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JALISCO

La compra de votos

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Opinión, por Javier Medina Loera //

Por mucho que ahora nos sorprenda, la compra de votos en tiempo de elecciones nunca ha sido una novedad en México. A través de la Historia, los distintos gobiernos siempre han tenido recursos y formas sutiles (a veces no tanto) para asegurarse de la lealtad incondicional de amplios sectores de la población.

En tiempos del PRI, por los años 80 del siglo pasado, el periodista Gabriel Ibarra Bourjac documentó una reunión de lealtad de los priistas en la que el líder campesino jalisciense de aquel entonces, Chema Sotelo, llegó a decir que “los campesinos votaremos por el que nos pongan, así sea un olote”.

Y sucede que hoy día, muchos miles de morenistas, si no es que millones, están dispuestos a votar en las próximas elecciones por sus candidatos, así sean “puros olotes”, es decir, entonces como ahora no se analizan cualidades o defectos de los aspirantes a cargos públicos, sino únicamente su ideología política.

Es evidente que el pensamiento libre nos abre los ojos, pero la ideología los cierra, y esto es precisamente lo que le conviene a cualquier gobierno.

Por eso es que los políticos, cuyo objetivo es conquistar y mantener el poder, utilizan siempre todos los recursos a su alcance para asegurarse la lealtad de los ciudadanos en tiempos electorales.

Cuando en México había mucha tierra por repartir y estaban de moda las reformas agrarias en el mundo, gobiernos como los de Álvaro Obregón, Plutarco Elías Calles y Lázaro Cárdenas no dudaron en expropiar latifundios para repartirlos entre los campesinos pobres a cambio de su lealtad.

Por eso no extraña aquel pronunciamiento de Chema Sotelo, de que los campesinos estaban dispuestos a votar hasta “por un olote”.

Pasaron los años y los siguientes gobiernos revolucionarios siguieron explotando el reparto agrario como recurso político para la compra de votos, pero llegó un momento en que la tierra por repartir se acabó, porque ésta no crece (al contrario, se pulveriza), y entonces fue cuando los políticos tuvieron que buscar nuevas formas de control de los votantes,

Y es así como los nuevos gobiernos dieron impulso a los programas sociales con fuertes inyecciones económicas del Estado. En otras palabras, no tuvieron más remedio que meterle mano al erario público. Este es el caso concreto del presidente Andrés Manuel López Obrador, que utiliza indiscriminadamente los recursos del Estado para ganarse la voluntad ciudadana a través de pensiones del bienestar, subsidios, becas, etcétera.

Y hoy como ayer mucha gente cree que los apoyos que reciben, así sean tierras o dinero en efectivo, provienen del gobierno en turno, y no de la Nación, como es correcto.

En conclusión, la compra de votos sigue y seguramente seguirá por los siglos de los siglos.

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