NACIONALES
La carta que no llegó
Opinión, por Ramiro Escoto Ratkovich //
Decepcionante que el gobierno federal no haya tomado en cuenta en lo más mínimo a Correos de México, no hubo siquiera un discurso en campaña, tampoco una mención en la mañanera, y el presupuesto destinado es sólo para permanecer el servicio que pudo ser el más competitivo en el ramo de las entregas.
Correos de México tiene oficinas en todas las ciudades, pueblos y representaciones en rancherías si me adelanta, el servicio estaba pensado justamente para que la carta o el envío que se repartiera tuviera un sistema eficiente, y en la medida de lo posible expedito y además, de manera económica, este escenario al menos de la logística, hubiera permitido ser competitivo con las empresas de paquetería extranjeras, pues el servicio postal mexicano, al igual que el que opera en Estados Unidos estaba a un nivel donde de punto a punto el tiempo y alcance representaría justo un punto de valor para el cliente, ya sea corporativo o individual.
Triste también es ver su realidad, oficinas oscuras, con parches de pintura, mobiliario obsoleto y olvidado, los alguna vez famosos apartados postales convertidos en piezas de museos, que bien se pudieron convertir también en puntos de recolección y entrega de Amazon o Mercado libre por ejemplo, son muestra del total desinterés mostrado por una administración que no promovió siquiera entrega de motocicletas nuevas para el reparto o la evolución de un sistema de software que permitiera la modernización de un servicio que sobrevive gracias a los acuerdos que se mantienen con algunas empresas que siguen entregando impresos, y uno que otro paquete.
No he escuchado tampoco a ningún diputado o senador tocar el punto, cuestionar siquiera. Sé que con la llegada de las tecnologías de la información, el escribir o recibir una carta por este medio de reparto es no solamente obsoleto, sino que prácticamente olvidado, y más por las nuevas generaciones que no tienen ni idea de lo que significó hace algún tiempo, y que no merece por ningún motivo morir en un intento de todavía poderse convertir, con un poco de presupuesto asignado en un potencial competidor en el sector.
Hace muchos años, el ser administrador de correos era un alto puesto, era considerado como una especie de delegado del gobierno federal en un servicio de comunicación que exigía un alto nivel de honestidad, era reconocido en la sociedad y no cualquiera podía ser designado para el mismo. Incluso el cartero podía heredar su puesto a sus hijos, tanto para quienes trabajaban en el reparto como en el área administrativa, se pagaba bien en aquellos años, pero justo en el abandono, las cosas fueron cambiando haciéndolo un servicio lento, deshonesto y arcaico.
Sin embargo, existen carteros que no necesitan GPS, que conocen cada lugar de entrega, reconocen por nombre a quién está detrás de una puerta, identifican a quién entregar cuando el destinatario en el sobre no está escrita de manera correcta; uno de ellos me dijo recientemente que sigue trabajando ahí en honor a su abuelo, que le gusta pero que no le alcanza, que tiene que ocupar otro medio tiempo para ganarse la vida, pero que admite el gran potencial que existe en este servicio que puede incrementar su valor con tan solo una pequeña promoción, un nivel de confianza que ponga en su lugar tarifario un servicio de entrega, ahora más, que el comercio electrónico ha hecho mercado en la ciudad.
Yo sigo enviando algunos paquetes por correo, tardan una semana en llegar, pero me ha resultado económico y confiable, ayudo a ayudar, y no pierdo la esperanza de que alguien rescate este elefante blanco que puede, insisto generar un verdadero negocio o ingreso en aras de una generación de economía basada en un sistema que nunca falló y que, al más puro estilo político fue mandándolo al abandono.
