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CULTURA

A cualquier día de otoño…la fruta de la libertad

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Crónicas de un Trotamundo, por Fernando Zúñiga //

Un día esplendoroso. Cielo intensamente azul sin mancha de nube. Inicios del otoño con la orgía de flores en los árboles y plantas que inundan la ciudad.

El clima de estas tierras de bosques y montañas y la cercanía de un gran lago, acariciaba el ambiente.

Por el aire el vuelo de las aves y desde algunos rincones del campo el trino de los pajarillos de la región. A la distancia el vuelo impasible de la orgullosa águila tan libre como el mismo viento.

Un día digno de saborear junto al mar contemplando el armónico vuelo de las gaviotas y el ritual rasante de los pelicanos, libres como las ondas mismas de la brisa marina, sin rumbo fijo.

Un día para celebrar la vida, el canto de la naturaleza viva. Pensé mientras recorría el camino rodeado de árboles frondosos hacia mi destino. Me divertía el juego de sombras sobre el pavimento. El edificio se vislumbraba recortado contra las montañas no muy lejanas.

Gerson guardó silencio, el silencio de un ser humano recorriendo su más profunda intimidad, un sacro silencio. Su cuerpo inclinado sobre sus piernas y las manos entrelazadas. Teníamos 20 minutos sentados uno frente a otro. Desde mi llegada no habíamos emitido una sola palabra. Solo cruzamos nuestras miradas durante un instante. Su mirada reflejaba la eternidad, su propia eternidad que golpeó brutalmente la mía, mi propia eternidad. Bloquee recorrer mi profunda intimidad.

Sus palabras me llegaron desde algún día soleado en una calle de la ciudad, como fondo los ruidos de los autos y las voces de los peatones con sus propias eternidades. Mundos personales con futuros inéditos, ajenos a la presencia de Gerson.

me iba bien, me alcanzaba para ayudar a mi mamá y a mi hermano menor. Mi madre hacía tiempo que no podía trabajar casi en nada. Durante años su trabajo en un taller de artesanía le dejó una fuerte artritis debido a su manejo del barro húmedo y el fuego. Además el taller estaba expuesto a las inclemencias del clima tanto el verano caliente y húmedo como el crudo frio del invierno…

empecé en un carretón de madera que yo mismo armé y unas cuantas frutas que mi hermano y mi mamá picaban y preparan en bolsitas muy lucidoras, mi botecitos de chile, sal y limones en las afuera de un hospital que quedaba no muy lejos de casa…

unos meses después le compré una bici a un vecino y le acondicioné una tarima para poder llevar más fruta incluso entera y los cuchillos para pelarla y el tambito para los residuos, la basura y otro para agua limpia…

le pude comprar sus medicinas a mi madre y la silla y el bastón para que pudiera trasladarse algo mas allá que la casa. A mi hermano Jonás, lo empecé a llevar a su tratamiento y entrenamiento para niños con Down. Gracias a esto de vez en vez ambos me acompañaban a mi lugar de venta…

mi madre me hizo unos delantales muy atractivos, adornábamos el triciclo según la fiesta en turno; navidad, día de muertos, día del niño, día de la madre, 16 de septiembre. Le puse un espacio para un radio que simulaba una pequeña rockola…

terminé muy rápido mi primaria y secundaria en INEA, hice la prepa los domingos por la mañana, allí conocí a una chica que me gustó, creo que yo también le gustaba pero no me atreví a declarárselo….pensé que más tarde cuando ya tuviera mayores ingresos…

La mirada de Gerson robaba un ínfimo destello al sol de ese día. Un instante, un recuerdo, una eternidad, un pliegue del tiempo, plenitud humana.

acondicioné el triciclo con motor. Ya había seleccionado una calle con mucho más gente cerca de una estación de camiones urbanos y cerca de comercios y oficinas de buen nivel económico…

di el enganche para un terrenito en un mejor lugar del que vivíamos. Le eché un ojo a una camionetita de un vecino, en buen estado para pasear y llevar más fruta y verdura para la venta. Igual me gustó un localito en un lugar muy concurrido, para tortas ahogadas que la jefa preparaba riquísimas…

obtenía mas utilidades porque el marchante me dio descuento y plazo gracias al volumen y buen pago que siempre tuvimos…

ah, la chica que me gustaba se llamaba Gricelda no se si con C o con S nunca le pregunté ni vi su nombre escrito…

un día llegó una persona, bien vestida, saludo amable…. y después de felicitarme por mi puesto y el trato con los clientes me compró casi toda la existencia para una reunión con sus empleados no recuerdo con que motivo me dijo.

al día siguiente y desde la ventanilla de su auto me dejó una tarjeta de presentación y me pidió, por favor lo visitara…

su casa era realmente muy bella. Pensé que me gustaría un día poder darle a mi mamá y a Jonás una igual. También en ese momento pensé en Gricelda…

empecé llevando fruta, ya envasada a muchos puestos callejeros como el mío. Todos ellos repartidos por distintos puntos de la ciudad. La transportaba en una camioneta nuevecita y hasta con su logotipo en los costados. Algunos días hacía hasta dos viajes de reparto. Me pagaba cada semana el doble de lo que yo obtenía con mi venta. Aun los días que por atender a mi mamá y mi hermano yo le avisara que faltaría me lo pagaba normal, que después se lo repusiera…

mi puesto se lo renté a un ex compañero del INEA a cambio de que en sus tiempos libres me ayudara a levantar la casa en el terrenito que ya era mío…

Otra vez una brizna de sol en la mirada de Gerson.

empecé a llevar fruta ya preparada para su venta a poblaciones cercanas en una camioneta con refrigeración. También cajas de fruta para algunas tiendas y pequeños supermercados de los pueblos. Ahora me pagaba el doble de un inicio. Me regaló un auto pequeño, no nuevo pero en excelente estado…

algunos días viajé a otras ciudades no muy retiradas. En esas ocasiones yo llevaba un asistente. Hasta me animé a invitar a mi ex compañero de INEA, pero no pudo por no dejar a su esposa y bebita recién nacida solas…

un día cercano a la navidad me llevó a una colonia que yo desconocía, con casas lujosas, vigilante a la entrada, con jardines bien cuidados algunos con fuente de agua, calles anchas bien pavimentadas….se introdujo en una casa de doble cochera y dos pisos con grandes ventanales hacia el jardín que rodeaba el frente….me invitó a entrar y a recorrerla, ambos en silencio, en su mirada noté orgullo y satisfacción….me palmeó la espalda como en las ocasiones que me daba la noticia de mis nuevos ingresos, incluso me nombraba hijo….a mí no me desagradaba…

por los ventanales de la casa, aquel día de otoño, penetraba la luz blanca del sol y el color de las buganvilias del jardín, recuerdo el canto de los pájaros que se colaba para romper mi silencio….pensé en mamá, en Jonás, en Gricelda….recordé mi primer bici con frutas.

Gerson había iniciado sus estudios de Administración de Empresas y Mercadotecnia por correspondencia. Ávido lector, se proponía escribir una novela sobre el amor y el olvido, sobre los fugaces instantes que se hilan para tejer una vida, una vida de caminos largos y sinuosos, con vientos en contra de nuestros sueños….así me lo describió unos minutos antes de que volviera a guardar silencio e inclinar su cuerpo sobre sus piernas.

Cuando ocasionalmente recorro la carretera y veo a la distancia el reclusorio donde lo entrevisté, observo que el edificio no proyecta sombra alguna sobre el llano donde se asienta, ni aun en los más soleados días del otoño.

FZG

GUADALAJARA Agosto/2019

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