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Por una educación diferenciada

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Desde los campos de poder, por Benjamín Mora Gómez //

De siempre, hemos reconocido a la educación como el principal medio para impulsar la movilidad social, es decir, para lograr que las personas accedan a más, mejores y sostenibles oportunidades económicas, sociales y culturales.

La educación debe formar el mejor talento académico con miras en el futuro de los educandos; idealmente, la educación debería aspirar a diferenciar y alimentar las inteligencias y personalidades, dotar de habilidades y competencias para la vida, templar el carácter y dominar el temperamento de cada chica o chico, siempre especiales y específicos, jamás iguales, con sólidos principios y valores que les orienten en sus relaciones personales.

He escuchado a Beatriz Paredes y Xóchitl Gálvez hablar de una educación de calidad, pero ninguna nos ha explicado sus bondades con la suficiente claridad. Me explico, una educación de alta calidad no solo es clave para el desarrollo individual sino también para el progreso de México en un contexto global, es decir, aun por encima de los recursos naturales, económicos y tecnológicos.  La educación debe ayudar a resolver retos y satisfacer propósitos con éxito.

Debemos reorientar nuestra visión de la educación, superando las herramientas cognitivas para enfocarla en generar entornos de oportunidades de largo alcance al dotar de una serie de recursos transversales y habilidades blandas, según los intereses, las necesidades y los retos más complejos del estudiante y de su sociedad.

La educación expande nuestras perspectivas de vida personal y en comunidad, nos abre capacidades para relacionarnos con otros círculos sociales y nos permite vivir nuevas experiencias; sin embargo, en el modelo educativo de la Cuarta Transformación se ha navegado a contracorriente. El propio presidente López Obrador es ejemplo de todo lo contrario a aquel ideal educativo: Sus perspectivas de México ante el mundo son, lamentablemente, muy empequeñecidas, no está interesado en codearse con los demás líderes mundiales a menos que sean “sus hermanos ideológicos latinoamericanos” y se niega a vivir experiencias que le abran los ojos a otras opciones para México.

Lamentablemente, los programas sociales de este gobierno obedecen a visiones que condenan a un círculo de empobrecimiento muy perverso. Se entrega dinero pero no se enseña a generarlo. Estadísticamente, se supera la línea de pobreza pero no se remedian sus causas. La falta de visión personal clara de futuro es un importante factor de exclusión y marginación autoinducidas que condena a un círculo de pobreza del que no se escapa; se debe cambiar y evolucionar. En Finlandia, por ejemplo, la educación se centra en el desarrollo y bienestar del individuo, por lo que dan mucha importancia a las habilidades socioemocionales… ¿Qué hacemos en México? ¿qué se aprende de maestros que cierran escuelas para realizar plantones y toma de carreteras y vías férreas?

Desde el gobierno no se comprende que en la vida real todo se mide y compara; así, en el futbol se gana o pierde, al buscar un empleo se compite, hasta para ganar lugar en el autobús de compite; negar tal verdad con el propósito es perverso, por el contrario, se debe trabajar para alcanzar una sólida resiliencia.

La pandemia del Covid-19 puso al descubierto inatalaciones escolares de inaceptable calidad, así como la carencia de recursos económicos de millones de estudiantes para continuar a la distancia por el costo y el poco acceso a servicios esenciales como el Internet. Hoy, a tres años de distancia, valdría saber que de ello se remedió como factores de riesgo en millones de niños, niñas, adolescentes y jóvenes.

En México, casi 82% de mexicanos entre 25 y 64 años carecen de estudios de educación superior, eso condena a millones a vivir carencias económicas profunda. Aplaudo la propuesta de Beatriz Paredes de establecer un mínimo de 10 años de educación obligatoria, igual a lo que se tiene en Finlandia.

Esto lo debe explicar más a fondo e incorporar otras características de la escuela finlandesa: Los estudiantes toman parte de sus alimentos diarios en la escuela, como se hacía con las Escuelas de Tiempo Completo; además, los maestros trabajan entre 20 y 30 horas a la semana con un sueldo digno que no los obliga a doblar turnos.

Idealmente, debemos trabajar hacia una educación híbrida, presencial y virtual, para mejorar la forma en que el conocimiento es transmitido y adquirido. Debemos entender que nos será imposible “retener” a los estudiantes de hoy y el futuro sentados en los pupitres, escuchando al maestro. La nueva educación dejó de ser pasiva para volverse activa, con un docente orientador-organizador del proceso de aprendizaje y formación.

Con todo, los padres deben revalorar su papel en la formación de sus hijos e hijas. Sé, por voz de mi hija y yerno que son una minoría los padres quienes acuden a las reuniones y eventos escolares de manera regular; esto debe cambiar. Quizá deba incorporarse “una evaluación de los padres” que se sume a la del estudiante. Son muchas las ventajas de la participación de los padres en la educación de sus hijos e hijas; pero de ello hablaremos en otro momento.

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