OPINIÓN
El valor de la voluntad: Migración y el Edicto de Caracalla
A título personal, por Armando Morquecho Camacho //
(PRIMERA PARTE) Si bien es cierto que la historia tiene un sinfín de eventos catastróficos y lamentables que debemos conocer a fondo para evitar que se repliquen en nuestra época, también es cierto que debemos conocer y entenderla de tal forma que podamos ser capaces de tomar algunas lecciones no tan lamentables y tratar de perfeccionarlas para nuestro beneficio.
Algunas personas dicen que entender al antiguo Imperio Romano, nos ayuda a conocer y/o entender un poco mejor nuestra época, ya que para bien o para mal, Roma, está enraizada en muchas de nuestras tradiciones políticas, culturales, literarias, y hasta en nuestra forma de pensar, y aunque no debemos cometer el error de considerarlos héroes como tal, tampoco debemos cometer el error de no tomar en serio a uno de los imperios más grandes en la historia de la humanidad.
Aunque la historia del Imperio Romano está repleta de historias fascinantes e historias devastadoras que vale la pena analizar, esta semana me limitaré a hablar un poco sobre una de las reformas más importantes durante la Dinastía de los Severos y que además, produjo una serie de repercusiones en el derecho civil y en el ámbito fiscal y tributario del imperio.
La Constitutio Antoniana o Edicto de Caracalla, fue promulgado por el emperador Marco Aurelio Severo Antonio Augusto, durante muchos años, este ordenamiento ha sido objeto de discusión entre muchos historiadores, ya que algunos aseguran que éste es uno de los precedentes de políticas migratorias más importante de la historia, mientras que otros aseguran que lo que este ordenamiento perseguía era un incremento de los ingresos fiscales, siendo esta última una de las teorías más aceptada hasta la fecha.
No obstante, la realidad es que el Edicto de Caracalla, aunque realmente sí tuvo fines fiscales, también tuvo implicaciones migratorias muy ambiciosas y progresistas para su época, ya que con un simple plumazo de Caracalla, 30 millones de personas obtuvieron la ciudadanía, de tal manera que todos los habitantes libres del imperio, adquirirían la ciudadanía romana.
Esto abrió todo un abanico de posibilidades para la ciudadanía, ya que significaba tener acceso a todo el derecho civil romano, facilitando así el acceso a cargos públicos, igualdad de derechos y también, generando un impacto bastante positivo en el comercio ya que permitió el incremento de ingresos fiscales que eventualmente financiarían las campañas militares del imperio.
Ahora, aunque este precedente histórico es importante a la hora hablar de migración y reconocimiento de derechos, como mecanismo de legitimación e identidad nacional, también debemos tener muy presente que es necesario ser cuidadosos a la hora de comparar, puesto que los contextos son completamente diferentes y las circunstancias de este otorgamiento de ciudadanía que generó en Roma, tiene poco que ver con las condiciones con las que viven hoy la mayoría de los indocumentados.
Pero lo que sí podemos y debemos destacar, es que en Roma, la clase gobernante entendió que si algunas de las personas que habitaban su estado no eran consideradas nada, probablemente, estar fuera del sistema, acabaría generando algo pernicioso para el sistema, por lo cual, era fundamental dejar claro que la dicho ‘’Patria est ubicumque est bene’’ ( la patria está donde quiera que se esté bien) más que una simple frase, tenía que ser un valor digno del Imperio Romano.
Sin lugar a duda, el tema migratorio y de indocumentados es uno de los mayores desafíos del siglo XXI puesto que este conflicto atañe también a otros problemas a los que nos enfrentamos: desigualdad social, corrupción y cambio climático, por lo cual, analizar este fenómeno en su totalidad es fundamental, para que de esta manera, se puedan abordar de una manera más precisa y responsable los pros y los contras que pueden generarse a través de políticas migratorias.
Primero que nada, lo que debemos señalar es que los migrantes, aunque muchos no lo crean, se han logrado convertir, en los países y sistemas correctos, en un activo económico y social para muchos países, y para corroborar esto, les daré algunos datos que me parecen interesantes: por un lado, el 35% de los ganadores del premio nobel en química, física y medicina son inmigrantes, a su vez, el 55% de startups norteamericanas valuadas en más de 1000 millones de dólares, y al menos el 45% de las empresas del ranking Fortune 500, fueron fundadas por al menos un inmigrante o los descendientes de uno.
En ese orden de ideas, si queremos buscar un ejemplo moderno sobre el éxito de la inmigración y/o migración, realmente tenemos que voltear a ver a nuestro vecino del norte, ya que pese a los discursos xenófobos y de odio de su ex presidente, la inmigración fue, es y seguirá siendo parte de la historia de éxito de Estados Unidos.
Ahora, si bien es cierto, que en el país en cuestión, el racismo, la discriminación y alrededor de los migrantes aun es un problema constante, ciertamente el éxito con el que la política económica del país ha logrado que ellos se integren a la sociedad, es uno de los puntos que, al igual que en el caso del Edicto de Caracalla que es un gran ejemplo de voluntad política, debemos rescatar.
En el caso de nuestro país esta comunidad equivale al 1%, pero pese a eso, de un universo de 328 fundadores de compañías, el 31% fueron identificados como extranjeros, los cuales, han creado cerca de 9,800 empleos y han aportado en recaudaciones, cerca de 1.72 millones de dólares, de la misma manera, cerca del 95% de patentes otorgadas por el IMPI, han sido para empresas y/o ciudadanos con país de origen distinto al nuestro.
Pese a todo esto, nuestros ordenamientos aún son muy restrictivos cuando se trata de hablar del trabajo para migrantes, por ejemplo, el artículo 7 de la LFT señala que en una empresa o establecimiento, el patrón está obligado a emplear un 90% de trabajadores mexicanos, por lo menos, lo cual, realmente no está en sintonía con las dinámicas locales e internacionales.
En México, el discurso migratorio cada vez es más frecuente en la esfera pública, pero la realidad, nos permite notar que estas declaraciones, se toman más como principios que como un eje articulador de acciones específicas integradas a los proyectos de nación.
Hablar de migración es hablar de dignidad y de derechos humanos, pero actuar para atender estos problemas en congruencia con lo que se manifiesta a través de discursos, y además, con total apego a los Derechos Humanos reconocidos por nuestra Carta Magna, es la única manera que existe para dignificar las causas de aquellas personas que abandonan su tierra por falta de oportunidad.
El siglo XXI se debe de caracterizar por la constante lucha social y política de romper esquemas y cambiar paradigmas, en ese sentido, en gran parte, si queremos hablar de progreso, debemos entender que esto no solo se relaciona a lo económico, sino también a lo cultural e ideológico, siendo la apertura a la pluralidad, el primer paso en este proceso de desarrollo económico, político, social y cultural.
