OPINIÓN
Por fin se acabarán las guerras de lodo: La fiesta pagada y el bufet horroroso
Con todo respeto, por Jorge Zul de la Cueva //
Me parece que las elecciones, contrario a lo que dijo Heráclito son volver al mismo río de lodo. Los procesos son cansinos, repetitivos, previsibles, con frases hechas, momentos calendarizados y costales de lugares comunes.
Ante un señalamiento de cualquier índole, cierto o falso publicado por un medio prestigioso o un pasquín; hecho por un adversario o por una autoridad; con pruebas o sin ellas sigue la cantaleta: Si me atacan es porque estoy arriba en las mediciones, es miedo.
Si se está abajo en todas las encuestas: Me ponen abajo porque me temen, es porque voy a ganar, todos sabemos que las encuestas no reflejan la realidad, son mediciones cuchareadas de mis adversarios, yo tengo mis propias mediciones y vamos muy arriba.
Si se está arriba en una medición: Ya ganamos. Y a poner a compartir todo en redes… Así sucesivamente. Y claro sobra quién produce sus propias encuestas sin metodología y como meros instrumentos de propaganda.
El problema de los políticos esta vez, es que casi no hay público y los vendedores de patrañas están solos ante una gradería vacía, enfrentando una apatía brutal, un desinterés tal, que el circo de lodo y falsas promesas se está quedando con los boletos en taquilla.
Creo que este desinterés se debe en buena medida a que la sociedad ve en la clase política a un grupo que se dedica a fingir que gobierna, a una mafia incompetente que no va a resolver nada sin importar quién llegue. El descrédito es tal que ya no pueden ni desacreditarse entre ellos, no interesa. ¿Qué hay en Netflix?
Pero más allá de la apatía en torno a un proceso en el que sobran candidatos y falta todo lo demás ha llegado la hora de votar y el problema es que bailemos o no bailemos la fiesta ya está pagada.
Cada voto potencial tendría un costo de 291 pesos si se respetaran los topes de campaña. No parece mucho, pero si lo multiplicamos por de un padrón de 94 millones 980 mil electores la cuenta nos sale en 26 mil 725 millones de pesos.
El número sale del presupuesto del Instituto Nacional Electoral para las elecciones (19 mil 593 millones) y el de los Partidos Políticos para hacer campaña (7 mil 159 millones).
Es muchísimo dinero y da pena tirar más de la mitad de las boletas y por ende la inversión a la basura por desinterés y abstención. Me parece un despilfarro lamentable.
Pero entonces, si ya dijimos que las opciones están horribles: ¿Cómo participar? ¿Por quién votar? El discurso de los partidos y sus propagandistas no puede ser más paradójico y esquizofrénico.
En la elección de diputados federales no votes por Morena porque es como el PRI, mejor vota por la Alianza que hizo el PRI con el PAN y el PRD pero no vayas a hacer eso por diputados locales donde no hay alianza y el PRI y el PAN están divididos y peleados a muerte, ahí vota por el que pueda ganar porque las ideologías valen gorro y los partidos son genéricos intercambiables.
No me jodan. En ese planteamiento no hay nada que mueva a nadie a votar con emoción salvo el odio a Morena.
En la elección de munícipes y gobernadores es un poco lo mismo. El discurso es vota útil, que quiere decir que elijas a quien puede ganarle a Morena aunque se trate del mismísimo anticristo porque Morena es peor que el anticristo. Eso ni es un argumento.
Por otro lado, si le haces caso a Morena hay que votar en cascada por Morena porque sus rivales representan lo peor del pasado que quiere volver y son el mismísimo anticristo.
Vota por los candidatos de Morena sin importar que algunos de ellos vengan justo de ejercer de anticristo en otros partidos.
Tampoco tiene sentido.
¿Entonces? A tomarse una aspirina, a revisar los propios distritos locales y federales y los candidatos a munícipes o gobernador y sus planillas y votar, cruzado o como de la gana entendiendo que no hay ideologías que valgan ahora, que el voto útil es un cuento para no razonar el voto y aunque el menú sea poco apetecible, la fiesta ya está pagada y de entre esas opciones alguien tiene que gobernar. Entre toda esa paja hay personas y proyectos que vale la pena apoyar, ojalá en su boleta haya uno de ellos.
Antes se votaba con ilusión y el desencanto se iba generando con el desgaste, hoy votamos desilusionados a priori, a eso hemos llegado.
