OPINIÓN
López Obrador y nuestra maldición gitana
																								
												
												
											Serendipity, por Benjamín Mora Gómez //
Daniel Eskibel nos habla de defender el poder, conquistar el poder, luchar contra el poder, ejercer el poder, destruir el poder, negar el poder, descentralizar el poder… el poder obsesiona y, a veces, enferma hasta volverse patológico llegando a ser la vida misma para quien lo pretende.
Al hablar del poder no solo nos referimos a una relación social sino por, sobre todo, a ese algo estructurante de la subjetividad y la intersubjetividad, profundamente emocional.
En el poder, el carisma es importante al intentar conquistar, pero lo es más a la hora de gestionarlo y ejercerlo. Cuando se intenta conquistar, la inteligencia social del político se hace esplendorosa; al ejercer el poder, a veces, se vuelve torpe.
Hace unos días estuvo en Jalisco, Alejandro Moreno, presidente el Comité Ejecutivo Nacional del Revolucionario Institucional; se reunió con quienes ejercen la política-política, y olvidó a quienes han hecho realidad la política pública. Alejandro Moreno deberá comprender que el poder se gana en las calles, pero se refrenda por pueblo satisfecho con el ejercicio hecho gobierno.
El refranero mexicano parece olvidado, pero, aun así, sus verdades son pequeñas biblias. De ellos quiero recordar un dicho: “Lo que no has de querer, en tu casa has de tener.”
Morena -el partido del presidente- es como un barco que navega según el criterio de su capitán, sin una ruta de viaje que contenga rumbo y destino bien conocidos. Con su pretendida Cuarta Transformación, el gobierno de López Obrador encalla en cualquier risco o bajo de arena.
Hoy, la Cuarta Transformación vuelve a hacer de la suyas a través de sus diputados federales que reviven las tiendas de raya de tiempos de Porfirio Díaz, al aprobar una iniciativa de ley, según la cual, los empleadores podrán descontar deudas bancarias de forma directa del sueldo de sus trabajadores.
Al presidente le fallan sus querencias: Sus hermanos fueron filmados mientras recibían dineros indebidos durante su campaña electoral; Delfina Gómez arrancó sueldos a sus trabajadores municipales para formar su guardadito político; Andrés Manuel López Beltrán -su hijo- le salió con aspiraciones de niño burgués, y sus diputados federales ahora resultaron porfiristas, días previos a su consulta de ratificación de mandato. Al presidente, y quizá a México, les hace falta una mañanera desde Catemaco, Veracruz, donde Lord Molécula y sus demás arrastrados se queden en la Ciudad de México con sus malas vibras, e inviten al Brujo Mayor “Jaguar Negro” para que las cosas le empiecen a mejorar, claro, antes deberá ponerse a trabajar.
Tenemos a un presidente incapaz de cumplir con sus obligaciones constitucionales y carente de voluntad. Desde sus miedos al ejercicio responsable de su cargo, López Obrador se justifica echándole la culpa a un pasado que cada día le queda más lejos.
El dicho “Lo que no has de querer, en tu casa has de tener” hace alusión a esas cosas que no quieres que te pasen pero que te suceden cuando menos esperas y al presidente se le acumulan.
No me siento ni medianamente satisfecho con los resultados del gobierno de Andrés Manuel López Obrador, pero también soy de quienes no quieren que se vaya y deje en sus diputados la elección de quién lo supla. El presidente es una maldición para México. Cada día se inventa una nueva forma de destruir al país. Su incompetencia no tiene límites.
El comer ansias con la salida anticipada del presidente López Obrador nos puede mandar a la tumba social, ambiental, económica y política.
Estamos a unos días de que el Instituto Nacional Electoral nos consulte si queremos que López Obrador se quede o se vaya, y llama la atención que ni los astros ni sus diputados se le alinean. El presidente no se ayuda ni a sí mismo; va de tumbo en tumbo, y ahora, ni sus borreguitos -no es insulto- cuaternarios -es definición- le ayudan. Soy de quienes creen que el presidente debe terminar su mandato y luego irse a La Chingada, en su rancho en Tabasco.
Se atribuye a Oscar Wilde, pero también a la antigua sabiduría china, la frase “Ten cuidado con lo que deseas, porque se puede cumplir”, y desear que se quede o vaya puede ser igual de malos.
A López Obrador le gusta huir de la realidad. Sus otros datos así lo demuestran. Aspiró a la presidencia de la República y por ello fue aspiracionista que ahora critica. En aquellos años nunca se imaginó las complejidades de ser presidente y quizá por ello su pereza creció de manera desmedida. No puede más, lo ha dicho… no podemos más, otros lo creemos.
Éste no es un gobierno sincero. Los gobiernos anteriores tampoco lo fueron en la medida que deseábamos y quizá merecemos. Ser sincero tiene que ver con la honestidad y valía personal. La honestidad brilla por su ausencia, y lo que hay ni es honesto ni menos valiente.
México me duele y Andrés me cansa. Ya es hora de ponerse a trabajar, aunque se canse y quiera irse antes.
En política se muere en la raya o mejor no se entra.
