OPINIÓN
Miedos y medios
																								
												
												
											De Frente al Poder, por Óscar Ábrego //
En Jalisco -seguro que en otras entidades también- ocurre algo en extremo vergonzoso. Hay medios informativos y “periodistas” que se prostituyen con el gobierno en turno. Por supuesto que esto no es nuevo. Así ha ocurrido desde hace mucho tiempo. En lo personal, que ya cumplí 31 años desde que incursioné en el hermoso ámbito de la comunicación, he visto cómo la compra-venta de voluntades y criterios es algo común entre el poder y la labor periodística.
Hoy por hoy, cuando se creía que dicha práctica había desaparecido en Jalisco en virtud de que la publicidad oficial ahora es un negocio particular de la corte naranja, existen fundadas sospechas de que en distintos espacios se opina y se escribe en favor de la causa emecista. Ha trascendido incluso, que en una de las oficinas de Palacio de Gobierno, hay una lista de voceros incondicionales y oficiosos que reciben buena lana por sus obedientes servicios.
Y así, a cambio de la paga, hay quienes de pronto se volvieron defensores abyectos del alfarismo y se transformaron en feroces críticos de López Obrador.
De igual modo, sabemos que en el plano nacional hay santones que cobraron decenas de millones de pesos anuales por supuestas labores de consultoría durante sexenios. Por supuesto que la credibilidad de muchos de ellos cayó al abismo de la desconfianza. No hay nada peor para un columnista, reportero o empresario editorial, que perder credibilidad.
Por eso el episodio del viernes pasado, cuando el presentador de noticias de TV Azteca, Javier Alatorre, pidió a su audiencia dejar de hacer caso a las recomendaciones y conteo de contagiados y muertos por el Covid-19, que realiza a diario el doctor Hugo López-Gatell, no debe quedar en una anécdota del folclor nacional.
«Es más, se lo decimos con todas sus palabras, ya no le haga caso a Hugo López-Gatell», dijo al aire Alatorre, antes de dar pie a una nota en la que el gobernador de Baja California, Jaime Bonilla Valdez, cuestionaba por segunda ocasión el reporte que emitió la federación sobre dicho Estado. Y es que en una videoconferencia de prensa, el mandatario emanado de las filas de Morena, puso en duda las cifras que ha dado la Secretaría de Salud sobre las personas fallecidas por Coronavirus en la precitada entidad, “pues tan solo el jueves –dijo- reportó 31 muertos en Baja California, cuando en realidad se tenían 65, es decir que omitió 34”.
Vamos, para el conductor estelar de la televisora del Ajusco, como para su patrón, Ricardo Salinas Pliego (el segundo hombre más rico de México, sólo debajo de Carlos Slim Helú), bastó la postura de un gobernador para desafiar y desacreditar al gobierno central, representado por el subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud.
Ahora bien, no pequemos de ingenuos. Está claro que detrás de una convocatoria tan delicada se esconde algo mayor. No fue un exabrupto. No se trató de un error, como lo afirmó el presidente. Es un plan que aún no ha sido develado.
Recordemos que pocas horas después de que el gobierno decretara la emergencia sanitaria, circuló entre los casi 70 mil empleados del poderoso Grupo Salinas, un memorándum en el que se leyó: “Hoy, más que nunca, México nos necesita”.
Aunado a ello, a finales de marzo, en un discurso dirigido a sus directivos, Ricardo Salinas dijo: “Hoy estamos mal. Las calles vacías, todo cerrado, las escuelas y hoteles vacíos, parques sin gente. Esto no puede ser. La vida debe continuar”. Y, con el argumento de que su postura tiene que ver con sacudirse “el miedo que nos han metido y evitar que la economía mexicana se desfonde”, el magnate ha dado muestras de no querer detenerse.
Así pues, todo parece indicar que además de enfrentarnos a la peor pandemia de la historia, los mexicanos también deberemos hacerle frente a los miedos de un propietario de medios.
