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OPINIÓN

Las patronas y las señoras, una lucha de poder

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Educación, por Isabel Venegas //

Vivir en sociedad tiene un encanto lleno de contradicciones; es maravilloso contar con la cercanía, la colaboración del otro, escuchar y expresar cosas que a veces encantan, aunque otras tantas lastiman. Las palabras están llenas de connotaciones que muchas veces suelen perder fronteras y otras tantas transmutan sin que nos demos mucha cuenta, aunque en ocasiones retornan mágicamente a su lugar de origen.

Palabras como “sirviente” (es más común el uso de sirvienta) de principio hace pensar en alguien que realiza un servicio en general. La Real Academia de la Lengua lo define como: persona que sirve como criado; al identificar el sinónimo de “servidor” se puede significar a sí mismo (por ejemplo, quedo como su atento y seguro servidor), o incluso como artefacto para almacenar información digital. Servidor, es calificativo y sustantivo. Nos dice qué y nos dicen quién.

Criada, muchacha, fámula, doncella, ama de casa, moza, doméstica, mucama, chacha, gata, son sinónimos de la misma figura, pero que se desgastan rápidamente porque parece más fácil cambiar de término que de forma de actuación.

Son las patronas más delicadas, las que pagan menos y exigen más. Te tienen ahí sin saber a qué hora te puedes retirar, a veces simplemente se les olvida que van a llegar tarde, como si uno no tuviera hijos o pendientes qué hacer…Yo llevo mi lonche, pero la mayoría de las veces no me puedo sentar a comer porque no me dejan. En realidad tengo cinco patrones que sólo gritan y piden que se les atienda en el momento” Josefa García, empleada doméstica con más de treinta años de servicio.

En un país como el nuestro, la discriminación suele disfrazar una serie de carencias, con lo cual se vuelve un factor determinante en un círculo vicioso: cada vez hay más carencias, y sutilmente cada vez hay más discriminación. Los esfuerzos encaminados entonces a erradicarlo se vuelven infructuosos porque solo cambian los términos que se utilizan sin llegar a impactar en la formación ciudadana, en la comprensión y en la empatía social.

Resulta raro escuchar a alguien llamar a su trabajadora del aseo “gata”, pero no es raro ver que los mismos mecanismos se mantienen y justifican: sufrir el acoso de los patrones, el maltrato y en algunos casos con sueldos no mayores a los 80 pesos diarios, el gremio de las mal llamadas sirvientas trabaja sin los beneficios de las prestaciones básicas de ley.

Las vacaciones a las que las “convidan”, con el interés de que sean ellas quienes terminen haciendo la comida o cuidando de los niños, se llena de la benevolencia del “Gracias a mí, la muchacha viajó por primera vez en avión y conoció Disney”, ignorando -a veces conscientemente- que lo que ella quería era viajar a su ciudad natal y estar unos días con su familia. Ese tono de generosidad enmascarada también se acompaña del: con nosotros ella es feliz, porque le “regalamos” la comida y a veces, hasta ropa que nos queda casi nueva.

¿Ha servido de algo dejar de llamarlas “sirvientas” para convertir el término a “trabajadoras del hogar”? Ciertamente la semiótica tiene un impacto en nuestra forma de entendernos y la concepción del mundo en el que nos desplazamos, pero a veces descuidamos otros tantos que mantienen el centro de la actuación, como por ejemplo “señora” o “ama”. Ese término que para muchas mujeres significa una valía como personas, una reputación social.

Hay un coto que se mantiene cerrado, inaccesible e impoluto, el círculo soberano que valida a las personas por su poder, su dinero y a veces, simplemente por un apellido. Se protege y se cierra a la equidad con quienes se encuentran alrededor, con lo cual, no importa cómo se les llame, simplemente no acceden al entendimiento de que viven, sufren, quieren y luchan por vivir con la misma o quizá con tanta intensidad como cualquiera.

A propósito de las palabras, el término “Eufemismo” significa: palabra o expresión más suave o decorosa con que se sustituye otra considerada tabú, de mal gusto, grosera o demasiado franca, y es que en nuestro país esa manipulación en la terminología nos ha llevado a vivir situaciones que forman parte de la descomposición social, porque el desánimo se agrava; una vez que ya habíamos abordado todo esto ¿por qué habríamos de volver a ponerlo sobre la mesa? porque no avanzamos casi nada, dejamos de usar un vocablo y pareció que lo demás vendría por añadidura.

