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MUNDO

Con la pandemia crece la desigualdad: La entronización mundial del capital privado

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Economía global, por Alberto Gómez-R. //

El Gran Reinicio o The Great Reset de la economía mundial se manifiesta de muy diversas maneras y es apreciable desde distintos ángulos también; haya sido planeado –como muchos de los llamados conspiranoicos alegan- o no, lo cierto es que a raíz del inicio de la pandemia del covid-19, todo ha cambiado, muy pocas cosas han permanecido igual que antes del 2020, incluida la manera en que ahora se aprecia el mundo, las relaciones, el trabajo, la familia, la política, la naturaleza y la sociedad en general.

«La pandemia representa una oportunidad, inusual y reducida, para reflexionar, reimaginar y reiniciar nuestro mundo y forjar un futuro más sano, más equitativo y más próspero.» – Profesor Klaus Schwab, Fundador y Presidente Ejecutivo del Foro Económico Mundial (WEF).

La iniciativa del Gran Reinicio del Foro Económico Mundial busca nuevas ideas para aprovechar este momento único en la historia que ofrece la interrupción de la economía, la política y la vida diaria para catalizar un nuevo enfoque en el funcionamiento de nuestras sociedades.

Los participantes del Foro Económico Mundial han diseñado planes y acciones de nuevos esquemas económicos supuestamente dirigidos al logro de los objetivos del desarrollo sostenible. La expresión The Great Reset fue sugerida por el príncipe Charles de Inglaterra, conjuntamente con el Coordinador del Foro Económico Mundial, Klaus Schwab. Este orden está urdido por aquellos que el informe “Tiempo para el cuidado”, de la OXFAM (ONG inglesa que mide los niveles de riqueza y de pobreza en el mundo), señala como las élites económicas.

La desigualdad económica está fuera de control. Según ese informe, en 2019, los 2,153 milmillonarios que hay en el mundo poseían más riqueza que 4,600 millones de personas. Los 22 hombres más ricos del mundo poseen más riqueza que todas las mujeres de África. Estos ejemplos de riqueza extrema conviven con un enorme nivel de pobreza. Según las estimaciones más recientes del Banco Mundial, prácticamente la mitad de la población mundial vive con menos de 5,50 dólares al día, mientras que el ritmo de reducción de la pobreza ha caído a la mitad desde 2013. El 1% de este grupo tiene más del doble de la riqueza de 6,900 millones de personas. Con la pandemia se han hecho todavía más ricos. (Oxfam Internacional, 2020)

Tal parece que el coronavirus no sólo es el origen del nefasto padecimiento del Covid-19, sino también de una pandemia de pobreza y mayor desigualdad, en la que se acrecienta la brecha entre ricos y pobres.

Esta enorme brecha es consecuencia de un sistema económico fallido y sexista. Se trata de un modelo económico defectuoso que ha acumulado enormes cantidades de riqueza y poder en manos de una élite rica, cuyos beneficios se deben en parte a la explotación del trabajo de mujeres y niñas y a la vulneración sistemática de sus derechos.

En lo más alto de la economía global se encuentra una pequeña élite de personas con fortunas inimaginables, que van incrementando exponencialmente su riqueza sin apenas esfuerzo, independientemente de si aportan o no un valor añadido a la sociedad.

Mientras, en la parte más baja de la escala económica, se encuentran las mujeres y las niñas, especialmente aquellas que están en situación de pobreza o pertenecen a colectivos excluidos, que dedican al trabajo de cuidados no remunerados 12,500 millones de horas diarias, e incontables horas más a cambio de sueldos de pobreza. Su trabajo es sin embargo imprescindible para todas las comunidades. Es la base sobre la que se asienta la prosperidad de las familias, así como la salud y la productividad de la mano de obra.

Oxfam ha calculado que este trabajo aporta a la economía un valor añadido de, al menos, 10,8 billones de dólares. Se trata de una cifra enorme que, sin embargo, es una subestimación muy por debajo del valor real. A pesar de ello, las personas más ricas, en su mayoría hombres, acaparan la mayor parte de los beneficios económicos. Vivimos en un sistema injusto que explota y excluye a las mujeres y niñas más pobres, y acumula una creciente cantidad de riqueza y poder en manos de una pequeña élite rica.

La ONU advierte de más retrocesos en los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), cuyas metas a cumplir en 2030 ya estaban retrasadas antes de la pandemia. Las sombrías perspectivas de recuperación se han visto agravadas por las dificultades de la deuda y las drásticas caídas de la inversión y el comercio.

Es necesario diseñar en forma apropiada el alivio, la recuperación y las reformas. Para el Fondo Monetario Internacional (FMI), las reformas que favorecen el crecimiento podrían mejorar significativamente el crecimiento de las economías de mercado emergentes y en desarrollo durante la próxima década.

Los bancos centrales han tenido un papel primordial para el desarrollo de las naciones, históricamente. La financiación de la inversión pública ha sido uno de los principales objetivos de estos bancos, ya sea a través de la emisión de bonos, o el manejo de las políticas macroeconómicas.

Sin embargo, uno de los secretos mejor guardados es el origen privado de los bancos centrales. Esta es la clave del nacimiento del sistema financiero que hoy tiene al mundo de rodillas. Y el hecho es que tanto la Reserva Federal, como el Banco de Inglaterra, el Banco Central Europeo o el Banco de Pagos Internacionales son instituciones privadas.

Las drásticas fluctuaciones de los déficits y superávits en cuenta corriente en 2020 obedecieron a cuatro principales tendencias derivadas de la pandemia: 1. Disminución de los viajes; 2. Desplome de la demanda de petróleo; 3. Auge del comercio de productos médicos; Desplazamiento del consumo de los hogares.

Todos estos factores contribuyeron a que algunos países experimentaran aumentos de los déficits en cuenta corriente, es decir compraron más de lo que vendieron, o, por el contrario, a mayores superávits en cuenta corriente, en los países que vendieron más de lo que compraron. Las favorables condiciones financieras mundiales, gracias al “apoyo” de política monetaria sin precedentes de los principales bancos centrales, permitieron que a los países les fuera más fácil financiar mayores déficits en cuenta corriente.

Además de estos factores externos, la pandemia dio lugar a un masivo endeudamiento público para financiar los servicios de salud y proporcionar apoyo económico a hogares y empresas, lo cual incidió de forma considerable y desigual en las balanzas comerciales.

El alto costo de las vacunas, aunado a la obligatoriedad de inocularlas a la mayor cantidad de población como parte del condicionamiento para la movilidad humana, productos y servicios, aumenta drásticamente los niveles de endeudamiento de los gobiernos con los grandes capitales privados, ya sea a través de instrumentos financieros –como los bonos- o préstamos soberanos, aunados a condiciones sólo favorables para los prestamistas.

Abraham Lincoln, 16º presidente de los Estados Unidos, quien abolió la esclavitud y sentó las bases para las libertades individuales en la Constitución, dijo:

Los poderes monetarios se aprovechan de la nación en tiempos de paz y conspiran contra ella en tiempos de adversidad. Es más despótico que una monarquía, más insolente que la autocracia y más egoísta que la burocracia. Denuncia como enemigos públicos a todos los que cuestionan sus métodos o arrojan luz sobre sus crímenes. Como resultado de la guerra, las corporaciones han sido entronizadas, vendrá una era de corrupción en las altas esferas y los poderes monetarios del país se esforzarán por prolongar su reinado trabajando sobre los prejuicios de la gente hasta que toda la riqueza se acumule en unas pocas manos y la República sea destruida”.

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