OPINIÓN
365 brincos…¡y aprendiendo!
																								
												
												
											Educación, por Isabel Venegas //
Se termina el 2019 y para muchos hace rato se estrenaron las nuevas agendas ¿Cuál es tu predicción para el 2020? La respuesta es tu ánimo más que tu evidencia, es tanto como el “no tengo datos, pero tampoco dudas”. La esperanza de que vendrá un tiempo esperanzador o terriblemente difícil (como muchos otros que ya hemos afrontado y salido avante), depende más de una decisión intrínseca que de una serie de eventualidades, es decir, el nivel de predisposición es más determinante que las variables que pueden intervenir (economía nacional, internacional, gobiernos, inseguridad, etc.), se trata de una visión en la que esos factores se consideran como parte de la ecuación, y aun así el resultado es más – menos positivo.
Esa misma capacidad de volar al futuro después de transitar por un calendario de 365 brincos, se tiene para meter reversa, para mirar al pasado y recordar tantas cosas que han sido parte de nuestra construcción personal, comunitaria y de nación, solo que hay un detalle a considerar: la imaginación, la emoción y la esperanza que pueden hacer que yo dibuje un panorama brillante para lo que se viene, es la misma que si lo pienso triste, con desánimo y con pocas expectativas de éxito; lo más seguro es que la cuesta de enero sea verdaderamente insufrible, y de ahí “pal´real”.
A pesar de que los hechos son un registro en la historia, el contexto y la impresión pueden ser alterados fácilmente. Sucede que aunque en una familia haya varios hermanos viviendo con los mismos padres y atravesando las mismas circunstancias, cuando pasan los años y se retoman los hechos, no siempre coinciden en la percepción. Mientras uno dice: ¡Éramos tan pobres! Nuestra infancia fue muy difícil y yo hago todo porque mis hijos no sufran lo que yo pasé– a lo que otro hermano contesta – ¡Bueno, no tanto en realidad, digo no teníamos lujos pero no nos faltaba nada, y la pasábamos genial! –. O frases como – ¡Es que mi papá era demasiado estricto! ¡No nos dejaba hacer nada, aquello era terrible! – pero el hermano replica – No lo creo, en realidad él era de carácter fuerte, pero no cruel ni demasiado estricto.
Las experiencias también se construyen desde perspectivas diversas, desde la memoria selectiva que nos ayuda a borrar y a modificar mucho a conveniencia, especialmente cuando nos referimos a recuerdos no tan placenteros, aunque no todos lo hablan, solo algunos de la familia empiezan a externar sus recuerdos, solo al que se le da eso de platicar, o porque tiene la necesidad de contar su historia, porque de alguna manera le ayuda el verbalizar algo que no tiene “forma” en su mente hasta que lo pone sobre la mesa para que con la triangulación de los recuerdos de otros, le ayude a construir un relato mucho más integrador del momento.
No a todos les gusta recordar, no cualquiera se siente cómodo sacando a flote cosas que creía haber superado simplemente por tenerlas como a un buen monstruo, escondidas debajo de la cama; hay otros que sin consultar a las demás partes, salen a la calle y publican lo que consideran que es “liberador” para sus almas; de una u otra manera las implicaciones de los recuerdos son parte de nuestra construcción y ahí están, trayendo un montón de claroscuros en nuestras vidas, más menos conscientes de ello.
Cuando pasan décadas y se reconstruyen recuerdos combinados de presente, en nuestro caso desde las voces de quienes fuimos esa generación guerrera que sabía salir a la calle sin un celular en la mano, que avisaba a sus papás que se iba y solía resolver todo lo que le pasara desde su ingenio y fortaleza porque no existía una aplicación que te dijera exactamente en qué parte del mundo estás parado y cómo llegar a una fiesta en la casa de alguien que apenas ibas a conocer. Tu tarea se estropeaba si la llevabas en un disco flexible en la mochila y era algo que solo tú debías resolver. Los extraordinarios, los maestros rudos, las tareas en la biblioteca. Nuestra asombrosa generación transitó de una era en la que no había Windows, ni Office, comenzaba la época de las computadoras en nuestro país y fue tan fácil como bello ver la transformación del mundo, del mismo modo en que nuestros ojos vieron con asombro cómo adquirió un poderío la red social y se utilizó, cual nueva arma para sembrar terror, para manipular, para posicionar nuevos temas y figuras, sin medir mucho su veracidad y profundidad.
Pues así como en lo individual, en lo colectivo, en la gran nación; los relatos se van construyendo de a poco, a veces mal, a veces se retoman, y a veces se destruyen sin necesidad y sin fundamento. Cada día vemos que viejos íconos son hechos trizas, esta semana tocó el turno a Don Emiliano Zapata y al gran Juan José Arreola, aunque el coletazo casi le alcanza a la escritora Elena Poniatowska, la diferencia es que ella está viva, así que todavía alcanzó a levantar su voz para dar su versión y modificar un poco el relato a su favor. Ella sí pidió respetar una decisión de no hablar de un tema que, además de intimidad, representa una voluntad de más de 64 años.
Sigo creyendo que nos estamos equivocando al tratar de defender los derechos de una persona mientras se haga referencia a su genitalidad; eso es algo que no debería importarnos en lo más mínimo. Las preferencias sexuales de alguien habitan en su excelsa libertad de decidir si quiere ser célibe o tener una pareja y cuál pareja, pero a medida que queremos defender el hecho, terminamos por socavar la magnificencia de la persona per se. Podríamos cuestionar qué de bueno hizo en realidad Zapata por el movimiento revolucionario, y retomando la idea de que la reconstrucción desde nuevas perspectivas genera una nueva historia, pudiera en dado caso, ahí centrarse la discusión.
El Presidente Andrés Manuel López, en enero de este año había firmado el decreto por el cual se declaraba “2019, año del Caudillo del Sur, Emiliano Zapata Salazar”, y aunque difiero de quienes afirman que el tema de sus relaciones íntimas se debe considerar en la historicidad revolucionaria, en todo caso debió haber sido lo que se abordara por allá en febrero, para que el resto del año se conociera con intensidad su obra, su legado y que a estas fechas estuviéramos cerrando con el conjunto de imagen que nos lleva a entender su lugar en la historia, en lugar de solo ver su orientación sexual.
Tanto la obra de Zapata, de Juan José Arreola, Poniatowska, o la de tantos otros grandes creadores, pensadores, libertadores, héroes, está llena de terribles errores, pero creo que no se trata de derribar lo poco o mucho que ellos pudieron haber construido dado su contexto, formación y momento específico en el que les tocó vivir. Pienso que si queremos ser una comunidad que construya, debemos aprovechar lo aprendido, únicamente para mejorar, viéndolo desde muchos ángulos posibles, pero retomando la narrativa con mucha misericordia y paz. Las nuevas masculinidades no se construyen a partir de ver a un charro con tacones rojos, se elaboran a partir de un análisis real del impacto del manejo de sus emociones y de su solidaridad y empatía para con otros hombres y mujeres; comunidad en vías de mejora.
De todo corazón les deseo que conforme nos acercamos a las fiestas de navidad, nuestros corazones se vayan nutriendo de las cosas más bellasf, más enriquecedoras y más profundas. Ya desde este momento espero que tengan un buen cierre de año, rodeados de esa gente que les ayuda a construir hermosos recuerdos y un porvenir prometedor. ¡Felices fiestas!
Mat. y M. en C. Isabel Alejandra María Venegas Salazar
E-mail: isa venegas@hotmail.com
