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MUNDO

La derrota moral de EEUU: Afganistán ¿qué está pasando?

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A título personal, por Armando Morquecho Camacho //

Una de las imágenes más impactantes que se pudieron observar la semana pasada, tanto en redes sociales como en noticieros, fue la de los miles de afganos que emprendieron una lucha de desesperación y angustia dentro del aeropuerto de Kabul, ciudad capital de Afganistán.

En esas imágenes, se podía observar un gran número de personas que se aferraban con todas sus fuerzas a aviones comerciales y de la Fuerza Área de Estados Unidos que estaban por abandonar un país que caía en las manos de los insurgentes talibanes.

Para los afganos, esta situación automáticamente los trasladaba a 1996, cuando los talibanes tomaban el control de Afganistán después de capturar Kabul durante la larga y compleja guerra civil afgana que asoló el país durante muchos años.

En aquel entonces, luego de capturar la capital, los talibanes establecieron un gobierno basado en su interpretación extrema de la ley islámica y gobernaron durante 5 años, en este periodo, a las mujeres se les prohibió trabajar, asistir a la escuela o salir a la calle sin un pariente masculino, mientras que a los hombres se les obligaba a dejarse crecer la barba y usar gorra o turbante, entre otras cosas, y evidentemente, quienes incumplían con estos mandatos recibían castigos, los cuales, iban desde ser azotados y golpeados, hasta ser humillados públicamente.

Pero para los afganos, las cosas cambiaron (de cierta forma) en el 2001, ya que después de los atentados terroristas del 11 de septiembre en Estados Unidos, el presidente George W. Bush anunció que se había lanzado un ataque contra grupos terroristas y objetivos talibanes en Afganistán, toda vez que el gobierno talibán había rechazado la demanda norteamericana de entregar a los líderes de Al Qaeda que planearon los mencionados ataques desde bases en el país en cuestión.

Una vez dentro del país, las tropas estadounidenses derrocaron, bastante rápido, al gobierno talibán y de paso, aplastaron a sus fuerzas de combate. Para el 2003, el entonces secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, anunció el fin de las principales operaciones de combate en Afganistán.

Una vez logrado lo anterior, Estados Unidos se dedicó a reconstruir un Estado fallido estableciendo una democracia de estilo occidental, para esto se invirtieron miles de millones de dólares para recomponer un país que estaba hundido en la pobreza y que había sido devastado por décadas de guerra, que incluyen, la ya mencionada guerra civil, y una ocupación soviética durante los años 80.

Derivado de lo anterior, la intervención se puede decir que tuvo algunos éxitos, ya que además de instalar un nuevo gobierno, lograron construir algunas escuelas, instituciones públicas y hospitales, además, niñas regresaron a la escuela y mujeres, que fueron condenadas al hogar, lograron no solo incorporarse a trabajos, sino que ingresaron a la universidad y hasta se sumaron al gobierno y al parlamento.

No obstante, el proyecto tuvo que enfrentar a un nuevo enemigo: la corrupción desenfrenada que terminó con miles de millones de dólares, que originalmente estaban destinados para obras e inversión, terminaron malversados o robados.

Tiempo después, en el 2014, después de que el mismo Pentágono llegara a la conclusión de que la guerra no podría ganarse militarmente y que solamente un acuerdo negociado podría poner fin al conflicto, Obama puso fin a las principales operaciones de combate, para dedicarse a entrenar y ayudar a las fuerzas de seguridad, decisión que permitió a los talibanes avanzar y recuperar algunas ciudades.

Algunos años después, y ahora, con Donald Trump como presidente, se firmó un acuerdo con los talibanes a través del cual se pedía la salida de todas las fuerzas estadounidenses de Afganistán para el 11 de mayo, plazo, que fue extendido al 11 de septiembre por el Joe Biden, quien además, pidió a los talibanes cortar lazos con grupos terroristas, reducir la violencia y negociar con el gobierno.

Pero obviamente, como este «acuerdo» carecía de medidas de imposición que obligaran a los talibanes a cumplir, las cosas no salieron como se esperaban y poco tiempo después, el gobierno afgano acusó a los talibanes de asesinar a funcionarios gubernamentales, a periodistas y a activistas, incluyendo varias mujeres que fueron balaceadas a plena luz del día.

Cabe señalar, que aun cuando el mismo Pentágono ha declarado que los talibanes no han cumplido con sus promesas, la retirada de las tropas estadounidenses no se detendrá, de hecho, el mismo Joe Biden ha señalado que al ver cómo los líderes políticos del país han huido, y como los militares han depuesto las armas después de dos décadas de entrenamiento estadounidense, no le queda la menor duda que poner fin a una incursión que ha costado la vida de 2,448 miembros del servicios estadounidense, 3,846 contratistas militares, y 66,000 militares y policías afganos, ha sido la decisión correcta.

La victoria de los talibanes puede tener muchas implicaciones, principalmente, el fortalecimiento de la amenaza terrorista, toda vez que estos movimientos ganaron mucho poder e influencia en la región durante el gobierno talibán de 1996, por ello, esta victoria abre las puertas a que las organizaciones terroristas puedan comenzar a operar abierta y libremente tanto dentro, como fuera del país.

Pero obviamente, los consecuencias de estos sucesos en Afganistán no se pueden reducir únicamente al terrorismo, hacerlo sería una visión muy simplista y estereotipada sobre un problema que va más allá de lo bélico.

Uno de los aspectos que deberemos seguir muy de cerca será la influencia que puede llegar a ganar China dentro de la región afgana, ya que la salida de Estados Unidos que hoy por hoy se marcha del territorio con una enorme derrota moral, dejará abierta una ventana de oportunidad para que la República Popular amplié su proyecto político y económico a otros países, ganando simpatías y dándole a muchos países razones para ver en ellos al aliado que antes creían encontrar en Estados Unidos.

Ahora, en cuanto a Estados Unidos, es importante señalar que el Presidente Biden tiene razón cuando afirma, para justificar su salida de Afganistán, que las tropas de Estados Unidos no pueden pelear una guerra que sus aliados no están dispuestos del todo a pelear, sin embargo, a diferencia de otras ocasiones, ahora, todas las decisiones que tome Estados Unidos en conflictos de este tipo pueden ser cada vez más delicadas, esto debido a que todos estos eventos tienen un trasfondo político bastante complejo que pueden poner el riesgo en liderazgo mundial de Estados Unidos.

En ese sentido, Joe Biden deberá entender que retirar el apoyo militar no es impedimento para tomar otro tipo de medidas migratorias y humanitarias en beneficio de aquellos afganos que dedicaron su vida en muchos sentidos a brindar su apoyo tanto al ejército como a los cuerpos diplomáticos y empresas de Estados Unidos, y que desgraciadamente, hoy deben esconderse junto a sus familias.

Asimismo, y para cerrar, esta situación deberá ser un parteaguas para replantear seriamente el papel de la ONU como árbitro y puente de comunicación para solucionar conflictos de esta naturaleza priorizando la vida y bienestar de los ciudadanos que continúan pagando los platos rotos por decisiones de políticos que simplemente abandonan un país dejando su futuro incierto.

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