todo en la repetición obsesiva y la intensidad de la crítica a la estupidez humana. Al igual que Shaw, construye frases que vuelven sobre sí mismas, amplificando la frustración y la ironía ante un mundo que parece condenado a la mediocridad y al fracaso. Esta técnica genera un ritmo casi hipnótico que refleja la obsesión de sus personajes y la imposibilidad de escapar de su entorno, convirtiendo la repetición en un instrumento tanto de tensión narrativa como de reflexión filosófica.
Con la premiación de Krasznahorkai la academia parece haber dado con la tecla este año. La crítica comparte el merecimiento artístico y social del autor, y además se da difusión a la obra de un escritor no tan conocido entre el grueso de los lectores. Esto contrasta con otros años, en los que las premiaciones han generado desacuerdos y polémica, tanto en el interior de la propia academia como con la crítica, como ocurrió en 2004, con la escritora Elfriede Jelinek, en 2016 con el cantante y compositor Bob Dylan o 2022 con la también escritora Annie Ernaux.
NACIONALES
Adaptarse o desaparecer: La abogacía en tiempos de reformas

– A título personal, por Armando Morquecho Camacho
Durante la Revolución Industrial, la humanidad experimentó un cambio sin precedentes que reconfiguró por completo la estructura social y económica. En un proceso de transformación masiva, la máquina de vapor y el telar mecánico sustituyeron a la mano del artesano, sentenciando la producción manual y el inicio de la mecanización a gran escala. Esta transición no solo cambió las herramientas de trabajo, sino que también desplazó al taller, que cedió su lugar a la fábrica como nuevo epicentro de la producción y la vida social.
Este turbulento periodo dividió a la sociedad en dos bandos: algunos se resistieron al cambio, aferrándose al pasado por miedo o nostalgia, lo que a menudo dio como resultado un desempleo masivo. Sin embargo, otros entendieron que la supervivencia dependía de la capacidad de aprender a trabajar con las nuevas herramientas y de la adaptación a un mundo cada vez más urbano y mecanizado.
La historia fue clara en su veredicto: aquellos que se adaptaron a las nuevas dinámicas industriales y se sumaron a la economía basada en la fábrica, prosperaron; aquellos que no lo hicieron, quedaron atrás. Este patrón de cambio tecnológico y adaptación social se ha repetido a lo largo de la historia moderna, desde la era de la electricidad hasta la actualidad.
Hoy, el derecho mexicano atraviesa una transformación comparable. Las reformas judiciales federales y estatales, junto con los cambios en la Ley de Amparo, están reconfigurando tanto las bases, como las reglas no escritas del ejercicio profesional. Por ello, hasta cierto punto resulta normal que muchos abogados vean en estas reformas una amenaza, y no sin razón: el proceso de adaptación y el proceso de construcción de relaciones en el sistema anterior fue arduo. Pero ese tiempo terminó y hoy estos procesos tendrán que empezar de cero.
En ese tenor, la abogacía mexicana enfrenta hoy una disyuntiva: adaptarse o desaparecer. No se trata de una elección estética ni de una cuestión de gusto; es una exigencia profesional, que obligará, especialmente a las nuevas generaciones, a aprender a moverse en un entorno totalmente distinto en el que la propia dinámica y/o relación abogado – juzgador, tendrá otras dimensiones y además, se desarrollará en un contexto politizado que exigirá del abogado algo más que conocimientos técnicos.
No obstante a esto, tampoco se debe dejar pasar desapercibido que ante todos estos cambios, adaptarse no implica renunciar a la esencia de la profesión. Al contrario, significa entender que el derecho es una disciplina viva, en constante evolución, por lo que las reformas no deben verse como obstáculos, sino herramientas que exigen una nueva forma de pensar y ejercer, que a su vez demanda abogados capaces de aprovechar los cambios, de comprender la lógica de los nuevos procesos y de orientar su práctica hacia la eficiencia, la claridad y la resolución efectiva de los conflictos.
La historia de la profesión muestra que cada reforma, lejos de ser una amenaza, ha sido una oportunidad para redefinir el sentido del derecho y su respectivo ejercicio. Quienes en el pasado comprendieron sus respectivos cambios abrieron caminos nuevos. Así será ahora.
