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OPINIÓN

¿El fin de la globalización?

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Opinión, por Alberto Gómez //

La pandemia del coronavirus (COVID-19) está siendo el catalizador que impulsará con mayor fuerza y velocidad el gran cambio de la economía mundial.

Ante los catastróficos embates económicos de la pandemia –apenas en su fase sintomática inicial- algunos países han comenzado ya a implementar drásticas medidas para proteger sus economías locales, la mayoría abiertas casi completamente a las políticas económicas globalistas. Mientras más dependencia tenían los países del modelo económico globalizador, más contundente está siendo el quiebre o derrumbe de sus economías al haberse cerrado el intercambio de bienes y servicios durante tantos meses, en los mercados locales, como en los internacionales.

Los acelerados cambios de la sociedad global del siglo XXI han llegado a un punto de inflexión, en el que se vislumbra ahora claramente el retroceso en el desarrollo del proceso conocido como “globalización”.

La globalización puede ser descrita como la cada vez mayor integración económica de todos los países del mundo como consecuencia de la liberalización y el consiguiente aumento en el volumen y la variedad de comercio internacional de bienes y servicios, la reducción de los costos de transporte, la creciente intensidad de la penetración internacional de capital, el inmenso crecimiento de la fuerza de trabajo mundial y la acelerada difusión mundial de la tecnología, en particular las comunicaciones.

(Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa)

La globalización (económica, política, social, cultural y tecnológica) es un proceso que ha incrementado la interdependencia entre las naciones del mundo con su origen ideológico de que la unificación de los mercados sociales generaría más riqueza y una mejor distribución de ésta a quienes formaran parte de esta sociedad global, propulsada con mucha fuerza por la comunicación. Esto por supuesto, quedó únicamente en la teoría, como se ha evidenciado a medida que avanzó.

El origen histórico de la globalización se remonta a siglos, incluso milenios atrás (la datación depende del enfoque o autor que se lea, lo que continúa siendo un debate). Podemos reconocer varias etapas o períodos de este proceso según explica Thomas L. Friedman: Globalización 1 (1492 – 1800), Globalización 2 (1800 – 2000) y Globalización 3 (2000 – Presente)[ CITATION Fri05 \l 2058 ]; expone que la Globalización implicaba la globalización de los países (1), la Globalización la de las compañías (2) y la Globalización la de los individuos (3).

El “descubrimiento” de América por Cristóbal Colón (1492), marca el inicio del primer período de la globalización al descubrir nuevas rutas comerciales que hicieron posible la interacción económica entre Europa, Asia, África y América –independientemente de las conquistas llevadas a cabo para tales fines- integrando de esa manera a los continentes en el creciente mercado global, seguido por la conquista de nuevos territorios por los imperios surgidos a partir de la ampliación de los poderes económicos y políticos de algunos países occidentales, transformando las banderas imperialistas por corporativos comerciales en los últimos dos siglos.

La creciente necesidad (de bienes y después servicios) de los mercados en los distintos territorios, generaron la creación de modelos económicos que acercaran los satisfactores requeridos, transformando sus economías, de agrícolas a consumistas (en algunos casos sin pasar por la industrial). Estos modelos de origen occidental, salidos de algunas de las más reconocidas escuelas y universidades de economía en el mundo, sistematizaron el ciclo del consumo, exportándolo a la mayor parte de los países del hemisferio occidental disfrazados de una fórmula supuestamente inflalible para lograr una mejor y más equitativa distribución de la riqueza, basada entre otras cosas en la liberalización económica, un modelo basado en el libre mercado, retomando los principios de Adam Smith (considerado el padre de la economía moderna) que afirman que el mercado se regula a sí mismo, mediante una “mano invisible” que regula la economía, y las fuerzas de la oferta y la demanda. Sí, una “mano invisible”, pero guiada por los poseedores de los medios de producción y especuladores mercantiles, que fue implementada por multitud de países de manera inocente –sólo en apariencia- sin saber las consecuencias a largo plazo que esto traería.

La depredación de los mercados por las grandes corporaciones transnacionales, auspiciada por los gobiernos locales alineados a tales intereses, con los organismos monetarios internacionales apalancándolos, y los poderosos corporativos de los medios de comunicación y la información (TICs), convirtieron en mercados cautivos a las economías en desarrollo, logrando tener un control económico-político absoluto en muchos de estos países, obligándolos a la aceptación de sus designios durante décadas, lo que se transformó en un mayor saqueo de sus riquezas y recursos naturales, y la esclavización moderna de su mano de obra.

Este modelo económico, conocido como “neoliberalismo”, evidenció la fragilidad estructural de los estados-países donde se implantó…

(*) Alberto Gómez es consultor en economía, finanzas y FinTech. Analista en geopolítica y negocios.

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