Hay otro término que lacera la vida social, a la vez que mantiene una estrecha relación con el anterior y representa un determinante retroceso en la lucha por los derechos humanos, la igualdad y la sororidad -“prostituta, piruja, putilla, etc”- utilizado en ocasiones para cuestionar el hecho de que una mujer pudiera haber llegado a un lugar, tener una posición social o un puesto laboral.

Si no debiéramos aceptar ese tipo de juicios venidos por parte de los hombres, mucho menos deberíamos deberían existir cuestionamientos así por parte de las “señoras” quienes por tener un apellido, una cartera o la sangre azul, parecieran tener la legitimidad para acceder a un cargo o a una posición por sobre muchas mujeres que se han preparado académica y laboralmente durante toda su vida. Muchas veces han dicho que, en la cruzada por buscar mejores condiciones para las mujeres, son ellas mismas las que quebrantan la credibilidad del movimiento y operan en contra de sus mismos congéneres.

Hace muchos años, casi de mis primeros descubrimientos por la maravilla de internet, encontré un movimiento que decía “Todas somos putas”, y convocaba a trabajar para erradicar la denostación de un término que vulneraba en muchos sentidos a una comunidad que es enjuiciada desde premisas de lo más crueles y desalmadas. Cuando todas somos putas, nos volvemos realmente solidarias con quien sufre y dejamos de hacer una valoración de la persona en función de su toma de decisiones sobre su intimidad y su genitalidad.

El empoderamiento de la mujer debe de ser en función de cómo se hace cargo de sí misma, reflexiona sobre sus anhelos y lucha por ellos desde la igualdad de posibilidades, sin entrar en comparativos ante cualquier otra persona, a no ser por sus talentos y capacidades. Los problemas socio-políticos de nuestro país, se suscriben en gran medida a los niveles de resentimiento entre una clase social que sabe que, no puede acceder a esferas vetadas para ella.

Las campañas políticas basadas en el desaliento, juegan mucho con esa perspectiva: no importa cuánto luches, trabajes, estudies y te esfuerces, no se te va a reconocer, pero ante esa lapidaria afirmación se requeriría de alguien como un mesías o un redentor del sistema, que tendría que venir a gobernar ese mundo de fifís para poner orden y traer “esperanza”, en el grupo social que no se reconoce a sí mismo como el autor de su propia tragedia.

Cuando el presidente de México hace referencia a ese término, el 99% de los mexicanos da un paso para atrás sin asumirse como los seres individualistas, competitivos y egoístas que van consiguiendo avances en sus vidas, pero que suelen validar en la denostación de los demás, ya sea con términos concretos, o con acciones veladas, constantes y sostenidas.

Gatos, putas, huevones, vagos, nacos, chachas, pirujillas, señoras, señores, dueños, empresarios, funcionarios, administradores, todos son México, son los ciudadanos del mundo, somos tu y yo; y debemos reconocer en cada uno su valía, porque si ahí está tu hermano, tu hija o tu pareja, todo se justifica, pero si se sale de ese pequeño círculo, toma el rigor de un juicio que justifica a la vez, el maltrato, la exclusión, la falta de apoyos o el simple incumplimiento a la ley.

Te propongo un ejercicio, vamos esta semana a observar, a abrir los ojos, a identificar por lo menos un trato injusto, inhumano y cruel que se da, pero que parece ser cotidiano. Hagamos visible lo que nos lastima y nos sigue doliendo después de tantos años; criticar al nuevo gobierno no nos exime de asumir una mayor responsabilidad en nuestros modos de convivencia, incluso y sobre todo para aquellos que forman parte de colectivos, de asociaciones, de instituciones de educación, etc.

Hoy por hoy vivimos nuevos tipos de esclavitud y aunque para algunos es muy cómodo adoptar posturas de “patrón”, para la mayoría es preocupante luchar por mantener su privilegio de “libertad”.

 

Mat. y M. en C. Isabel Alejandra María Venegas Salazar

E-mail: isa venegas@hotmail.com

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