OPINIÓN
Seguridad en manos de malandros
Serendipity, por Benjamín Mora Gómez //
“Caemos por la fuerza de gravedad, pero nos levantamos con la fuerza de voluntad”.
En los tiempos de la Cuarta Transformación no hay coincidencias sino pejecidencias. El 1 de febrero de 2019, Andrés Manuel López Obrador nos sorprendió cuando, en relación con el combate a los criminales de las drogas, nos dijo: “Oficialmente ya no hay guerra”.
Aquel día el gobierno mexicano claudicó al conculcar su poder ante los delincuentes de la droga: En aquel día, Ciro Gómez Leyva nos advirtió: “Los criminales siguen ahí y si no se les derrota, allí seguirán”, y hoy, a más de tres años de la Cuarta Transformación, ahí siguen, tomando al Estado mexicano, ganando elecciones para Morena como en Tamaulipas y cobrando derecho de piso por todo y a todos.
La decisión del presidente López Obrador de no combatir a los criminales organizados tiene implicaciones ideológicas, económicas y sociales, más profundas de lo imaginable. Es, en principio, ilegal. La Organización de Estados Americanos (OEA), en el artículo primero de su Declaración, señala: “Todo ser humano tiene derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad de su persona”. La propia OEA nos explica que “la criminalidad -común y organizada- y las diferentes formas de violencia interpersonal y social ponen en riesgo el derecho a la vida de todas las personas que integran la sociedad”; la OEA se pronuncia porque los “Estados Miembros actúen con la debida diligencia en el momento de prevenir y perseguir a los autores de este tipo de hechos”. México, como miembro de la OEA, tiene la obligación jurídica de tomar medidas específicas en cuanto la capacidad operativa de las instituciones del sistema de seguridad ciudadana (Guardia Nacional, Ejército y Marina) pero no lo cumple. La Corte Interamericana se ha pronunciado a favor de que los Estados usen la fuerza, incluso si ello implica la privación de la vida de los delincuentes y criminales, en especial en los casos estrictamente inevitables para protegerse o proteger a otras personas contra una amenaza inminente de muerte o lesiones graves. Abundan ejemplos y sobran muertos.
A Vincent de Gournay, fisiócrata del XVIII, debemos la frase “Laissez faire et laissez passer, le monde va de lui même” (“Dejen hacer, dejen pasar, el mundo va solo”), pilar del Liberalismo económico que se pronuncia en contra del intervencionismo del gobierno en la economía. Hoy, “Los abrazos y no balazos” de López Obrador podrían ser el pilar del Liberalismo criminal mexicano. El presidente ha dado permiso al criminal de actuar con impunidad y ha ordena a quien debiera combatirlos, dejar hacer, dejar pasar y ser amorosos.
Algo se pudre en México cuya hediondez llega hasta Colombia e irrita la sensibilidad norteamericana. La vicepresidente y ministra de Relaciones Exteriores de Colombia, Marta Lucía Ramírez, ha señalado que, durante el gobierno de López Obrador, la cooperación de México en la lucha binacional contra el narcotráfico “ha bajado”.
En el informe “México: crimen organizado y organizaciones traficantes de drogas”, del Congressional Research Service, revelado el 14 de junio pasado, el Congreso norteamericano advirtió al presidente López Obrador sobre el crecimiento de los cárteles mexicanos desde 2018 (año en que AMLO se hizo presidente). El informe señala claras fallas del gobierno. Los más beneficiados han sido el cártel de Sinaloa y el cártel Jalisco Nueva Generación, el primero, de los hijos del Chapo Guzmán.
Anne Milgram, vocera del gobierno norteamericano, ha advertido a los gobiernos y líderes del mundo que, si abusan corruptamente de su poder para apoyar a los cárteles de la droga, si toman dinero de drogas para sus elecciones, si protegen a cárteles criminales de la droga, y si dejan que la violencia de los cárteles de la droga florezca, se les hará responsables de lo que suceda… y en México todo esto sucede a diario.
No hay duda, nuestro presidente sufre de incontinencia verbal. A nadie sano de sus facultades de discernimiento cabe tanto descaro y tal estupidez. Mira que atreverse a señalar que “en donde predomina una banda fuerte” de narcos no hay enfrentamientos entre grupos y por eso no hay homicidios. Este gobierno tocó fondo… o solo se descaró a fondo. Ahora es tiempo de tomar conciencia plena de la bipolaridad del presidente, quién, viviendo una realidad paralela, hunde a su gobierno y nos hunde como nación.
A todo se acostumbra uno, incluso a creer a quien nos ahoga en medio del mar del sargazo de la mentira y el engaño. El chairo se ha acostumbrado a oír sin escuchar, a ver sin mirar, y a sonreír con una mueca fría e inerme. Por unas dádivas mensuales se ha vuelto capaz de permanecer inmóvil en el agujero de la 4T, oscuro y angustioso, carente de un futuro responsable y liberador.
En el fondo, la Paz de los Sepulcros de Andrés Manuel López Obrado y la de Porfirio Díaz Mori, tienen semejanzas opresoras; mientras para el presidente Díaz, la “paz era mantener al país sin luchas, protestas o levantamientos para que los terratenientes, empresarios y los capitales extranjeros siguieran saqueando la economía de México” (Pedro Echeverría, 1912), la paz para López es algo que debemos a la presencia y apropiación de vidas y destinos de gente de bien por parte de los cárteles de narco en gran parte del territorio nacional.
A decir de Julen Rementeria, senador por Veracruz (PAN), “en los primeros cuatro meses de 2022 se contabilizaron, de acuerdo con cifras del Secretariado Ejecutivo, más de 8 mil 200 homicidios dolosos en todo el país, 310 feminicidios, casi 200 secuestros y casi 200 mil robos”.
El gobierno de la 4T se retuerce en sus complacencias de ilegalidades. Una y otra vez, AMLO nos propina golpes de los que difícilmente nos repondremos. La estructura jurídica el Estado mexicano se desmorona; la sociedad mexicana, dividida, se desliza hacia un despeñadero que bien cabría en alguno de los infiernos de la obra de Dante Alighieri, la Divina Comedia. A estas alturas de la comedia del Peje, pareciera que no hay más por perder; pero no, aun queda mucho por destruir y me temo que aun tiene tiempo de sobra.
