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OPINIÓN

El día después

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Opinión, por Luis Manuel Robles Naya //

Inmersos en el aislamiento social recomendado para contener la pandemia del COVID19, vemos el fin del mismo como un horizonte impreciso, similar a un espejismo que se aleja cuanto más nos acercamos. López Gatell, vocero oficial en la emergencia nos señaló inicialmente, una primera semana vital para la estrategia de mitigación alrededor del 14 de marzo. Actualmente la operación Centinela ha movido esa frontera inicial hasta el 31 de mayo y podemos esperar para mediados de junio la disminución del brote.

La estrategia gubernamental que decidió no realizar pruebas masivas para detectar posibles portadores del contagio, con síntomas o sin ellos, los ha llevado a reconocer que por cada caso comprobado existen 8 portadores circulando sin saber que son fuente de contagio. Esa cifra oficial de 8 portadores ha sido cuestionada por especialistas y utilizando los mismos parámetros ubican hasta en 25 posibles por cada caso confirmado y esto da lugar a un crecimiento exponencial del riesgo. Estas diferencias de apreciación generan dudas ya que, según datos del Boletín Epidemiológico, durante marzo tuvimos cerca de 400 mil casos de “infecciones respiratorias agudas” curioso brote en tiempos de COVID19.

Otros especialistas han dicho, como lo hizo el propio López Gatell, que el virus llegó para quedarse, como el de la gripa común o la influenza, con la diferencia de que para éste no existe vacuna ni tratamiento y tiene un índice de letalidad mayor, especialmente en población de riesgo por enfermedades crónicas preexistentes.

Las estadísticas disponibles ubican a la población entre 30 y 70 años como el segmento en el que más muertes han acaecido y a los enfermos de hipertensión y diabetes, o con obesidad, muy comunes en nuestro país, como las principales víctimas del virus y son precisamente los ubicados en estos rangos los que posiblemente no tengan un día después.

Condenados a vivir manteniendo la distancia social recomendada, al uso de guantes y desinfectantes, a no acudir a concentraciones y salones de espectáculos, a no saludar de mano y mucho menos con abrazos, tendrán que transitar por la vida sospechando de cada prójimo, pues puede encontrarse con alguno de esos 8 o 25 potenciales contagiadores, no detectados por la decisión de no aplicar muestras masivas.

Se puede imaginar usted, amable lector, llegando a su oficina el día después sin saludar de mano, sin abrazos, a sus compañeros pues usted siguió la pauta del aislamiento a pie juntillas pero no puede asegurar lo mismo de ellos, o rehusando su invitación al convivio por el reencuentro porque siempre existirá la posibilidad de encontrarse con algún portador del virus.

Esa es la consecuencia que a nivel personal, afectivo, espiritual si se quiere, tendremos que padecer cuando se declare el fin de las restricciones de movilidad, pero peores serán sin duda, las que habrán de venir por la errática conducción de la crisis, a la que por razones políticas se enfrentó tardíamente, no obstante que ahora se diga que se empezó a prevenir desde enero.

Las cifras crecientes de contagios han llevado a una reacción tardía para la adquisición de equipo de protección para los doctores y enfermeros, así como a la compra emergente de respiradores y monitores, y en el colmo, a editar un manual para que, en caso de saturación de la capacidad de atención en hospitales, los cuidados se dirijan a quienes tienen más posibilidades de vida, desahuciando a los débiles, ancianos y con mayores fallas orgánicas. Para ellos no habrá un día después.

En materia económica, la respuesta ha sido además de tardía, insuficiente, como consecuencia de un muy mal equilibrado ejercicio presupuestal que, para compensar ha ido agotando los fondos de reserva, y va ahora por los fideicomisos públicos y hasta por los remanentes del Banco de México.

De no haber rectificaciones, el día después habremos de encontrarnos con un gobierno con recursos económicos limitados y sin políticas de respaldo a la planta productiva, abandonada por conceptos ideológicos o fobias personales. Tendremos una grave situación de desempleo y falta de liquidez y previsiblemente, la disminución de la clase media y aumento de la pobreza.

Cuando las actividades se reanuden, nada podrá ser igual, ni la situación económica de muchos ni la vida social; mientras no exista vacuna contra este virus todos deberemos vernos con desconfianza y andaremos con precauciones permanentes porque el virus llegó para quedarse y a señalar a un grupo social como dispensable y al cual, curiosamente, no se ha dedicado un programa de atención o cuidados, más allá de adelantar la pensión del bienestar, al fin y al cabo, la letalidad del virus es solo del 6 por ciento y ataca a quienes ya van de salida. Mucha política, retórica y descalificación para adversarios, propuestas distractoras como adelantar la revocación del mandato al presidente, razones técnicas anti epidemia y muy poca humanidad. Flaca esperanza para el día después.

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