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MUNDO

Inestabilidad política en Argentina y Perú, las dos caras de la moneda

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A título personal, por Armando Morquecho Camacho //

Turbulento inicio de diciembre tuvo América Latina políticamente hablando, y es que como dijo el icónico personaje de la serie Game Of Thrones, Tyrion Lannister: ‘’los monstruos son peligrosos, y justo ahora, los reyes están cayendo como moscas’’.

La semana pasada Santa Claus se adelantó un poco y entregó a muchos internacionalistas su regaló de navidad adelantado con dos noticias que se robaron medios de comunicación y redes sociales, la primera, relacionada con la condena a Cristina Fernández de Kirchner, actual vicepresidenta de Argentina a 6 años por el delito de administración fraudulenta e inhabilitación de por vida para ocupar cargos públicos, y la segunda, referente a la destitución y posterior detención de Pedro Castillo como presidente de Perú debido a una ‘’permanente incapacidad moral’’, figura constitucional de la que el Congreso ha echado mano para expulsar del cargo a dos exmandatarios desde el 2018.

Entrando un poco en detalles creo que vale la pena comentar que en el caso de la actual vicepresidenta de Argentina, Cristina Fernández de Kirchner, la sentencia dictada por el Tribunal Penal de Argentina por el delito de administración fraudulenta se debe a las irregularidades financieras detectadas durante los 12 años que gobernaron tanto ella como su marido, Néstor Kirchner, mismo periodo en el que se les acusa haber otorgado obras viales millonarias en la provincia de Santa Cruz, que Néstor Kirchner gobernó durante más de una década, a un socio y presunto presta nombres (que también fue condenado junto a otros 7 funcionarios de la administración de Kirchner).

No obstante en este caso, la sentencia no implica que la vicepresidenta entrará inmediatamente en la cárcel, ya que esto debe de ser ratificado por la Cámara de Casación y la Corte Suprema, lo cual podría demorar un poco, y esto, aunado a que Kirchner goza de fuero que impide su detención, esto hasta el 10 de diciembre del 2023 cuando concluya su mandato, algo que también se ve imposible ya que la actual vicepresidenta podría presentarse para un nuevo cargo en las elecciones, situación que podría extender su inmunidad.

Ciertamente este caso ha sido muy controvertido, especialmente por los simpatizantes de la Vicepresidenta, quienes aseguran que está siendo víctima de una persecución política orquestada desde el poder judicial, sin embargo, al margen de sacar conclusiones conspiranoicas que suelen ser muy eficientes para ganar adeptos, la realidad es que en una época en la que el populismo predomina y se esfuerza en desdeñar las instituciones que dan vida al Estado y que representan pesos y contrapesos a su poder, el hecho de que en un país como Argentina, el poder judicial tuviera la capacidad, la autonomía y la voluntad no solo de investigar a la vicepresidenta vigente, sino también condenarla, es hasta cierto punto una luz de esperanza en el horizonte.

Ahora bien, en lo que respecta a Pedro Castillo, la historia es completamente diferente y hasta cierto punto refleja las dos caras de la moneda, y es que aunque para algunos la destitución del presidente sea una buena noticia para la democracia, creo que su situación debe analizarse de una manera más amplia, ya que la remoción de un presidente o bien, de un líder no siempre será una buena noticia para la política o para la democracia.

Tomemos como ejemplo Ucrania y en el 2014 y Egipto en el 2013. En el primer caso, conocido como el Euromaidán, la ciudadanía unida logró derrocar al presidente Viktor Yanukóvich de formación prorrusa, quien en coordinación con la oposición, acordó una tregua, la formación de un gobierno de transición y frenar la violencia en contra de la ciudadanía, mientras que en el segundo caso, lo que empezó como una manifestación civil para exigir la renuncia de Mohamed Morsi, terminó en un golpe de Estado ejecutado por el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas encabezado por Abdul Fatah al-Sisi.

En estos casos, aunque comparten ciertas similitudes en cuanto a sus fines, la forma y el fondo son completamente distintos, y por lo tanto, sus resultados no fueron para nada similares.

EL CASO DE PEDRO CASTILLO

En el caso de Pedro Castillo, hoy expresidente de Perú, es importante señalar que Perú, desde el 2016 vive una crisis política caracterizada principalmente por los desacuerdos entre el Parlamento y el Presidente, desacuerdos que han propiciado un ambiente hostil que ha llevado a ambas partes a buscar su respectiva eliminación.

En el 2019, Martín Vizcarra convocó elecciones legislativas, pero en el 2020, el nuevo Legislativo lo removió, posteriormente, Manuel Merino, sufrió el mismo destino después de una semana gobernando, mientras que Francisco Sagasti, llegó al poder, pero tras nueves meses, entregó las riendas a Castillo quien llegó al poder en un contexto en el que todos su antecesores, o están en la cárcel, o tienen investigaciones abiertas, o bien, están muertos, como Alan García, quien tomó la decisión de suicidarse antes de que lo pudieran sentar en el banquillo de los acusados.

Así pues, tal y como decía mi maestro de Historia del Derecho Mexicano cuando nos hablaba sobre la Guerra de Reforma, para que haya un problema se necesitan 2, y aunque los encargados del Ejecutivo en Perú son perseguidos por la incompetencia, la corrupción, las violaciones a los derechos humanos y las irregularidades, la realidad es que el Poder Legislativo ha contribuido a la crisis del país andino tanto como la incompetencia de los presidentes, ya que es evidente que el Poder Legislativo simplemente no da a su brazo a torcer y está dispuesto a alargar esta crisis e inestabilidad el tiempo que sea necesario hasta que llegue al Poder Ejecutivo no un presidente afín a los intereses de la ciudadanía, sino afín a los intereses del Poder Legislativo.

Por esta razón vale la pena insistir, en estos tiempos en los que una gran parte de la población ha sido secuestrada por el extremismo ideológico que desconoce categorialmente la posibilidad de consensos entre desiguales ideológicos, la destitución de un Presidente no necesariamente es algo que aplaudir.

Para concluir, tan solo consideremos lo siguiente: en Perú, el parlamente es muy impopular entre los ciudadanos, incluso más que Pedro Castillo. Según diversos sondeos el 86% desaprobaba la gestión del Legislativo.

Recordemos que cuando la democracia y la soberanía del pueblo no solamente existen para exigir y demandar a un presidente, sino a todos los que integran el sistema político.

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