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OPINIÓN

El manejo del miedo y la incertidumbre: Los niños y la muerte durante la pandemia

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Educación, por Isabel Venegas //

La educación es el acompañamiento que potencia las capacidades del ser humano de forma integral; el desarrollo físico, psicológico, intelectual y emocional se dan generalmente en la escuela, y son los profesores y tutores, quienes tienen la encomienda de guiar a los pequeños estudiantes en su proceso de crecimiento y elaboración de herramientas suficientes que les permitan enfrentar un mundo lleno de retos y adversidades.

Sin embargo, hoy el confinamiento demanda a los padres de familia ejercer un papel protagónico en el proceso de los menores, al mismo tiempo que vemos cómo los contenidos curriculares han quedado rebasados por una serie de eventos que no dejan de generar procesos de enseñanza-aprendizaje diferentes.

Ante estos escenarios otros componentes se suman a la complejidad: el tiempo nos ha alcanzado y la tragedia anunciada se cumplió, aún y para aquellos escépticos que nunca creyeron en la gravedad de esta pandemia (y que probablemente sigan sin creer), el impacto como el de un devastador huracán, está pegando con una contundencia desgarradora.

Cada vez son más las personas contagiadas y son más cercanos los casos de familiares, amigos y conocidos que están enfrentando la enfermedad del COVID-19 en situaciones muy adversas… desgraciadamente son muchos también, quienes no logran superarla.

Ya estamos en el punto de ver amigos cercanos jóvenes, sanos, a quienes uno esperó que les diera “como si fuera una simple gripa”, que entran en cuadros de terapia intensiva, que requieren de apoyo para respirar, y que se debaten entre la vida y la muerte. Finalmente reconocemos que nada es seguro, que luchamos en contra de un virus que seguimos sin terminar de entender, y que justo cuando creíamos tener todo bajo control, resulta que muta, se transforma y se refuerza.

Estas últimas semanas he dado más pésames que en toda mi vida, he visto partir a varios familiares de un mismo clan y me he sorprendido ante las dificultades que enfrentan en el proceso aquellos que en su padecimiento y agonía requieren de tanques de oxígeno o gastan exageradas cantidades de dinero por recargar a diario el suministro a fin de que sus seres queridos tengan un poco de esperanza.

Un aspecto importante a considerar dentro de este momento de crisis es, ¿cómo estamos acompañando a nuestros niños a procesar el dolor ante la partida de un ser querido? Algunos consejos podrían orientar la reflexión hacia la forma en la que actuamos frente a ellos, porque pensar en eso implica al mismo tiempo, volver a los principios de nuestra propia filosofía de vida.

Algunos consejos que la comunidad de psicología infantil da para que los niños puedan afrontar de mejor manera estas circunstancias:

  • Evita hablar de la muerte como si fuera algo irreal, como si solo se tratara de un sueño

  • Escucha y pon atención a sus expresiones

  • Sé receptivo a la manifestación de sus emociones

  • Ayúdale compartiendo también tus propias experiencias

  • Permite que se exprese a través del llanto, el dibujo o la escritura.

  • Deja que participen en los rituales de despedida.

Al revisar estas recomendaciones debemos apuntar dos cosas: en primer lugar los rituales han quedado suspendidos en la mayoría de los casos en los que la defunción se da por la enfermedad del covid. No hay velorios, no hay ceremonias religiosas, ni pueden asistir familiares a los entierros o cremaciones. Por otro lado, desde hacía ya tiempo, veníamos arrastrando una era nihilista en la que una profunda crítica a las costumbres vinculadas con las tradiciones principalmente religiosas, fueron quedando rechazadas explícitamente o de forma velada al relegarlas a un plano estético-social.

Juicios que proponen la liberación del ser humano de cualquier principio religioso o dogma de fe, abarcando también el ámbito político o social. El término –nihilismo- proviene del latín nihil, que significa ‘nada’, y se compone con el sufijo -ismo, que significa ‘doctrina’ o ‘sistema’. Ese estado moderno que en consecuencia ha dejado un enorme vacío en la sociedad, un mundo lleno de ansiedades que no se verbalizan y que se refleja a través de un incremento en el consumo de lo material, es criticado por filósofos como el coreano Byung Chul Han, quien entiende los ritos como acciones simbólicas que cohesionan a las colectividades a través de estos enormes significantes con los que un grupo define señales de identidad.

Actualmente lo que estamos viendo es una cantidad enorme de comunicación sin esos significantes, sin contenidos que logren abrir el espacio o generar el ambiente en el que la reflexión de la trascendencia o la identidad se plantean para seguir buscando las respuestas a las preguntas que permanecen en la historia de la humanidad.

La cantidad de enfermos, los porcentajes de ocupación en los hospitales, la cobertura de vacunas o el impacto en métricas de economía, son datos que permiten identificar el contexto en el que nos encontramos para proponer medidas estratégicas ante la contingencia, pero que no nutren, ni dan valor si no van acompañados del diálogo en comunidad. Eso es lo que hace la filosofía, hablar, reflexionar y comunicar el sentido que se le va dando al momento pasado, presente y futuro.

Ya decíamos desde el comienzo de esta pandemia, que aquella frase de “mientras los muertos no sean tus muertos, seguirás sin obedecer las medidas de protección”, no es del todo cierta; quienes no dan sentido a las señales de los tiempos, a la lógica de los comportamientos y se dejan arrastrar por una serie de pensamientos conspiranoicos, retan al sistema al “burlar” la sana distancia, el uso de cubrebocas o todas las posibilidades de higiene que demandan esta y todas las enfermedades que ya conocemos, entendiendo como una forma contestataria y de liberación aunque sin elementos de una reflexión analítica y profunda.

Criticados como forma de adoctrinamiento y control, los ritos siguen siendo un modo de expresar pensamientos y sentimientos a través de categorías que nos hermanan en la cultura que sigue buscando desesperadamente formas para mantener la comunicación profunda.

Desear a mis amigos resignación, enviar una oración, confiar que sus familiares ya descansan en paz, son referentes que tienen cargas implicadas en la búsqueda de consuelo ante momentos en los que nuestros corazones buscan un remanso de protección y seguridad mediante conexiones fraternas. Si eso lo sentimos los adultos, si nosotros hoy estamos viviendo la incertidumbre, el miedo y la preocupación, y requerimos de expresiones concretas para salvarnos del vacío existencial, ¿cuánto más nuestros niños?

Compartamos con ellos desde sus recursos, desde sus necesidades y seamos atentos ante la evolución de una generación que responde a retos muy diferentes a los que cualquiera pudo imaginar.

Hubiera sido mejor —dijo el zorro— que vinieras a la misma hora. Si vienes, por ejemplo, a las cuatro de la tarde; desde las tres yo empezaría a ser dichoso. Cuanto más avance la hora, más feliz me sentiré. A las cuatro me sentiré agitado e inquieto, descubriré así lo que vale la felicidad. Pero si tú vienes a cualquier hora, nunca sabré cuándo preparar mi corazón… Los ritos son necesarios.

Antoine de Saint Exupery

Mat. y M. en C. Isabel Alejandra María Venegas Salazar

E-mail: isa venegas@hotmail.com

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