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OPINIÓN

La democracia participativa debe ser constructiva y no disruptiva

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A título personal, por Armando Morquecho Camacho //

Uno de los temas públicos más polémicos de los últimos meses ha sido el de la famosa revocación de mandato, que si todo sale según lo planeado, tendrá lugar el próximo 10 de abril.

Desde un inicio, este ejercicio ha estado rodeado de muchos debates y controversias; primero, porque como era de esperarse, fue motivo para que el Gobierno Federal se volviera a confrontar directamente con el INE y con Lorenzo Córdova y segundo, por el trabajo de muchos personajes para desacreditar este ejercicio e invitando a la ciudadanía a no participar.

También, este controversial tema se ha prestado para plantear una serie de teorías con las que se afirma que el ejercicio será todo un fracaso, pero que a su vez, este fracaso estaba presupuestado y en realidad solo será un pretexto para dar un golpe final a la autonomía del INE.

Mucho se ha dicho sobre este tema y definitivamente, mucho se continuará diciendo, especialmente mientras más se acerque la fecha del magno evento, sin embargo, en esta ocasión, no es mi intención como tal criticar, cuestionar o analizar el ejercicio de revocación de mandato per se, más bien mi objetivo el día de hoy es aprovechar este polémico evento para hablar de un tema importante para el desarrollo de cualquier democracia, y que ha sido relegado hasta el último lugar de la lista de prioridades públicas: la participación ciudadana.

Ciertamente no podemos hablar de democracia moderna ni de libertades, especialmente aquellas que atañen nuestra facultad para expresarnos, sin hablar de la participación ciudadana en los temas públicos, toda vez que esto constituye un pilar fundamental para el desarrollo democrático de cualquier nación ya que permite la consolidación de una verdadera democracia representativa.

En ese sentido, resulta preocupante que pese al rumbo que está tomando la democracia en el mundo occidental y pese a que es evidente como la sociedad se replantea cada vez más su papel en el proceso de cambio político, en México, los temas de participación ciudadana se han convertido meramente en herramientas que se sacan del congelador en vísperas de elecciones para preparar la ruta electoral de los comicios próximos.

Pero lamentablemente, esto no es nada más que el resultado de vivir en una época en la que el fanatismo hacia los líderes, sea cual sea su color, es una constante que ha alejado a muchos de la realidad, de forma tal, que las cúpulas, atrapadas en un ciclo sin fin, se encuentran cometiendo una y otra vez el error de creer que el sentir de sus militantes es el sentir generalizado de la ciudadanía, alejándose así de la realidad.

En razón de lo anterior, en aras de refrendar un verdadero compromiso político y democrático, debemos trabajar por crear, y posteriormente, consolidar mecanismos de participación ciudadana efectivos, con los que se pueda incentivar al electorado a jugar un papel más dinámico en la evaluación tanto del desempeño gubernamental, como de las políticas públicas planteadas dentro de un proyecto de gobierno.

De igual forma, debemos de tener muy presente que el objetivo de cualquier ejercicio de participación ciudadana tendiente a evaluar el desempeño de nuestros representantes no debe pensarse desde la idea radical de ‘’despedir’’ a nuestros representantes ya que esto, lejos de fortalecer nuestra democracia, únicamente logrará que nuestro sistema pierda legitimidad.

Un buen ejemplo de cómo esta idea de ‘’despedir’’ o deponer gobiernos es nociva, lo podemos encontrar en los cambios constantes de gobierno en distintos países del mundo, provocados por movimientos sociales que buscan tomar las decisiones propias de la representatividad social que el pueblo confiere democráticamente a sus gobernantes, situación que ha gestado una inestabilidad tan grande que ha logrado desvirtuar totalmente el valor de la participación ciudadana y la importancia de una democracia representativa.

Por ello, es fundamental que los esfuerzos para construir un mejor sistema de participación ciudadana partan de la necesidad de romper la lógica de la partidocracia de tal forma que se puedan impulsar mecanismos con los que se pueda compartir y expresar a nuestros representantes el pulso real, objetivo y generalizado del sentir de la ciudadanía respecto a su desempeño.

La participación ciudadana no debe plantearse desde una visión disruptiva, caótica y destructiva, al contrario, partiendo de la lógica de que una democracia implica disensos y consensos, esto debe plantearse desde una visión meramente constructiva y participativa.

Recordemos que la fortaleza de una democracia se mide con 3 parámetros: el primero, el nivel de libertad en el mercado; el segundo, la fortaleza, independencia y eficacia de las instituciones encargadas de impartir justicia; y por último, el nivel en que los ciudadanos se involucran en temas de interés público.

En México tenemos una deuda enorme en los tres puntos.

En los últimos años, nuestros representantes no solo han fallado a la hora de garantizar el éxito de los primeros dos compromisos, sino que también han fallado en la tarea de crear y socializar de manera efectiva espacios de participación ciudadana, situación que nos permite entender que en cierta medida, la apatía que rodea al mexicano respecto a la política o a los temas públicos no necesariamente se debe a una falta de interés, sino más bien, se debe a la falta de información sobre el trabajo y las actividades que emprenden, o deberían emprender las instituciones encargadas de promover la participación ciudadana.

Es decir, un importante número de ciudadanos ven la política y los temas públicos lejos de su alcance, no creen que su opinión cuente y desconocen que tienen la oportunidad de participar.

En más de una ocasión lo he señalado en este espacio, pero es importante reiterarlo, la democracia, según nuestra Constitución, no es solamente un régimen político, es un sistema de vida fundado en el constante mejoramiento económico, social y cultural del pueblo y todos tenemos la responsabilidad ejercerla todos los días.

En ese orden de ideas, debemos tener muy presente que todo esto debe desarrollarse de tal manera que evitemos que estas actividades caigan en manos de la demagogia, toda vez que estas herramientas de participación ciudadanas no deben de plantearse desde la utilidad que pueden tener para el gobierno, para los partidos políticos o para una futura campaña electoral, al contrario, el desarrollo y planteamiento de estos cambios en la forma que vemos la participación ciudadana, deben de poner a la ciudadanía al frente para así poder devolverle al electorado la importancia que tiene tanto en la vida política de nuestro país y como en la tarea de construir una democracia más fuerte y participativa.

Es así, que solamente con ejercicios de esta naturaleza podremos alcanzar el objetivo de consolidar, como ya lo mencioné anteriormente, una democracia verdaderamente representativa que además sea capaz de abanderar las distintas causas de todas las expresiones sociales que conforman nuestro país.

La participación ciudadana debe de ser uno de los pilares para la prosperidad política y democrática, no más.

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