Las reformas podrán ser controversiales, pero en este punto, el entorno exige templanza, dejar de rasgarse las vestiduras, y comenzar a analizar un nuevo sistema con aristas que pueden convertirse en un terreno fértil para renovar la práctica, fortalecer el Estado de derecho y reconstruir la confianza ciudadana en la justicia desde el propio ejercicio de la profesión.
El camino hacia estos cambios tan profundos, como es natural, no estará exento de retos y obstáculos significativos. El más notable reside en que la dinámica histórica de las relaciones de poder y su consabida influencia en el curso de los litigios —una constante que siempre ha moldeado el sistema judicial— se ha reconfigurado totalmente.
En la práctica, esto significa que las viejas inercias y el peso de las influencias tradicionales pierden terreno frente a nuevos actores y mecanismos de participación. Por lo tanto, el abogado de esta era de reformas deberá ser mucho más que un simple técnico del derecho. Su labor exigirá la combinación magistral de la técnica jurídica con una visión estratégica y anticipatoria, que le permita no solo navegar el nuevo sistema, sino también incidir en él.
Pero, lo más importante, deberá entenderse a sí mismo como un nuevo actor político dentro de este entorno emergente. Esto implica una conciencia más profunda de su rol social, ya que su actuación no solo afectará el resultado de un caso, sino que también influirá en la legitimidad y la confianza del público en el nuevo sistema de justicia. El abogado deberá desarrollar una capacidad renovada para identificar dónde reside el poder en el litigio moderno —que ahora puede manifestarse a través de la opinión pública — y utilizarlo de manera efectiva para servir a los intereses de sus representados.
Ya no bastará con conocer la ley; será necesario comprender su aplicación en un entorno dinámico, más político y probablemente, más histriónico. Por eso, aquellos que se adapten a tiempo encontrarán en esta transición una oportunidad para consolidarse como referentes. Mientras que se nieguen, se irán quedando al margen, sostenidos sólo por una inercia de la política en torno a estas reformas que pronto perderá fuerza.
Adaptarse, al final, es un acto de inteligencia. Supone aceptar que el derecho, como la sociedad que lo genera, no es estático. Cambia, se renueva y exige a sus intérpretes moverse con él. Quien entienda esto no verá las reformas como una pérdida, sino como una invitación a evolucionar. Pero en esta nueva era, resistirse es una forma lenta de desaparecer.
Quien abrace el cambio con rigor y con ética no solo sobrevivirá: tendrá la oportunidad de definir el futuro de la abogacía mexicana y de dejar, en esa transformación, una huella duradera. La historia lo ha dicho muchas veces: evolucionar no es traicionar el pasado, es honrarlo al hacerlo trascender.
JALISCO
La reforma judicial en batalla partidista

– Luchas Sociales, por Mónica Ortiz
La aprobación de la reforma judicial para nuestra entidad federativa está estancada en Jalisco. Recordemos que la reforma judicial federal en México, aprobada en 2024, se concentró principalmente en convertir la elección de los juzgadores, la estructura y el funcionamiento del Poder Judicial de la Federación, con la supuesta intención del partido en el poder de volverlo ‘cercano al pueblo’ y menos susceptible a intereses políticos.
Sin embargo, y gracias a la elección popular, hoy ya vemos los resultados en casos documentados de la falta de preparación y carrera judicial, y de los intereses políticos volcados hacia quienes ostentan el poder político en el país. No existe un cambio favorable, sino un retroceso. En fin, esa es una historia en curso, y en Jalisco habrá que escribir nuestra propia historia y cuidar de nuestro Poder Judicial.
En este sentido, el Congreso del Estado, órgano legislativo que por obligación constitucional debe ver por el bien de Jalisco, se encuentra actualmente entrampado por la política y los colores partidistas en la discusión de la aprobación de la reforma judicial; aunque la reforma entrará a sus cambios de votación hasta el año 2027, es importante que se avance en su proceso legislativo. El objetivo de la fracción del partido Morena y sus aliados es que la reforma pase igual que la federal, sin muchos cambios a la que ya fue aprobada y propuesta por el Poder Ejecutivo Federal.
