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MUNDO

En términos de guerra

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Opinión, por Miguel Ángel Anaya Martínez //

Estar en cualquier clase de guerra, es una cuestión de fuerza, pero, sobre todo, es una cuestión mental y de ideología; a la guerra se va porque se cree en algo, ya sea que se piense en defender un territorio, una idea o un lugar o porque a su vez se quiere tomar el territorio, la idea o el espacio del otro.

Cuando se pierde la batalla, es por cuestión de armamento, de estrategia, pero influyen mucho los estados de ánimo, cuando se tiene un ejército de “brazos caídos” la pelea se pierde mucho antes de comenzarla, ejemplos hay muchos, pero el más reciente seguramente es la guerra entre Rusia y Ucrania.

Entre septiembre y octubre de 2022, distintos medios internacionales reportaron cómo decenas de miles de rusos en edad de ser reclutados por el ejército para enfrentar el conflicto armado contra Ucrania, habían tomado la decisión de huir a distintos países con la intención de evitar enrolarse en el ejército ruso.

Para noviembre del año pasado, se estimaba en 300 mil el número de rusos en edad de ser reclutados que habían huido de su propio país. Lugares como Estonia, Letonia, Lituania y Polonia rechazaron la llegada de estos inmigrantes, al final fueron acogidos por Bielorrusia y en algunos países de Europa del Este.

¿Qué es lo que llevó a los ciudadanos de Rusia a tomar esta decisión? ¿Acaso los rusos más jóvenes tienen otra concepción de la vida y por lo tanto de la guerra? La realidad es que sí. Entrevistas a los inmigrantes “refugiados” indican que la mayoría de estos no comparten la visión del líder de aquel país, Vladimir Putin, y que en realidad no entienden o no comparten la idea de la invadir a Ucrania.

Ideológicamente el primer ministro tiene perdida la guerra, pues muchos de sus correligionarios no comparten la visión del conflicto que él comenzó y se enfrenta a unos ciudadanos ucranianos que luchan fervientemente por su país, es por esto (y por la ayudita de la OTAN) que, a más de un año de haber comenzado la invasión a Ucrania, Rusia, un país grande y con un armamento considerable no ha podido dominar a su vecino que tiene mucho menos gente, menor especialización en su ejército y un presupuesto militar pequeño.

Dejando de lado el ejemplo internacional, aterricemos en México, el 12 de diciembre de 2006 el entonces presidente Felipe Calderón, declaró la guerra contra el narcotráfico; han pasado más de 16 años, tres presidentes y decenas de funcionarios encargados de la seguridad del país. Para inicios de 2022, se han calculado más de 350 mil mexicanos muertos y casi 80 mil personas desaparecidas, por si fuera poco, el conflicto se ha recrudecido.

¿Por qué un ejército bien preparado, con buen armamento, en un estado que se consideraba fuerte, no puede ganar la guerra contra el narco? Seguramente, lo primero que se viene a la cabeza sea la corrupción, sin embargo, hay algo más. Se comenzó una batalla, sin tomar en cuenta la ideología de los mexicanos.

Al narco se le detesta, pero en muchos lugares también se le quiere. El mexicano odia los efectos de la droga, pero la consume. No queremos las balaceras ni desapariciones, pero en muchas ocasiones se admira la vida de los narcotraficantes, se escuchan narcocorridos, se copian sus maneras de hablar y de vestir, se aspira a tener el poder y el dinero que ellos ostentan.

Por otro lado, a la autoridad mexicana no se le admira ni respeta, se le teme o se piensa que se puede comprar con dinero, el reciente caso de García Luna así lo demuestra. La falta de credibilidad en las instituciones y la admiración hacia las personas que delinquen, hacen que la batalla ideológica contra el crimen organizado se pierda.

Mientras se siga admirando a los criminales y mientras no se respeten o admiren a las autoridades, la batalla contra el narcotráfico seguirá sin poder ganarse. Habrá que entender que en la guerra también se combate desde las ideas, desde la idiosincrasia. Busquemos recuperar las instituciones, rechacemos la narco cultura y todo lo que esto conlleva, ganemos la batalla ideológica para poder ganar la batalla territorial.

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