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Peso fuerte

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Opinión, por Luis Manuel Robles Naya //
En la relación peso-dólar, nuestra moneda llegó en la semana anterior a su mejor momento desde 2017 al cotizar en 17.5 pesos por dólar. Esto, dada nuestra ancestral dependencia, es tomado como muestra de la fortaleza y estabilidad de la economía mexicana, pero lamentablemente no es necesariamente cierto.

Más que una fortaleza propia hay una debilidad de la moneda extranjera, agravada en estas últimas semanas por las quiebras de bancos regionales estadounidenses y los problemas de su sistema bancario que agregan volatilidad al mercado cambiario, sumándose la amenaza de incumplimiento de pagos si los partidos, republicano y demócrata, no logran un acuerdo en el Congreso respecto a la ampliación de la deuda gubernamental.

Hay una relación directa de estas variables con la fortaleza reciente del peso y eso abre la puerta a las reservas y dudas. En los primeros cuatro meses del año, no se registraron en México, flujos importantes de inversión, ni hubo aumentos considerables en la adquisición por entidades extranjeras de bonos gubernamentales mexicanos, las reservas del Banco de México no han crecido como tampoco lo ha hecho la inversión extranjera directa, pese al cacareado near shoring. La coincidencia en tiempo y condiciones es evidente y por tanto nada hay que festejar y menos por el gobierno.

Lo que ayuda a que nuestra moneda siga siendo favorecida en los mercados de futuro, es la prudente posición del Banco de México que mantiene una diferencia de 6 puntos en la tasa de interés respecto a la FED estadounidense. Sin embargo, un peso fuerte no significa que la economía vaya bien ni que el beneficio sea general.

Si el peso sigue tomando fuerza frente al dólar, las importaciones tenderán a aumentar considerablemente y esto repercutirá en un mayor déficit comercial para los meses de mayo y junio, según lo han comentado analistas, especialmente al recibir los últimos datos publicados por el INEGI.

En el primer trimestre la balanza comercial mexicana presenta una diferencia negativa de 4,801 millones de dólares, por una mayor importación de mercancía para elaborar y transformar productos, pero no hay cifras que muestren una mayor exportación de producto terminado. Esto indica que o bien se están reforzando los inventarios o no hay condiciones para la exportación, sea por falta de apoyos o porque nuestro principal mercado se encuentra en peligro de recesión.

Así pues, con la fortaleza del peso unos ganan y otros pierden y el futuro depende más que nada de condiciones externas ante las cuales México y su gobierno poco pueden hacer. Ganan los importadores, los tenedores de deuda en dólares, y los que comercializan productos elaborados con insumos importados, lo que ayuda a disminuir la inflación.

Pierden los exportadores, particularmente del sector agropecuario, el agroindustrial y el turismo, que cobran en pesos los productos que elaboran o producen, con insumos que adquieren en dólares, así como los receptores de remesas que reducen su poder de compra. De igual forma pierde ventajas la inversión extranjera que necesitará más dólares para instalarse en México.

En este contexto de ganadores y perdedores, se tiene que voltear a ver el resto para un balance más realista, que puede no coincidir con la ligereza y oportunismo político del gobierno que asume la fortaleza del peso como un mérito propio, mientras otros indicadores señalan sus ineficiencias y deficiencias.

Los especialistas opinan que algunos sectores de la economía global se encuentran en zona de recesión, principalmente la manufactura y vivienda. La actividad manufacturera ha venido disminuyendo desde el tercer trimestre de 2022 en que registró un crecimiento de 7% frente al 3% registrado en EUA, para quedar en el primer trimestre de 2023 con un raquítico crecimiento de 2.4 frente al 0 que registró la manufactura norteamericana, según datos oficiales.

El indicador importante es la velocidad con la que se cae de 7 a 2.4, casi cinco puntos frente a solo tres de la industria vecina en solo dos trimestres. Son estos indicadores, más otros, como la disminución de exportaciones, los que siguen manteniendo la probabilidad de una recesión o mayor ralentización para finales de 2023 o inicios de 2024, y junto con ellos, la futilidad de seguir considerando un éxito la fortaleza del peso mexicano.

Hay dos factores que coadyuvan a mantener a flote la economía: el flujo constante de remesas que pese a la disminución del poder adquisitivo compensan con el aumento de la cantidad de dólares enviados, y por otra parte, el incremento de la actividad turística tras la pandemia. Afortunadamente en ninguna de las dos hay una intervención gubernamental hasta el momento.

Es cuestión de recordar, que el peso fuerte, aquel de 12.50 del desarrollo estabilizador, empezó a devaluarse hasta llegar a la flotación del mismo, a la par que la intervención del estado en la economía se hizo preponderante en los económicamente trágicos sexenios del Echeverrismo y López Portillismo.

En ese tiempo había riqueza petrolera, hoy se acabaron los fondos y fideicomisos y la recaudación disminuye. Y esperemos las consecuencias del desacato presidencial a la resolución de la Suprema Corte y la expropiación ferroviaria a Grupo México. Inversión extranjera te veo volar igual que al Estado de Derecho. ¿Peso fuerte? No por mucho.

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1 Comment

1 Comments

  1. Héctor Manuel Barragán

    22 de mayo de 2023 at 3:25 PM

    Muy acertada percepción de nuestra realidad económica. Saludos Lic. Robles!!!

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