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OPINIÓN

Morir y vivir viejo en tiempos del COVID-19: Prohíben venderles comida a los mayores

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Comuna México, por Benjamín Mora Gómez //

Me enseñaron que el hombre debe cuidar de la mujer que ama y tiene por esposa; que debe cuidar de los suyos y que la vida de ella y ellos están por encima de la propia, y que su bienestar nos dignifica como esposos, compañeros, padres y hombres… pero qué hacer cuando el gobernante nos limita y confina en razón de la pandemia por el Covid-19, supuestamente por nuestro bien y vida.

¿Acaso debemos acatar la orden impuesta por el gobernador o tenemos el derecho –y la obligación moral y ética- de oponernos si de por medio va el trabajar para tener con qué ir al súper por comida, a la farmacia por medicamentos…?

Mi padre me insistía: Vivir con miedo a la vida es morir mil veces en vida porque nos paraliza.

Los gobiernos en el mundo no han comprendido que el Covd-19 nos mata de dos maneras: una de ellas es por asfixia y la otra por la pérdida de la ilusión que nos daba aquella vida en que todos nuestros sueños eran posibles, aun siendo viejos, saliendo a su encuentro en el espacio de convivencia con los nuestros y los demás.

En medio de la pandemia, toda noticia nos parece mala o insuficientemente buena. Aun con las vacunas no se consigue ver luz en este túnel de contagios… la espera será larga y el virus mutará mil veces antes de que me toque en suerte ser vacunado.

En medio de la pandemia, los gobernantes, idealmente, nos hacen huir constantemente, porque no hay otro camino, del sufrimiento posible de no poder respirar con normalidad y morir por asfixia, aunque sea el propio gobierno quien actúe de forma irresponsable y no se cuide, como sucede con el presidente de México. La esquizofrenia gubernamental provoca una esquizofrenia social agravada.

Decía Carl Gustav Jung “Lo que niegas te somete, lo que aceptas te transforma”. Debemos aceptar la vida tal cuál nos va llegando para convertirnos en quién elegimos llegar a ser. De eso se trata la libertad, de elegir, amar y cuidar aun dando nuestra vida, ofreciéndonos.

No puedo cambiar la realidad Covi-19 y por ello la acepto, no con resignación y sí con responsabilidad para conmigo, para con los míos y para con los demás. Ir en contra de ello, supondría un desgaste emocional que me mataría el alma ante de herir a mi cuerpo hasta la muerte. Si esto me tocó vivir, debo descubrir aquellas fortalezas emocionales que ya tengo en mi y tomarlas como mis escudos y armas de vida.

Decía un amigo sacerdote que la primera causa de la pobreza es la mentira del gobernante que engaña y se engaña para no responder a tan alto reto; en ese sentido, la primera causa de las muertes por el Covid-19 está en las mentiras del gobernante que, ante su ignorancia científica, dicta políticas sin sentido, sin vocación de atención y sin comprender la realidad de miles y miles de hombres y mujeres que morirían de inanición si aceptaran confinarse. Los gobernantes no aciertan en sus políticas porque no sienten al ritmo de los mismos latidos del pueblo al que debieran servir, y nadie sirve, decía mi madre, si antes no comprende.

En Jalisco, el gobernador apretó el botón rojo del confinamiento a mayores de 60 años y limitó las actividades económicas no esenciales, dejándonos en el limbo del absurdo a quienes tenemos más de 60 años. El gobernante nos prohíbe salir y atender nuestras necesidades de trabajo para ganar algo de dinero para comprar lo que sí es esencial para sobrevivir.

De niño, cuando algunas frases que escuchamos se nos quedaron grabadas como la impronta en las aves, se me dijo que el hombre debía de salir de casa, temprano, para conseguir el pan que iría a nuestras mesas. Yo lo creo y lo cree mi esposa. Así es el entendimiento de nuestros roles en nuestra familia.

Por ello, mi esposa espera que yo genere y lleve el dinero a casa, que ella administrará, con sabiduría, para que podamos pagar luz, agua, medicamentos, alimentos, prediales del inicio de año, y que nadie más nos resolverá porque nadie más tiene la obligación de atenderlos.

Que quede claro, no todo en la vida es hacer aquello que nos gusta y no por ello podemos frustrarnos, y nadie, ni el gobierno, ni el virus de hoy, puede impedir nuestro papel de hombres y mujeres en sociedad, en familia, en la vida. Debo sí, saberme cuidar y ser responsable; si quiero y debo llevar dinero a mi casa para mi esposa, también quiero y debo asegurarme que, al irnos a descansar, ella se duerma tranquila al saberse sana y protegida.

Wayne W. Dyer escribe en su libro Tus zonas erróneas: “Solamente existe un momento en el que puedes experimentar algo y ese momento es ahora». Centro mi momento en lo que hoy vivo con en mi esposa y los míos. No me expongo más allá de lo que no puedo controlar y me cuido por amor, no por temor.

Una vez, alguien me preguntó sobre qué hacia mi esposa. Yo le respondí: Ella cuida de mi como yo cuido de ella. Toda mi vida la determino conforme a cómo me sentiré tras cada decisión tomada y cada acción emprendida, o cada omisión resuelta. Comprendo y asumo todo en razón del amor a los míos y a mi vida, y no al mero resultado de lo que otros, ajenos a mi vida me señalen, y menos del gobernante que lo será por un breve tiempo. Soy consciente de mí y de quienes tengo cerca que son los míos. Jamás me justifico porque jamás dejo en otros lo que me corresponde decidir y hacer.

La vida implica disciplina y uso inteligente y amoroso de ese tiempo; no olvidemos, que nuestra vida es lo que de ella recordamos y lo que los demás recuerdan de nosotros en convivencia con ellos. Una vida vivida con temor y sojuzgada, por otros o por mis temores, no merece vivirse ni recordarse.

Así pues, seguiré cuidando de mi esposa y amando sus cuidados de ella por mí. Si muero en ese proceso, la muerte justificará la vida eterna que me aguarda en el amor de Dios. No me confinaré más allá de lo que me permita cumplir con mi esposa cuando le pedí fuese mi compañera de vida: Cuidarla, amarla y aceptarla como mujer. Siempre deberé ser el hombre que merezca a una mujer tan extraordinaria como lo es mi esposa. Siempre saldré a buscar el dinero que nos haga vivir con dignidad y, a casa, jamás entrará un dinero que no merezca por mi trabajo. Por ello, saldré adelante con Covid o sin él. La vida es buena y el coronavirus no la vencerá.

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