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OPINIÓN

La errática gestión de Nuevo León: Escasez de agua, el futuro que nos espera

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A título personal, por Armando Morquecho Camacho //

Si me pidieran hacer un top 5 de mis películas favoritas, sin lugar a duda, Mad Max: Fury Road estaría en esa lista. La trama, la banda sonora, el maquillaje, las actuaciones, y por supuesto, los efectos visuales son magníficos y desde mi criterio, es una de las galardonadas más dignas de la década pasada.

En general, la película es excelente y ciertamente no tiene desperdicio alguno, ya que, aunque se desarrolla en un ambiente postapocalíptico de ciencia ficción, me parece bastante significativo que el génesis de su argumento sea un planeta desierto en el que el control del agua, que es un producto escaso, esté en las manos de un cacique que utiliza su poder sobre su suministro, como método de chantaje y sometimiento.

Así pues, en los últimos días he tenido muy presente esta película, no tanto porque sea una de mis películas favoritas, más bien, la he tenido muy presente debido a las crisis ecológicas e hídricas que han estado sonando en las noticias y redes sociales.

Me refiero a la escasez de agua en Nuevo León, y la bomba nuclear ambiental que acecha a los habitantes de Salt Lake City en Estados Unidos, donde la desaparición del Great Salt Lake comienza a preocupar a las autoridades ya que esto podría culminar en una total contaminación del aire alrededor de la ciudad.

En el caso de Nuevo León, la crisis de escasez de agua que ha obligado a las autoridades a implementar cortes diarios en el suministro de agua para los hogares del estado del norte ha desatado una crisis más, ya que, aunado a la pésima calidad de la poca agua que se le está entregando a los hogares, la ciudadanía se ha visto obligada a realizar compras de pánico de agua embotellada para así tratar de garantizar por su propia cuenta, el acceso a este valioso e importante recurso natural.

No obstante, y como era de esperarse, estos dos fenómenos, han desatado un efecto dominó que ha agravado esta crisis ya que, debido a las compras de pánico, los supermercados han limitado la venta de agua embotellada a dos unidades por cliente, y una consecuencia directa de esta decisión, es que se ha fomentado el ‘’mercado negro’’ de agua embotellada, la cual puedes encontrar, según algunos usuarios de Twitter, en $250 pesos la presentación de un litro.

Ahora bien, en lo que respecta a la alarmante disminución de niveles de agua en el Great Salt Lake, esta situación está gestando una bomba nuclear cuya detonación es inminente, solo que, en esta ocasión, no saldría de alguna base militar o de algún submarino en el fondo del océano, sino que sería detonada por el mismo medio ambiente.

Lo anterior se debe a que el fondo del lago (que cada vez está más expuesto) contiene alto niveles de arsénico, químico altamente tóxico, que puede terminar circulando por el aire de la región debido a las tormentas y al viento producido por estas, lo cual, tendría un fuerte impacto en el ambiente, en la economía y en la salud de todos los que habitan esa región.

De entrada, la biodiversidad del lago moriría y un sinfín de aves migratorias que se detienen en el lago cada año para alimentarse, compartirían el mismo destino, de la misma manera, la economía de la región sufriría un fuerte golpe debido a que la muy redituable extracción de magnesio y de otros minerales sería imposible y la mayoría, sino es que todos los hoteles alrededor del lago tendrían que cerrar, pero lo que es aún más grave, el aire alrededor de Salt Lake City, eventualmente se volvería tóxico, generando de esta manera que ahora los cubrebocas no sean una herramienta de defensa contra el COVID-19, sino contra la toxicidad del aire que respiramos.

Ciertamente, estos dos casos tan alarmantes se prestan mucho para la reflexión, pero en el caso específico de la crisis hídrica de Nuevo León, la situación se presta para preguntarnos seriamente cuál es el rumbo de la política ambiental en todo México, esto claro, si es que en realidad existe una política en esta materia.

Recordemos que el agua representa el 80% de la composición de la mayoría de los organismos, e interviene decisivamente en la realización de muchos procesos metabólicos, por esta razón, cualquier problema público que involucre su escasez de este recurso debe preocuparnos a todos, tanto a la ciudadanía, como a las autoridades en todos sus niveles, y a diferencia de lo que cree el joven Gobernador de Nuevo León, al que por cierto, ya le cargaron mucho las manos con tanto problema público, el agua y su gestión eficiente es un asunto que debe preocuparnos a todos sin importar colores, logos, líderes políticos o discursos.

No se trata de ver de quién es la responsabilidad, al fin y al cabo, la crisis climática no conoce la Constitución de nuestro país, y por esta razón, no podrá hacer distinciones cuando venga a cobrarnos facturas, de hecho, no le importó que se tratara del «Nuevo» Nuevo León, igual cobró una factura que se acumuló con años de malas gestiones sobre el suministro del agua, que como en Mad Max, quedó en manos de un grupo de caciques que hicieron con ella lo que quisieron y hoy someten a la población.

En ese orden de ideas, es fundamental que a partir de esta crisis que hoy afecta en gran medida a un solo estado de la república, comencemos a tomar cartas en los asuntos relativos a la gestión del agua, de tal manera que podamos estar en condiciones de diseñar políticas públicas en la materia que nos permitan revolucionar el deficiente sistema de gestión y de suministro de agua con el que contamos actualmente.

Por ello, cuando hablamos del reto de promover políticas públicas que rediseñen nuestro sistema de gestión de este valioso recurso, debemos partir, en principio, que se requiere de una visión participativa en la que las experiencias del usuario retroalimenten las decisiones de las autoridades encargadas del tema de tal forma, que sus decisiones no carezcan de perspectiva social.

Por último, esta nueva visión debe de contemplar también factores de cambio y de riesgo en la demanda de recursos naturales como lo es el constante desplazamiento de personas de áreas rurales a las ciudades, situaciones que evidentemente tienen un impacto en la capacidad instalada y de absorción de los sistemas de suministro en los que hemos venido confiando, y que al mismo tiempo, obliga a las autoridades a contar con tres herramientas fundamentales: un programa permanente de detección y control de fugas, un sistema eficiente de tratamiento de aguas residuales, y por último, un programa permanente de concientización del uso adecuado del agua por parte de los usuarios.

El cambio climático continúa tocando nuestras puertas y ante estas llamadas de atención, solo nos quedan las acciones positivas, ya no hay lugar para la indiferencia. Recordemos, el presente de Nuevo León, puede ser el futuro de todos.

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