OPINIÓN
Ajedrez político
Opinión, por Miguel Ángel Anaya //
El ajedrez es uno de los juegos de mesa más interesantes que se pueden practicar. A partir de la famosa serie de Netflix, Gambito de Dama, este “deporte ciencia” duplicó su número de seguidores en las páginas de internet, las búsquedas en Google sobre las reglas del juego aumentaron de forma significativa y la venta de tableros creció exponencialmente.
El ajedrez estimula distintas capacidades del ser humano, diversos estudios han comprobado que la práctica de este juego aumenta la capacidad de análisis y de síntesis, incentiva la creatividad y la imaginación, puede ayudar a prevenir Alzheimer, entre muchos otros beneficios. Desde mi punto de vista, entender los movimientos de las piezas y la configuración del tablero nos ayuda a entender la vida y la política. Diversos maestros ajedrecistas nos han dejado frases, anécdotas y analogías que nos remiten al quehacer político.
El desarrollo del juego se divide básicamente en tres fases: apertura, medio juego y final. Quien comienza de manera correcta, tendrá una formación sólida y podrá llegar con posibilidades de triunfo al final de la partida. La apertura del juego reclama ciertos principios básicos: buscar el control del centro, desarrollar piezas menores antes que las mayores y enrocarse lo antes posible -entendido como cuidar al rey-. La vida y la política se basan en principios similares, quien logra una buena preparación, quien es centrado, quien tiene un plan en concreto y quien cuide lo importante desde un inicio (la salud, los valores, la educación, entre otros), seguramente tendrá un mejor desarrollo personal y profesional. Como todo, una buena apertura no garantiza el éxito, ¡pero como ayuda!
Una vez que se han terminado los movimientos de apertura que en general son conocidos por la mayoría de los aficionados, comienza el medio juego; aquí es donde se muestra la táctica de cada jugador, los participantes deben elegir una estrategia, esta puede ser jugar moderadamente, buscar una partida agresiva, lograr el posicionamiento de ciertas piezas, etcétera. No se trata de suerte, se busca un plan de juego que dependerá de muchos factores para que funcione.
Después de analizar la posición de las piezas, se proponen cambios y sacrificios de fichas. Se considerará una pieza mala a aquella que tenga poca relevancia en la configuración actual del tablero o que incluso, aunque no esté mal, su sacrificio nos podría ayudar a vulnerar al rey enemigo, aumentando las posibilidades de triunfo. Así pues, en analogía con la política, los cambios en los gabinetes de los gobernantes generalmente se dan después de la mitad del sexenio, buscando hacer un buen cierre de administración o posicionar a los que se desea que sean los próximos candidatos. Diría el Gran Maestro de ajedrez, Paul Keres: “Quien no asume un riesgo nunca ganará una partida.”
Finalmente hay que entender que, en el ajedrez, en la política y en la vida, no basta con lo que uno haga, hay otros jugando la misma partida que nosotros, con intereses similares, que algunas veces se enfrentarán. Hay miles de posibilidades en el juego y el escenario cambia con cada decisión y acción que tomemos o que tomen los de enfrente.
La semana pasada vimos a algunos actores cercanos al Presidente destapar sus precandidaturas en la búsqueda de ser los próximos dirigentes de nuestro país. ¿Se habrán adelantado? ¿Su apertura fue la correcta? ¿Qué estrategia tendrán para el desarrollo de su medio juego? ¿Tendremos sorpresas más adelante? Seguramente sí. ¿La oposición se quedará de brazos cruzados? Seguramente no. Aún falta mucho en el desarrollo de esta partida, los acomodos en el tablero político, la estrategia que asuma cada jugador y, sobre todo, la seguridad o vulnerabilidad del “rey de palacio” serán definitorias para elegir al ganador o ganadora de la contienda interna de los que hoy gobiernan.
Tienen una gran ventaja, sus cargos les dan una alta exposición mediática y cuentan con una serie de recursos que les permiten trabajar una estructura, así que juegan con blancas. De momento a esperar y a evitar caer en los siete pecados del ajedrez que según Savielly Tartakower son: “superficialidad, voracidad, falta de valor, inconsecuencia, pérdida del tiempo, bloqueo y excesivo amor a la paz.”
