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OPINIÓN

El «quinazo» de AMLO

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Por Luis Manuel Robles Naya //

En el pasado reciente, cada presidente de la República ha dado golpes de poder al inicio de su sexenio; Salinas con “La Quina” Hernández Galicia, Zedillo con Raúl Salinas, Fox con el Pemexgate, Peña Nieto con Elba Esther Gordillo y faltaba López Obrador que a pesar de que dice no ser vengativo y que no va a perseguir a nadie, empieza a dar visos de lo contrario.

Cada mañana acusa a sus críticos de oponerse a un cambio que al parecer por decreto ya se dio. Ha habido acusaciones directas contra integrantes de órganos autónomos, medios de comunicación, columnistas, hasta jueces, pero siempre hay un sentido dicotómico en su discurso, es él y su verdad contra todos los que piensan diferente y se atreven a decirlo.

Se han utilizado los medios y recursos del estado para amedrentar y presionar ya sea insinuando conflictos de interés o iniciando averiguaciones de orden fiscal y penal en el más puro sentido represor utilizado en los años de la hegemonía priista.

Tal vez cansado de que a siete meses de iniciado su mandato no se reconozcan los “avances” que sus otros datos indican y reviviendo su vieja tesis del complot, ha empezado a ponerle nombre a “sus adversarios” y a quienes considera están operando en su contra.

Ya sea porque decidió usarlos como distractores de la renuncia de Carlos Urzúa, su Secretario de Hacienda, o porque en realidad quiere ponerles un “estate quieto”, el mismo día de la renuncia se inicia un juicio contra uno de los representantes de esa “mafia del poder”, el abogado Juan Collado, con un expediente que en el prodigioso lapso de un mes se logró su integración, congelar cuentas y obtener la orden de aprehensión, basándose solo en el dicho de un denunciante que dice que detrás de Collado están Carlos Salinas, Enrique Peña Nieto, Francisco Domínguez, gobernador panista de Querétaro y Mauricio Kuri, coordinador de los senadores del PAN en el Congreso.

En política no existen las casualidades y por ello resulta difícil de creer que también en solo un mes se reactiven averiguaciones sobre el caso Odebrecht, se giren órdenes de aprehensión en contra de Emilio Lozoya, y se mencione como involucrados a Enrique Peña y Luis Videgaray, como tampoco es casual que enseguida se giren más órdenes de aprehensión por el caso Agronitrogenados, donde los señalados son los mismos, más Alonso Ancira, dueño de Altos Hornos de México y relacionado con los intereses de la familia Salinas, al igual que sucede con el expediente de la compra con sobreprecio de Fertinal, otra vez señalando a Emilio Lozoya, Videgaray y Peña Nieto.

Otra feliz coincidencia, para esta embestida penal, es que de repente Javier Duarte, ex gobernador de Veracruz, haya recuperado la memoria y empiece a hablar desde el penal en que se encuentra recluido manifestando ser un perseguido político y víctima de truculentas negociaciones y hasta de extorsión por el entonces Secretario de Gobernación Miguel Osorio Chong y el encargado de la Procuraduría General de la República.

Por lo trascendido en medios, no se observa solidez en las carpetas de investigación y en las acusaciones y por lo tanto es posible que avezados abogados obtengan absolución para los indiciados, pero el golpe mediático ya está dado y en el imaginario colectivo ya hay sentencia.

El mensaje ya está enviado y al parecer recibido. Enrique Peña Nieto pasa unas largas vacaciones en España, Emilio Lozoya tiene calidad de prófugo presuntamente radicado en Alemania, Alonso Ancira en libertad condicional en España y un abogado, identificado plenamente con los “machuchones” de la mafia del poder, en prisión preventiva, a la vez que, quien compartía el pan y la sal con el abogado Collado en el momento de su detención, el líder de los trabajadores petroleros, cabecea los trascendidos de expedientes gruesos en su contra.

Con estas señales y acciones la “mafia del poder” empieza a tener nombres y apellidos, además de ser estos, un magnifico distractor mientras la economía se detiene, la inseguridad crece, la guardia nacional cruje ante su ineficiencia administrativa, los agricultores toman las carreteras del país en protesta por los cambios en las políticas de apoyo al campo, el desabasto de medicinas se aproxima, la capacidad del gobierno se debilita por la austeridad indiscriminada, los amparos y acciones de inconstitucionalidad se multiplican, la desconfianza sobre la política económica se fortalece y la inversión productiva se retrae, adicionando además el problema migratorio, la debilidad económica de PEMEX, la amenaza permanente de Donald Trump y la espada de Damocles de las calificadoras internacionales, que pueden, cualquier día rebajar la calidad crediticia de la paraestatal y del país.

Parece ser que el gobierno necesitará más que distractores y golpes de poder para gobernar y convencer de la viabilidad de su proyecto y programas, de los cuales no se ha visto ni la hoja de un organigrama.

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