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OPINIÓN

Perdiendo a México

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Serendipity, por Benjamín Mora //

Se me dijo que la vida es lo que hacemos de ella, y sin duda es verdad. Por naturaleza somos seres sociales, es decir, seres que precisan vivir en sociedad, que intercambian información, sentimientos, ideas, emociones y pensamientos, y que actúan juntos para lograr y alcanzar más, y aún así, muchas veces nos mostramos indiferentes ante nosotros mismos y los demás como consecuencia, quizá, de un vacío emocional/existencial o de una crisis del sentido de la vida, pudiendo llegar a ser crónico.

José Ortega y Gasset nos dijo: El único lugar a donde tienes que llegar es a ti mismo. Y nos aclara que el destino no es un lugar, ni un trabajo, ni un momento. No es, tampoco, el camino a nuestros sueños, sino la reconciliación con nosotros mismos. El punto exacto en el que nos encontramos con nuestra verdadera esencia.

En el imaginario colectivo, nuestros gobernantes han sido indiferentes ante nosotros, los ciudadanos. Para la mayoría, nuestros gobernantes actúan con dos propósitos: Satisfacer sus egos durante sus 5 primeros años, y garantizar su impunidad al dejar el gobierno.

En el gobierno, el punto de llegada del gobernante debería ser su conciliación con el pueblo que lo eligió; pueblo quien es su verdadera esencia, su origen, su camino y su destino. Pueblo que, en una democracia, es su mandante, y para el que el gobernante es su mandatario, es decir, su servidor, su sirviente, a quien obedece. Por desgracia, el gobernante olvida pronto y gobierna desde su encaprichada persona.

Al perder la dirección, el gobernante empieza a vivir en medio de una profunda crisis del sentido en su quehacer de gobierno que le provoca, idealmente, ansiedad, incertidumbre, desánimo, confusión, miedo y otras tantas emociones negativas; en el caso extremo, indiferencia o enojo ante las exigencias ciudadanas, identificándolos como sus enemigos. En la mayoría de los casos, no se confronta y, por tanto, no se resuelve y, por tanto, se sigue siendo errante por tres o seis años para desgracia del pueblo.

Hay gobernantes que llegan a sufrir de un profundo trastorno narcisista de personalidad con una vida emocional carente de profundidad y la tendencia a la poca empatía por los sentimientos de los demás: Mujeres violentadas y asesinadas; niños con cáncer que mueren anticipadamente por carencia de medicamentos del gobierno; pueblos arrasados por tormentas sin acceso de apoyos al desaparecer el FONDEN; grandes ciudades sin fondos para su mejor desarrollo por eliminar el Fondo Metropolitano; muerte de la herencia cultural, animales y selvas del sureste por un tren que pudo cambiar su ruta…

Nuestro presidente sufre un grave y inequívoco trastorno narcisista de la personalidad que se manifiesta en un sentimiento crónico de vacío -gobierna solo- y aburrimiento -cansa hasta en su forma de hablar. Quizá por ello sabe que se irá a la chingada cuando su mandato termine; y también se irá a su rancho, coincidentemente. Quizá por ello, no siendo católico, recurre a formas y fondos católicos para sentirse vivo: Morena por la Guadalupana, protesta como candidato un 12 de diciembre y busca hacer gobierno en medio de una pobreza franciscana… claro, viviendo en Palacio Nacional como si fuese virrey.

Hace un año, el 6 de julio de 2021, el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) nos advertió que los “programas sociales” prioritarios de la Cuarta Transformación lopezobradorista, deficientes en su diseño y en la definición de su población objetivo así como de los problemas sociales que buscaban atender, están hechos para comprar votos, no para cambiar la realidad de la gente más pobre, y prueba de ello es que los pobres han aumentado en el gobierno de López Obrador.

El presidente ha decretado la más absoluta austeridad en su gobierno en la antesala de una evidente recesión por llegar, sin claridad de cómo se sorteará. La informalidad laboral sobrepasa el 50% de población ocupada, la cobertura de los servicios sociales básicos como la salud con un INSABI fracasado y alimentación con una inflación no vista en años. Y mientras ello pasa, se reúne con los ricos de México -sus enemigos- y los bolsea para financiar un proyecto en Sinaloa.

¡De risa! Durante la semana pasada, el presidente decretó certeza en el abasto de agua para Monterrey y su área metropolitana, pero olvidó de ponerse de acuerdo con el dios Tláloc. En su delirio de poder, asumió que los dioses le obedecerían y que san Isidro Labrador -católico- le echaría la mano. ¡De caracajada! Si ello fuese posible, el Sahara hoy sería un vergel, Santa Lucía sería un éxito y sus abrazos ya hubieran terminado con los crímenes.

Siguiendo nuevamente a Ortega y Gasset, estamos ante la oportunidad de mejorar lo que en algún momento nos salió mal; ello dependerá de nuestra exigencia a ser mejores a través del cambio y el crecimiento, así como de la actitud para enfrentar nuestros errores y perdonarnos… al perdonaros lo hacemos también con quienes fueron mis formadores: Padres, madres y docentes, amigos y compañeros. Para lograrlo, debemos tener la entereza para abandonar el camino equivocado y replantearnos nuestros nuevos objetivos y propósitos así como elegir el mejores caminos, estrategias y compañeros de viaje.

Cuando un gobernante miente y engaña espera que el pueblo no se dé cuenta; se muestra indiferente ante la inteligencia popular. Indiferencia que hiere y mata más que todas las guerras de la humanidad juntas. Martin Luther King dijo: “Lo preocupante no es la perversidad de los malvados sino la indiferencia de los buenos”.

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