Las oposiciones buscan cambiar la esencia de la elección popular; que, aunque sea popular, se le tenga el cuidado quirúrgico de asegurar que las personas que aspiren a dichos cargos sean aptas para desempeñarlos en todos los aspectos. Al final, es un tema muy preocupante que ya se está evidenciando en la elección federal ya concretada.
Lo que sucede en el Congreso de Jalisco es que cada bancada defenderá los intereses de su partido y, al no existir una mayoría absoluta que logre aprobar la reforma dentro de los estándares que sus intereses de partido les ordenan, el tema está en una discusión parlamentaria; esto resulta preocupante, ya que, al parecer, invariablemente se aprobará desde lo político y no desde un proceso legislativo de estudio profundo y análisis a todas las propuestas de armonización ya presentadas, lo que impediría elaborar la mejor reforma judicial para Jalisco.
El objetivo debería ser que, no obstante, de traer jueces por elección popular, eliminar las preocupaciones sobre la nueva integración del Poder Judicial, fundamentadas en el riesgo de que personas sin experiencia accedan a los cargos de jueces y magistrados, lo que al final solo crearía una brecha entre la impartición de justicia y los derechos de los ciudadanos.
Habrá que observar si, aun escuchando las mejores propuestas de armonización de esta reforma y con la oportunidad de sacar lo mejor para nuestra sociedad jalisciense, se despolitizará este tema y la legislación de la Reforma. Las propuestas de armonización para la reforma judicial en Jalisco han sido presentadas por diversas fuerzas políticas e instituciones, buscando la mejor adaptación a la reforma federal a la entidad, con un enfoque cien por ciento garantista en la idoneidad profesional de los juzgadores a pesar de la elección popular. El proceso de armonización de la reforma judicial federal en Jalisco se centró en varias propuestas clave presentadas al Congreso a principios de 2025.
La iniciativa más notable, la «Reforma Judicial al estilo Jalisco», fue presentada por el Gobernador Pablo Lemus (coordinada por Arturo Zamora Jiménez) el 25 de febrero de 2025, buscando priorizar el perfil técnico sobre el político. Casi simultáneamente, el Poder Judicial de Jalisco presentó su propia iniciativa alrededor del 26 de febrero, y los Grupos Parlamentarios del PAN y del PRI hicieron lo propio a finales de enero y febrero de 2025, respectivamente, con el consenso de establecer filtros rigurosos y evaluaciones obligatorias, subrayando la necesidad de un proceso legislativo que comenzó formalmente en enero para contrarrestar el riesgo de politización en el Poder Judicial del estado.
Aun con los esfuerzos para que el Poder Legislativo trabaje en favor de la sociedad jalisciense, se corre el riesgo de que la política partidista y los intereses meramente políticos se impongan, resultando en una simple copia de la reforma judicial federal.
Si la bancada morenista logra unir a ciertos sectores del Congreso a su encomienda política, el intento por construir un Poder Judicial con enfoque realista será en vano, y se votará lo que el partido en el poder federal busca en cada entidad.
Para quienes conocemos el litigio, esto representa un daño irreparable y un riesgo mortal para la imparcialidad de la justicia. El problema no es la elección popular, sino la falta de filtros necesarios para garantizar que accedan personas adecuadas. Pasar de un Poder Judicial cuyos intereses políticos se gestionaban solo desde el Consejo, a uno tomado desde cada juzgado y magistratura, es politizar la entraña misma del poder que los ciudadanos tienen para ejercer sus derechos y acceder a la justicia.
NACIONALES
La paradoja del poder

– Opinión, por Luis Manuel Robles Naya
El evento realizado en el Zócalo de la Ciudad de México con motivo del primer año de gobierno de Claudia Sheinbaum reveló que el viejo corporativismo priista ya está en manos de ella. El SNTE, la CROC, CATEM, el Congreso del Trabajo, ferrocarrileros y otros se hicieron presentes con las mismas formas de mostrar su adhesión, acarreos, carteles y mantas anunciando su presencia.
