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OPINIÓN

Estado de bienestar

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Opinión, por Luis Manuel Robles Naya //

El hombre pobre tiene siempre una visión precisa de su problema y de su remedio: no tiene suficiente y necesita más.” John Kenneth Galbraith “La sociedad opulenta”

La cuarta transformación que ha sido el eje discursivo del presente régimen ha empezado a delinear su perfil en la práctica, es decir, más allá de las prédicas y conceptos teóricos y aspiracionales contenidos en las diversas publicaciones de Andrés Manuel López Obrador. En ellos ha dicho que aspira a un modelo asistencial como el de los países escandinavos y pretende pasar de una seguridad social para algunos a una seguridad social para todos. En la práctica ha impuesto una consigna, “primero los pobres”.

Como lo advirtió, parte de su inspiración es el modelo seguido por Roosevelt tras la depresión previa a la segunda guerra mundial, y con conocimiento o sin el, de teorías económicas aplicables o experimentadas; guiado solo por su instinto y observación empírica, nos lleva a su concepto de estado benefactor, impulsado más por su vehemencia que por las condiciones existentes para su aplicación tal como lo concibe. Asume como condición, la necesidad de un estado fuerte que subordine a las fuerzas del mercado y regule incluso la ganancia, y a la vez, aspira a reconstruir el esquema económico proteccionista que provocó el periodo de crecimiento estabilizador de los años dorados del priismo. Teorías nada desdeñables, agradables para quienes ansían capturar el descontento y las contradicciones sociales, especialmente para una generación como la que está actualmente en el poder, formada en universidades públicas que en el mismo periodo de crecimiento impulsado por el más puro espíritu Keynesiano, enseñaban en una gran contradicción con el criterio oficial, las teorías marxistas y abrazaban los postulados maoístas.

Es paradójico que hoy se combata desde la esfera del poder la teoría que nace precisamente para contrarrestar la pobreza y miseria de la post guerra. El estado de bienestar concebido en ese tiempo, apostó por el modelo Keynesiano, economía mixta y las fuerzas del mercado para el pleno empleo y mayor producción como medio para sacar de la pobreza y miseria a las sociedades occidentales. Hoy se plantea un estado patrimonialista que a través de las dádivas directas, insuficientes para crear ese estado de bienestar al que se aspira, propicie la creación de clientelas electorales.

Por los hechos, el titular del poder ejecutivo asume al Estado del bienestar mediante el cual se responsabiliza del bienestar de los ciudadanos y construye una red o sistema de seguridad, con provisiones claramente delimitadas. Para el efecto, al menos 9 programas constituyen ese sistema: Becas Benito Juárez, Jóvenes construyendo el futuro, jóvenes escribiendo el futuro de educación superior, Bienestar para adultos mayores, Bienestar para personas con discapacidad, Sembrando vida, Tandas del Bienestar, Canasta Básica, Producción para el bienestar, sin contar los que ejecuta además la Secretaría del Bienestar, como el seguro de vida para madres solteras, Opciones productivas, Tres por uno para migrantes y empleo temporal. De ellos, solo tres consumen el 79% de los recursos: Adultos mayores, Becas de Educación media Superior y Jóvenes construyendo el futuro.

Está oponiendo al neoliberalismo la concepción de un estado asistencialista no enfocado a la generación de riqueza y satisfactores para una sociedad aspiracional y moderna, sino en procurar el enriquecimiento cultural y espiritual, más del tipo de la humildad cristiana que de la búsqueda permanente de superación por el esfuerzo.

Malas noticias para esta cuarta transformación son las que vienen, pues difícilmente se darán las condiciones para mejorar los indicadores de bienestar cuando se expongan las cifras de desempleo, del número de trabajadores que caerán en pobreza laboral, cuando se reduzca la recaudación fiscal y se compruebe que la apuesta por la resurrección de Pemex incluso la reactivación del TMEC, no generaran los recursos que se necesitan para consolidar el estado patrimonialista, o paternalista, que pretenden crear. Si el proyecto para sacar a México de la crisis que se avecina va por ese rumbo, creo que es tiempo de pensar en el plan B.

Desafortunadamente no existe en el imaginario del régimen ese plan alternativo. Fortalecer a PEMEX, empresa estatal que registra pérdidas crecientes, 346 mil millones en 2019 y 562 mil millones en el primer trimestre de 2020, es no solo una apuesta riesgosa sino todo un absurdo, mientras que pensar en el TMEC como alternativa, sin vigencia plena del estado de derecho y con la desconfianza que ha generado la política anti empresarial del gobierno, suena a soñar en un crecimiento utópico.

Son las propias contradicciones del gobierno las que se oponen a la configuración de ese estado de bienestar deseable por todos. Su consolidación es una aspiración compartida sin duda por todos, sin embargo, el obstáculo principal son los modos, a buena parte de la sociedad “no nos gusta el modito”.

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