OPINIÓN
El optimismo y la esperanza en 2020
Opinión, por Luis Manuel Robles Naya //
Documentar el optimismo en este primer mes del año es una tarea no sencilla, pero necesaria. No es sano que iniciemos el año pensando que nos irá mal y creo que este pensamiento es compartido por una parte de la población, ya que según datos publicados en El Financiero, columna de Alejandro Moreno del 3 de enero, el 42 por ciento de la población se muestra optimista y solo el 20 es pesimista respecto de los dos temas que más interesan, la seguridad y la economía.
Lo que arroja el detalle del estudio citado es que el optimismo es desigual, pues los que más optimistas se muestran son los que ganan más y los que favorecen a los partidos de izquierda, mientras que los simpatizantes de otros partidos y otros segmentos poblacionales mantienen una actitud pesimista. La conclusión clara que arrojan estos datos es que esta percepción se encuentra politizada, al igual que otros temas de la vida nacional, cada vez más alejada de los consensos y la unidad.
Centrándonos en el objetivo de documentar el optimismo, encontramos que en materia económica hay razones para hacerlo con prudencia y cierta reserva, pues el sector privado ha manifestado tener en cartera cuando menos 16 proyectos de inversión por casi 340 mil millones de pesos en sectores como el energético en petróleo y energía renovable, turismo y servicios, minería y ferroviario, mientras que el gobierno federal ha destinado, según el presupuesto de egresos, 536 mil millones de pesos para 198 proyectos de infraestructura, de los cuales el 74 % será para comunicaciones y transportes, el 9.7 para agua y medio ambiente, el 9.4 para seguridad pública y defensa, el 3.4 a educación, 2.2 a salud y el 1.1 a turismo, la fracción restante iría a otros rubros.
Sin duda esta inyección económica debería levantar el crecimiento de la economía, sin embargo no obstante estos datos, los analistas y calificadoras estiman que solo habrá de crecer el 1 por ciento. Cierto que uno es mejor que nada, como sucedió en 2019, pero al menos se puede pensar que estaremos relativamente mejor.
En materia de seguridad lamentablemente no se puede ser igual de optimista. Estamos todavía muy lejos de articular un sistema nacional de seguridad que integre a los tres niveles de gobierno en una estrategia coherente y efectiva para reducir los índices delictivos y proporcionar mayor seguridad a la población. La guardia nacional y el incremento de los apoyos a grupos vulnerables no han mostrado ser eficaces ni suficientes y tendría que replantearse la estrategia en su conjunto.
Es indudable que existe en el gobierno federal la intención de avanzar, pero la retórica presidencial parece estar divorciada de la realidad, o dicho de otra manera, a la intención no corresponde la acción, se incurre en improvisaciones, apresuramientos y desorden que luego se quiere componer con el reparto de culpas.
Hay razones para ser optimistas, las cifras mencionadas anteriormente son alentadoras, pero así como el optimismo general se muestra desigual, la confianza en la efectividad del gobierno para llevar a cabo lo que dice también sufre variaciones, lamentablemente a la baja, como lo muestra el que, tras el inicio de operación del INSABI, la aprobación presidencial bajó tres puntos en una semana según el tracking diario de Consulta Mytofsky.
Es la operación del gobierno lo que contrarresta el optimismo y la confianza en el titular del poder ejecutivo. Su aspiración de hacer universal el sistema de salud se ve limitada por la insuficiencia del diagnóstico y de los recursos, de lo cual parecen no haberle informado. Tampoco parece que le hayan informado al diseñar el presupuesto de egresos, que ese gasto está sujeto con alfileres pues depende de unos ingresos calculados muy optimistamente, en un escenario en el que los ingresos por ISR, IVA e IEPS están descendiendo, la producción petrolera no aumenta al ritmo requerido y mucho del ingreso se tiene que destinar al pago de deuda de PEMEX y del gobierno, a programas sociales y proyectos prioritarios que, de realizarse y demostrar ser rentables, no aportaran ingresos sino hasta que finalice su administración.
No es pues tarea fácil documentar el optimismo, sin embargo hay otro dato latente en los estudios de opinión, que es el de la esperanza. Hay un alto porcentaje que cree en lo que expresa el presidente, que llegó al poder manejando ese poderoso resorte. Su insistente retórica en que vamos bien y en la que expresa todos los días su decisión de cambiar todo, de combatir la corrupción y el dispendio gubernamental, aún mantienen viva la expectativa de cambio en una sociedad que no encuentra una opción diferente por la pobreza moral e ideológica de una oposición, moral y electoralmente derrotada.
Ante esa esperanza el presidente ha vuelto a poner plazos, requiere tiempo y tiene razón pero… también la esperanza tiene fecha de vencimiento.
