Connect with us

JALISCO

La ética en política

Publicado

el

Conciencia con texto, por José Carlos Legaspi Iñiguez //

Si la política es la ciencia social y práctica que tiene como fin principal el bien común de todos los integrantes de la sociedad, ¿por qué entonces este bien común sólo se asoma en palabrería durante los tiempos electorales? ¿Cuándo, cómo, por qué y quién tergiversó este noble propósito?

Según esta ciencia social, el bien común de todos es la razón de ser de la autoridad política y, por lo tanto, debiera ser la tarea principal de todos los gobernantes. Por ello en teoría-por supuesto-el bien común es la razón principal, el principio y fin ético de la política.

Todo lo que beneficie al pueblo será el “bien”; lo “malo” será, entonces, todo lo que perjudique a la sociedad.

El bien general debe ser promovido siempre por todo Estado que se considere democrático. Si no se puede para todos, entonces para la gran mayoría de ciudadanos. Así funciona la democracia, nos guste o no.

La seguridad, de las personas y los bienes; la justicia, las leyes; el derecho; la equidad; el orden; las obras públicas; la libertad; el trabajo; la democracia; la economía; la salud; la educación; la ciencia; la transparencia; la honradez y la honestidad; así como la conciliación de los variados intereses y el respeto a los gobernados, son algunos de los importantes factores del bien común.

Algunos son valores éticos, porque la política sin ética se transforma en impunidad; caos; abuso; iniquidad; desorden; negocios turbios; represión; desempleo; tiranía; pobreza; enfermedades; analfabetismo; dogmatismo y adoctrinamiento; opacidad, corrupción, mentiras y la imposición de la fuerza.

Si el fin principal del Estado es procurar el bien común mediante el equilibrio de las fuerzas sociales, una conducta ética a toda prueba y la aplicación y la estricta vigilancia de los valores humanos son, sin duda la brújula que guíe para encontrar, luego aprobar y apoyar a quien o quienes pretenden ser nuestros gobernantes.

Los discursos de campaña, generalmente tediosos, repetitivos, cansones y falsos, nos darán la pauta para conocer, a priori, cómo anda de ética cada uno de los aspirantes a los puestos públicos.

Las proposiciones fantasiosas, las mentiras, las diatribas, los insultos, las denostaciones y acusaciones falsas, nos darán una idea de qué clase de político es quien las utiliza como medio para llamar la atención. La falta de escrúpulos para dañar, injuriar y levantar falsos para calumniar y ver “qué queda” es la prueba fehaciente de la falta de ética de esa persona.

Hay señales de que sólo se busca un “hueso” en el gobierno, importando un carajo el bien común, cuando las “propuestas” de campaña se han utilizado sin recato año tras año; cuando se “glorifica” lo hecho por los “compaleros de partido” en el poder; cuando la política quiere obligar a “la gente” a percibir la realidad oficialista; cuando los candidatos tienen sus discursos huecos, vacíos de Bienestar Común. Cuando se utiliza a los electores para obtener el puesto público y luego, instalado en el poder desdeña a quienes lo han puesto ahí.

Las campañas no sólo son un requisito legal. Son la radiografía de quienes mendigan el voto con una humildad que ruborizaría al mismo San Francisco.

¿Cómo detectar a los faltos de ética? No es tan difícil como nos lo han hecho creer los mismos que usufructúan los diferentes gobiernos. Si estamos atentos a palabras, discursos y debates tendremos una parte de la información que necesitamos para observar si miente, si nos quiere ver la cara, si obedece a consignas alejadas del bien común.

El historial como funcionarios sí lo han sido; su “ridículium vitae” sin falsificaciones; su carta de no antecedentes penales (ahora, creo, vetada por los derechos humanos) sus declaraciones patrimoniales y de impuestos, verídicas, comprobables, transparentes y del dominio público, ciertamente son indicios de honestidad y honradez, de ética personal.

Por ello, aunque la sal y pimienta de las campañas electorales son hoy día las confrontaciones agrias; “memes”, tik toks y videos -con inteligencia artificial descalificadores del adversario-, se han tornado en un concurso de insultos, de sacar trapos sucios al sol y de calumnias, lo que no abona a la seriedad de los debates.

Lo que nos debiera alertar cómo será esa persona si llega al poder es: su discurso, sus palabras, su transparencia personal sus y compromisos firmados ante notario (a eso hemos llegado). Su trato hacia los congéneres. Sería muy bueno también un dictamen oficial sobre uso de drogas; uno sobre estudios realizados y otro de polígrafo, para determinar si es o no digno de confianza.

La ética en política, por cierto, es una herramienta para dictaminar a los aspirantes a cargos públicos. Conocer la información oficial, especialmente la que ocultan los políticos, nos dará el panorama que necesitamos para elegir a quienes nos representarán o gobernarán tres o seis años.

Continuar Leyendo
Click to comment

Leave a Reply

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Copyright © 2020 Conciencia Pública // Este sitio web utiliza cookies para personalizar el contenido y los anuncios, para proporcionar funciones de redes sociales y para analizar nuestro tráfico. También compartimos información sobre el uso que usted hace de nuestro sitio con nuestros socios de redes sociales, publicidad y análisis, que pueden combinarla con otra información que usted les haya proporcionado o que hayan recopilado de su uso de sus servicios. Usted acepta nuestras cookies si continúa utilizando nuestro sitio web.