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OPINIÓN

Pensar en el futuro desde otra visión

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Comuna México, por Benjamín Mora Gómez //

Mi padre siempre me alentó a hacer aquello que parecía difícil, diciéndome “lo imposible NO existe y lo difícil se vuelve fácil al encontrarle el modo”.

Por extraño que parezca, hacer buen gobierno en México es más y más difícil para quien llega a la silla presidencial que se explica por el cúmulo de omisiones y malas decisiones presidenciales que nadie ha enmendado antes ni ahora. Durante la semana que recién terminó, la reforma educativa de Andrés Manuel López Obrador, aprobada por los diputados federales de Morena y sus aliados, me parece que es y será la decisión más torpe y costosa jamás tomada en la historia de México.

La decisión en materia educativa del gobierno de la 4T me parece más grave y de peores consecuencias para México que la venta que Antonio López de Santa Ana hiciera de la mitad del territorio nacional a los Estados Unidos de Norteamérica. Dos López distintos y distantes en el tiempo, unidos por decisiones casi oligofrénicas. Antonio López de Santa Ana cedió ante el gobierno norteamericano como López Obrador lo hace ante la CNTE. En aquel primer ejemplo, el gobierno de México entregó territorios en que vivía unos 50 mil ciudadanos mexicanos; ahora, el gobierno de Andrés Manuel López Obrador niega un mejor futuro a millones de jóvenes mexicanos que hoy y en el futuro estudiarán en México en escuelas públicas.

Esta similitud parece que nadie la mira y quizá, al igual que se juzga de traicionero al vendedor de territorios se juzgue con igual calificativo al vendedor de esperanzas.

Desde pequeño, mi forma de pensar y actuar fue diferente, casi disruptivo, y no por ser resultado de algún berrinche, ni buscando alivio a algo que me molestara; era, más bien, el deseo de encontrar un camino diferente a lo que me sentía obligado seguir, en especial en la escuela. Nunca fui un niño mal educado, ni menos insolente, irrespetuoso, desobediente o impulsivo; simple y llanamente estaba convencido de que todo tiene otras explicaciones y otras maneras de solución. Con el tiempo entendí que soy un hombre en permanente innovación disruptiva.

Quizá todo empezó cuando comprendí que aquello que cambió el destino del ser humano empezó por alguien que se preguntó sobre qué podría haber más allá de la frontera de su mirada que se perdía en el horizonte. Recuerdo una película que vi de niño sobre el viaje de John Hanning Speke al África en que descubrió el nacimiento del río Nilo llegando al lago Victoria; aquella aventura me hizo soñar despierto.

O quizá empecé a ser diferente en el día en que mi papá me invitó a explorar los cerros que rodeaban nuestra casa en Las Tinajas, en Guaymas, Sonora, sin mapa y con pocas reglas, sin brújula y sin agua ni comida, en pleno verano y con el sol en el cenit. Aquella fue nuestra gran aventura… mi gran aventura, en que solo tuvimos dos reglas; la primera fue “lo empiezas y lo terminas”, y la segunda, igualmente importante, arriesga lo justo para no ponerte en peligro”; reglas que aun mantengo en mi vida. Aquella aventura nos llevó unas cuatro horas en que cortamos pitayas para saciar la sed y calmar el hambre, nos quitamos algunas choyas con la ayuda de unas pinzas, encontramos una serpiente coralillo que dejamos seguir su camino, atrapé un camaleón que llevé a casa, aprendí a orientarme con el sol y, quizá lo más importante, aprendí a confiar en que regresaríamos con bien a casa.

Cuando llegamos a casa, y después de cenar, mi papá me invitó a sentarnos en el porche de la casa, de cara a la mar y, tras platicar de nuestra aventura, me dijo: Si quieres que tu vida sea digna de contarse, deberás aventurarte siempre en experiencias que jamás imaginaste tener y para las cuales creíste no estar preparado… si te das cuenta que en verdad no estabas preparado al fracasar, entonces significará que antes perdiste el tiempo; en cambio, si sabes responder a cada reto de forma exitosa, será prueba de que has vivido con acierto y aprendido. Ese día comprendí que si me conformaba con alcanzar la media no pasaría de ser un mediocre.

Hoy, la presiones de la CNTE y cesión de Andrés López Obrador en materia educativa han condenado a México a la medianía de mundo, dejando de lado toda posibilidad de liderar causas y definiciones globales. Hoy, “las fuerzas vivas de la 4T impusieron su mediocridad a las generaciones presente y futuras de jóvenes mexicanos que no pueden ni podrán pagar una educación mejor”. Hoy, la educación de calidad se privatizó en México. El futuro de millones de jóvenes se privatizó.

Cuando escucho a los dirigentes de la CNTE argumentar sus causas, siento que estoy ante quien se sabe mediocre y, al mismo tiempo, temeroso de ser evidenciado en su mendicidad intelectual tras un examen incapaz de aprobar.

La mediocridad campea en casi todos los ámbitos de la 4T pues la debilidad de su carácter les hace bajar el techo de sus aspiraciones al punto de cancelar el gran aeropuerto de México en Texcoco, proscribir la promoción turística y económica de México, segregar a la sociedad civil organizada en su compromiso con los menos favorecidos de México y, al mismo tiempo, igualarse con los delincuentes porque también son pueblo.

Reza un dicho muy mexicano que viene bien al momento: No son lo mismo bacín que jarro, aunque los dos sean de barro, pues mientras en el primero solo caen nuestras vergüenzas, con el segundo podemos beber agua… claro, hay quien come y duerme con delincuentes y los mira como de su familia.

Hubo un tiempo en que se dijo: Pobre de México, tan lejos de Dios y tan cerca de Estados Unidos; hoy podría decirse: Pobre de México, tan lejos de Dios y tan cerrado al mundo”.

E-mail: benja_mora@yahoo.com

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