Esto no es consecuencia de una operación política como pudiera pensarse, sino de la simple alineación con el poder, dando lugar a la paradoja de un gobierno que tiende a parecerse a lo que tanto se opuso. Sin embargo, parecerse no es igual a ser y todo apunta a que esta será una mala copia de lo que fue el PRI. Se han apropiado de las formas y los modos para la representación escenográfica y han llevado a su máxima expresión la colusión entre política y negocios, así como también la tolerancia y encubrimiento.
Esto último se justifica en un régimen que se ufana de estar construyendo un segundo piso de un movimiento con principios fundacionales como la austeridad, la honestidad, el no abuso del poder y nunca un gobierno o funcionarios ricos con pueblo pobre. Exhibir y castigar a notables miembros de dicho movimiento evidenciaría la traición temprana a esos principios apenas en los albores del ejercicio gubernamental.
Molesta en demasía a la señora presidente que los medios exhiban las cada vez más frecuentes desviaciones y el enriquecimiento de que hacen gala los notables del movimiento, por el desprestigio que acarrea, pero la dureza con que se dirige a los medios no la utiliza para corregir a los suyos, a ellos sólo leves sugerencias para que se oculten, que no hagan ostentación y hace lo que puede para que el movimiento no se le deshaga.
Es pues un proyecto en construcción, pero con bases débiles por el mesianismo de su origen y la fragilidad de sus cuadros, escasos y con pocas luces intelectuales, salvo contadas excepciones, pero como lo han demostrado, con gran ambición.
En la acumulación de poder alrededor del presidente si se parecen mucho al viejo PRI, sin embargo, en el antiguo régimen el poder presidencial era absoluto y no como ahora que las lealtades se dividen entre Palenque y Palacio. En el pasado, el partido en el gobierno era un instrumento del presidente para premiar y castigar según fuera necesario, era el partido del presidente y por ahora no se ve que Morena lo sea.
Morena será, así se perfila, el aparato electoral para conservar el poder, pero no queda claro quien habrá de ejercerlo. A la presidente Sheinbaum le regatean sus decisiones desde adentro, y ella pierde tiempo tratando de conservar vivo el movimiento y contentas a sus bases.
Es evidente que la unidad es frágil y que ya hay corrientes definidas al interior del movimiento y por ello, fácil es predecir que el año electoral no será un paseo por el parque para la presidente, sin olvidar que el naciente corporativismo no tardará en exigir cuotas con la predecible renuencia de los fundadores y militantes activos.
La concentración masiva conseguida para celebrar el aniversario, aunada a la popularidad y aceptación que muestran las encuestas hacen ver que la presidente ya pudiera contar con una base propia lo suficientemente fuerte para imponer su autoridad y jerarquía por encima de grupos y corrientes domésticas, pero es difícil verlo sin que aparente un rompimiento con su antecesor y guía moral del movimiento.
Ella ha dicho que no habrá de romper y que hay identificación de principios y objetivos, pero en la práctica política mexicana, donde el presidencialismo es absoluto, requerirá de mucha habilidad para navegar entre las aguas de la lealtad y el ejercicio de la responsabilidad. Finalmente, la responsabilidad es suya y la inestabilidad política es un lujo que no se puede permitir.
El país está metido en un hoyo financiero que no le permite crecer, la herencia política tampoco pues los frenos que tiene el crecimiento derivan de las reformas diseñadas por el antecesor que ella ha mantenido asumiendo los costos. Está consciente de que necesita inversión productiva y ésta no llegará sin antes ver si hay confiabilidad en el nuevo e inexperto poder judicial, sin antes cerciorarse de que el Estado de Derecho rige y la criminalidad disminuye y el mercado laboral deja de estar dominado por la informalidad.
Son demasiados problemas que se suman a la necesidad de complacer a Donald Trump. La paradoja que esto encierra es que nunca nadie tuvo tanto poder institucionalizado como la presidente, sin embargo de poco le sirve ante los dos fantasmas, el del norte y el de Palenque.
Sin un golpe de autoridad y sin consolidar la fuerza propia que ha demostrado tener, el año electoral puede resultar desastroso.