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OPINIÓN

Mas allá del carisma: Educando para la democracia

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Educación, por Isabel Venegas //

Los liderazgos que otorga la comunidad a figuras carismáticas -como citaba Weber-, tienen tanto que ver con la formación en procesos estructurales e institucionalizados, como en la concepción de ciudadano del mundo que se forja desde la primera infancia y que debe ser un compromiso trazado a partir del diseño de objetivos, misión y visión de los planteles escolares de cara a los modelos de educación basados en políticas de identidad, inclusión y globalidad.

Esta semana fue la toma de posesión del 46° presidente de Estados Unidos, evento que cierra el episodio de un suceso político-electoral que deja tantas sorpresas como interrogantes, y que por otro lado pone a México a que vaya remojando sus barbas, dado que los vecinos ya se han puesto a rasurar.

Profundos debates se siguen dando en la comunidad de investigadores sociológicos sobre el fenómeno de los nuevos estilos de liderazgo, las identidades representativas y la posibilidad de seguirse emparejando con figuras carismáticas.

Menudo reto para las nuevas generaciones de políticos que se enfrentarán a una pandemia mundial, al problema de promover la participación desde la creación de nuevos tipos de campaña que no requieran de la movilización y concentración de grandes cantidades de personas, así como a la sensibilización de problemáticas que sobrepasan las posibilidades de cualquier gobierno en cuanto a recursos y estrategias.

Por su parte, también es el reto para la ciudadanía que sigue buscando figuras carismáticas, sin querer (o poder) profundizar en las plataformas electorales, que desconoce los contenidos de las propuestas y/o que no cuenta con las herramientas adecuadas para identificar diferencias sustanciales entre cada una de las líneas de acción de cada partido.

Ya se empiezan a ver las imágenes de candidatos que son actores, jugadores de futbol, youtubers o influencers; personajes que si bien es cierto conectan con una gran cantidad de ciudadanos, también es verdad que desconocen lo que significa un puesto de representatividad en el que se determinan presupuestos, normatividades, líneas estratégicas de acción y programas de gobierno para los principales elementos que le atañen a cualquiera: salud, economía y educación, por mencionar algunas, y que son justamente las más afectadas por la crisis del COVID19.

México es un país grande, diverso, desigual, en el que cada región y cada contexto implican serios retos para quien se proponga ser diputado, presidente municipal o gobernador. Cada uno de los puestos de elección popular deberá contener una serie de estrategias para su abordaje serio y comprometido, contando también con mecanismos que permitan la socialización ágil y oportuna para la ciudadanía. Será importante ir instrumentando recursos que sean socializados con la comunidad para que la democracia sea cada vez más fuerte y madura, de tal forma que se tienda a disminuir el concepto tan arraigado de la inutilidad de la política.

Es la política la forma de articular los intereses, sopesando los recursos y observando las posibilidades físicas y materiales; es la capacidad de encontrar un puente entre la utopía, la filosofía y la realidad, entre la narrativa y la confianza, con el riesgo de perder ese equilibrio cuando se hace solo a través de artificios como la televisión, las campañas electorales y recientemente el manejo de redes sociales.

Hace casi veinte años Carlos Monsiváis escribía con respecto al cambio que el milenio traía consigo: “Para modificar el look, el político acepta la televisión ya convencido de que el porvenir no le corresponde al capaz de gobernar sino, tentativamente, al facultado para hacer reír, y éste es el nuevo training que sustituye a las horas en antesalas y a los méritos en campaña. A todo se prestan, a iluminar los semblantes ante la perspectiva de oír o decir algo divertido…”

No nada más es el presidente de la república, algún gobernante o diputado en particular, quien necesita considerar el estilo que se impone en el formato del quehacer político; somos todos los que debemos seguir ahondando en estos temas, haciendo énfasis en la enorme importancia que la política tiene para con todos, en todos los espacios. Deberíamos ser más democráticos, más comprensivos y más argumentativos; resulta urgente revalorar el ejercicio de la política como algo que no tiende a morir, sacándolo urgentemente de la misma casilla de la corrupción o de la ineptitud como sinónimos irrefutables.

Probablemente este sea justo el momento en el que debamos comenzar a ver las cosas con un juicio severo pero con un sentido positivo; entender que la política en nuestro país ha sido la vía para construir grandes instituciones, muchos avances y una cultura de la que nos podemos preciar a lo largo y ancho del mundo. Nuestro sistema electoral se ha robustecido, y los mecanismos de transparencia se instalan con la intención de ir formando parte de una dinámica cada vez más común.

La evaluación honesta debe llevar al punto donde se puede identificar áreas de oportunidad, y más allá de querer hacer una evaluación en positivo o negativo, se trata de construir nuevas propuestas, mejorar las que ya estaban y buscar alternativas para lo que nos ha traído la pandemia. Esta es una invitación a retomar el valor del análisis para reflexionar y encontrar ese justo medio en el que la autoridad se asume con total madurez y responsabilidad, habiendo evidenciado un alto nivel de compromiso y capacidad, impidiendo que el chascarrillo sea la mascarada que oculte la falta de pericia, y convocando como factor de equilibrio, la actuación de la ciudadanía que demanda con un criterio crítico, de formación comprometida y con visión de respeto en la construcción de nuevos modos de organización.

Mucho éxito a todos, porque para exigir un buen dominio en la agenda pública, primero debemos asumir el control de nuestras propias vidas, lo cual es mucho más determinante que cualquier puesto de elección popular.

Mat. y M. en C. Isabel Alejandra María Venegas Salazar
E-mail: isavenegas@hotmail.com

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