OPINIÓN
Porca miseria
Opinión, por Luis Manuel Robles Naya //
En México se cuentan ya más de 38 mil personas muertas en esta epidemia del COVID19 y el número habrá de seguir creciendo y presentándose en ilustrativas y coloridas presentaciones de power point, exhibidas y retorcidamente explicadas por un funcionario que hace malabarismos verbales para disfrazar su ineficiencia, y no solo eso, miente, oculta y presenta información con criterios políticos y afirmaciones, que contradicen las razones de la ciencia y la técnica epidemiológica.
Cada día mueren cientos de mexicanos y las respuestas de la autoridad sanitaria se expresan en caricaturas, heroínas de historieta al color del semáforo inventado para retornar a una relativa normalidad, cuando la epidemia dista mucho de haber sido controlada. Estadísticas hechas para mostrar la “eficiencia y preparación gubernamental” mostrando el porcentaje de camas desocupadas y ventiladores disponibles, que sin embargo no han servido para reducir el índice de letalidad, de los más altos del mundo (11.6% confirmados/fallecidos). Han servido, eso sí, para expresar como un triunfo, el que no se hayan visto las escenas dramáticas que en otros países. No obstante, el número de contagios se mantiene a la alza, especialmente después de haberse decretado el fin de la jornada de aislamiento, y agrede, insulta, que la autoridad salga a decir que eso se debe a que la ciudadanía no respetó cabalmente el aislamiento y la sana distancia.
Epidemiólogos serios, hombres de ciencia, servidores con experiencia, estuvieron desde el inicio insistiendo en la necesidad de medidas complementarias al confinamiento, como la realización de pruebas y seguimiento a los positivos, que fueron desestimadas por la autoridad, al igual que otras medidas que tardaron en implementar. Las pruebas dijeron que eran inútiles, más hoy tuvieron que hacérselas hasta al Presidente porque lo exigió un gobierno extranjero, también dijeron que el cubre bocas no era necesario, salvo que tuvieras síntomas, y así todas sus decisiones han tenido que ser corregidas, como las estimaciones de curvas y modelos de comportamiento de la epidemia.
En pocas palabras, no han servido para nada las autoridades de salud, ni para equipar hospitales o comprar insumos, que lo ha tenido que hacer la Secretaría de Relaciones Exteriores. No así el personal médico y sanitario, que sin tener insumos y equipo de protección adecuado, ha estado atendiendo a la población a grados de heroísmo.
Es alarmante el grado de irresponsabilidad e ineficiencia expuesto, que ha llevado a la población a desconfiar de la capacidad del sistema de salud. Es evidente, que mucha gente está decidiendo morir en su casa y que ha tomado como causa propia protegerse a sí mismo y con ello proteger a los demás, porque la autoridad no tiene, o no quiere, utilizar formas más eficientes de contención de la epidemia.
Grave que la población no se sienta protegida por quien tiene la obligación de hacerlo, (34,582 asesinatos en 2019) pero más grave aún, es que el aparato gubernamental transite por la crisis sanitaria sin un mínimo rasgo de solidaridad o empatía con los ciudadanos. Como consecuencia de sismos, en 2017 se tuvieron 369 defunciones y alrededor de 10,000 en 1985, y hubo duelo nacional y homenajes. Hoy llevamos más de 38 mil muertos y no hay una palabra de aliento a las familias. El empeño gubernamental está en mostrar que hubo capacidad de respuesta y no se saturaron hospitales y en evitar que los efectos económicos de la crisis desbarranquen el proyecto político del Presidente López Obrador. Eso se llama mezquindad, miseria humana a la que el dolor de más de 38 mil familias no la conmueve. Miseria espiritual de un gobierno que se ha dicho humanista, conmovido por la pobreza, pero insensible ante la muerte masiva de mexicanos. Diariamente mueren cientos, pero no son tema de las conferencias mañaneras, eso lo atienden los segundones en la conferencia vespertina, mueren pobres pero que se apañen con su muerto las familias para negocio de las funerarias.
Insulta la insensibilidad y menosprecio a esta tragedia nacional, tal vez la autoridad se haya vuelto insensible porque el número de muertos se equipara al que produce la inseguridad, y eso es demasiada familiaridad con la muerte, pero lo menos que se le puede pedir al gobierno es que dimensione la magnitud creciente de esta mortandad y ponga el alma antes que sus intereses.
¿Cuántos muertos son necesarios para que la soberbia gubernamental anteponga el humanismo a la mezquindad de un proyecto político? Debería bastar los más de 38 mil que hay para darse cuenta de que los desatinos de un epidemiólogo – político habrán de causar la más grande tragedia, sin embargo, el discurso de triunfo campea en palacio nacional mientras el reparto de culpas priva en conferencia vespertina.
Mala política es la que presume hospitales vacíos mientras los panteones se llenan, y mal político es al que la desgracia no lo conmueve. Miseria humana.
