NACIONALES
En busca de una comunicación política efectiva en campañas: Subsisten métodos obsoletos de partidocracias
Conciencia con texto, por José Carlos Legaspi //
Con el viento a favor para establecer cómo se da la comunicación política en estos tiempos electorales, los estudiosos de este fenómeno social se quedarían estupefactos con el “caso mexicano”.
La comunicación, ciencia social por excelencia, muestra la capacidad o ineptitud de los actores políticos para transmitir ideas, conceptos, reflexiones y argumentos, sobre todo en tiempos de campañas electorales.
Si se toman en cuenta los impactos que tiene entre “la gente” los mensajes de índole política se puede establecer que, en México, las reglas para comunicarse con el electorado son simples: no existen dichas reglas.
Cuando los políticos en pugna por los puestos públicos están en posición de dirigirse “al pueblo”, se supone, que debieran emplear lo mejor de su “encanto”, de su simpatía personal y de su “capacidad a toda prueba” para resolver todos los problemas habidos y por haber (y si no los hubiere, crearlos qué caray).
La comunicación política ha sido objeto de estudio desde que los antiguos griegos tuvieron acceso a los discursos, arengas, incitaciones, súplicas y demás artilugios para atraer al simpatizante (hoy a los votantes) hacia el o los dirigentes, hoy día hacia los candidatos de tal o cual partido.
¿Cómo y con qué se han comunicado los actuales contendientes a los puestos públicos?
Aunque ya existen las llamadas “redes sociales”, ámbito en el que cualquiera puede hacer una campaña (de lo que sea, con el fin que sea y para quien sea) persisten las prácticas añejas, diríase incluso, anquilosadas, obsoletas, antihigiénicas y pro contaminación visual, atmosférica y auditiva en la manera de hacer campaña en México.
La comunicación visual atiborra bardas, cercas de alambre, autobuses, espectaculares, periódicos, sitios web, volantes, banners, banderitas, camisetas, calcomanías, vasos, platos, bolsas para el mandado y mochilas, en fin, en toda superficie donde se pueda imponer el logo y la foto del candidato o candidata.
¿Por qué utilizar esta anacrónica manera de promocionarse entre los políticos viejos y los de nuevo cuño? Porque no se ha abandonado aún la forma ni el fondo del sistema político mexicano.
Mientras subsistan los protocolos- impuestos desde el siglo pasado por un partido – (y sus dirigentes sigan adueñados de la vida política) padeceremos contaminación visual y auditiva política.
¿Los mensajes que emiten los candidatos realmente son efectivos? ¿Tienen impacto en el electorado a tal grado de influir en el ánimo o el gusto para votar por algún candidato en particular?
En ciertos casos el efecto es contraproducente para los candidatos.
“La ciudadanía” sólo espera mirar en algunas bardas, paredes y vehículos, la propaganda de los diferentes partidos para criticar acremente a quienes saturan con sus diferentes elementos calles, casas, espectaculares, redes sociales y hasta en los periódicos (algunos todavía se hacen en papel).
¿De verdad alguno de los anuncios políticos podría cambiar el gusto de los ciudadanos, a tal grado que la vorágine de “chatarra”- basura política- se apodere de la mayor parte de la difusión del texto político?
Aquí es donde la comunicación política entra en periodo de interpretaciones; todo lo que haga sentir o pensar a los receptores deberá repetirse hasta la saciedad. A Hitler le dio magníficos resultados, por lo que derechistas o izquierdistas siguen el guion ideado por Joseph Goebbels.
La 4 T, esa rara mezcolanza de “jugos” de PRI, PAN, PRD, PT, Partido Verde, así como de “sales” de Jueces y Majestrados venales, lleva la voz cantante en la obsoleta manera de hacer propaganda.
En la primera cuarta parte del siglo 21, la Transformación de 4ª sigue con la tónica impuesta por el PRI desde el siglo pasado. Sus candidatas y candidatos siguen al pie de la letra las instrucciones de sus dirigentes o su dirigente, como se prefiera.
Las imágenes de los candidatos de PRIETA, (a) MORENA, como los carteles, espectaculares, calcomanías pequeñas y muy grandes, volantes de papel, periodicazos, llaveros, bolígrafos, cuadernos, camisetas y otras similares persisten en ser utilizados de manera prioritaria para “convencer”, para motivar a votarlos para el hueso que pelean. Los otros partidos no cantan mal las vernáculas.
De manera tímida, “conservadora” otros candidatos no han sido capaces de rebelarse ante las imposiciones de la partidocracia. Y, si lo hicieran, a la mayoría de “la gente” le vale 10 de mayo.
Consideraciones sobre la comunicación política de candidatos y partidos:
- Los métodos obsoletos cansan al electorado. Pero subsisten hasta la fecha.
- La repetición hasta la saciedad es una estrategia similar a la “payola” radiofónica. El fin: penetrar al subconsciente de las personas hasta manipular sus afectos, gustos y hasta disgustos de las candidaturas.
- Los mensajes son en función del interés del candidato; pocas veces del electorado.
- Los emisores de los mensajes los arman de tal manera que la retroalimentación o respuesta de los ciudadanos sea uniforme y sin desviaciones hacia sus propósitos.
- Pocos, por no decir ningunos de los receptores cumplen con la función de respuesta hacia él o los emisores. No hay manera fácil de hacerlo; la intuición indica que esas respuestas les importan un comino a los candidatos.
- Los mensajes deben ser confeccionados de tal manera que sean “pegajosos” entre la raza (un ejemplo fehaciente los sonsonetes de Máynez). Por ello la consigna de hacerlos repetir hasta el cansancio es prioritaria.
- La comunicación política no es democrática. La imponen los candidatos; la restriegan los partidos; la respaldan los organismos del poder descaradamente. Hay una dictadura política desde el poder (gubernamental o partidista) que obstaculiza el razonamiento y moviliza a los electores cual zombis.
- “La ciudadanía” carece de medios legales para impedir ese tipo de comunicación política y el dispendio, el despilfarro del dinero público, que significa su propagación.
- Todos los mensajes en pro o en contra de los partidos en pugna generan fanatismos entre el electorado. No es gratuita esta afirmación. Los especialistas en el diseño de campañas y eslóganes apuntan directamente al inconsciente, donde Freud atisbó para tratar de entender lo irracional del ser humano en lo referente a sus fobias y filias.
- Todo lo que se dice, se promete, se compromete y se asegura en las campañas es sólo palabrería; es la zanahoria que el sistema político heredado del siglo pasado tiene como fórmula para atraer “como moscas” a la telaraña tejida por las tarántulas que aún reinan en el submundo de la grilla mexicana.
