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OPINIÓN

Dialogando y opinando sin miedo

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Opinión no pedida, por Armando Morquecho Camacho //

Escribir columnas de opinión es algo verdaderamente complejo. Esto es así no solo por el trabajo creativo que implica escoger un tema y desarrollarlo cada semana o cada día según sea el caso, sino que escribir columnas de opinión se vuelve complejo por un aspecto de fondo de carácter idealista que rodea la misión de brindar una opinión.

Verán, a menudo se cree que los columnistas o articulistas tienen la obligación ética, moral y hasta profesional de regirse siempre con neutralidad y objetividad en sus trabajos; sin embargo, nadie recuerda que toda crítica obedece a una serie de preocupaciones, y es debido a esto que los lectores necesitan entender que cada trabajo persigue el objetivo de exponer todas tipo de pasiones o ideas políticas.

En lo personal, creo que la labor de escribir columnas de opinión no debe ser entendida como un proceso imparcial en cuanto al contenido del trabajo, sino en cuanto a la valoración que se hace de la crítica a través de la cual, el autor busca expresar una concepción filosófica, política y moralista respecto a los problemas que enfrenta una comunidad.

Sin lugar a dudas, el contexto político y social que enfrenta nuestro país es verdaderamente complejo y ciertamente, el presente nos obliga a comenzar a repensar y a replantearnos no solo  derechos como pueden ser la libertad de expresión o el derecho de decisión que tienen las personas de su cuerpo, sino que debemos comenzar a replantearnos primero, conceptos básicos que tienen un gran impacto en cómo nos desenvolvemos en  sociedad, tal y como es la imparcialidad.

Si tratamos de sacar cuentas, probablemente han sido cientos de veces las que hemos escuchado a alguien decir ‘‘piensen fuera de la caja’’ o probablemente han sido miles de veces que hemos escuchado en algún discurso político la famosa frase ‘’vamos a romper esquemas y a cambiar paradigmas’’.

Creo que si analizamos la sociedad en la que nos encontramos viviendo, lo primero que vendría a nuestra mente es que quienes están en espacios importantes de toma de decisiones no han ni pensando fuera de la caja, ni han roto algún esquema y ni mucho menos han cambiado algún paradigma, y probablemente esto sea muy cierto, poco se ha cambiado, pero hasta cierto punto,  tal vez esto se deba a que hace unos años no había ningún esquema que romper, ningún paradigma que cambiar y por lo tanto, no había necesidad de pensar fuera de la caja.

Asimismo, creo que también es necesario recordar que los grandes cambios sociales requieren del contexto político y social adecuado, que además, permita traer a colación y poner sobre la mesa de debates todas y cada una de las controversias a las que se somete una generación en concreto.

Es en virtud de lo anterior, que creo que la realidad tan cruda a la que nos enfrentamos como generación lleva ya aproximadamente un año dando las señales necesarias para hacernos entender que si hay un momento para comenzar a romper esquemas, a cambiar paradigmas y a pensar fuera de la caja, es hoy.

Pero, lo que también debemos tener en mente es que absolutamente nadie dijo que para cambiar paradigmas basta con voluntad y acción, es un proceso complejo y nos enfrentaremos a peligrosos rivales como lo son: la desinformación, la polarización y la intolerancia ideológica.

Por eso, debido a estos rivales tan complejos y tóxicos a los que nos enfrentamos como sociedad, es que el primer paso para lograr los cambios que anhelamos y que como generación necesitamos, lo primero que debemos replantearnos es el concepto de la famosa imparcialidad.

De esta manera daremos el primer paso para entender este concepto como una obligación bilateral en la que tanto el emisor como el receptor están obligados a renunciar a sus prejuicios y a apagar por un momento las llamas que despiertan las guerras ideológicas,  esto con la finalidad de mejorar y fortalecer la inevitable dinámica de diálogo y de intercambio de ideas y puntos de vista.

La imparcialidad es más importante de lo que pensamos; en la medida en la que se convierta en la guía del debate público y social, seremos capaces, como lo señalé la semana pasada, de enfatizar menos todas aquellas cosas en las que somos diferentes, y podremos enfatizar más todo aquello en lo que somos iguales.

La imparcialidad es la llave que nos permitirá acceder al cuarto de la tolerancia, y en él, encontraremos un sinfín de herramientas a nuestra disposición para construir e implementar cambios sociales que nos permitirán consolidar un verdadero modelo de país plural, tolerante, e incluyente repleto de liderazgos políticos y sociales en las que toda la población se pueda ver reflejada.

Solo así, seremos capaces de cambiar por completo una dialetica polarizadora e intolerante, por una de unidad, progreso, entendimiento y tolerancia que nos permitira reinventar por completo la forma en la que nos desarrollamos en sociedad entre iguales.

Liberémonos de nuestros prejuicios, silenciemos nuestros demonios, opinemos sin miedo, pero más importante aún, escuchemos y dialoguemos sin miedo.

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