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La catorcena trágica

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Opinión, por Salvador Romero Espinosa //

Goteaba Lucifer por sus tres barbas, sangre con baba roja. Con cada boca machacaba un condenado, de suerte que daba tortura a tres traidores a la vez. No mostraba el que estaba al centro, menos dolor por las dentelladas, que por el destrozo de las garras que le desollaban todo el cuerpo”, La Divina Comedia.

Lupita se levantó temprano el día domingo 02 de junio de 2024 para ir a cumplir con su obligación ciudadana de votar, convencida de que quería un cambio de gobierno en el país o, por lo menos, mayores equilibrios políticos, razón por la cual sufragó por la alternancia democrática; votó por la fórmula al Senado de la Alianza PAN-PRI-PRD y, por consecuencia, en contra de las propuestas legislativas del partido en el poder.

Así como Lupita, alrededor de otros dos millones de mexicanas y mexicanos de Veracruz, Michoacán, Tabasco y Campeche acudieron a votar ese domingo 2 de junio por: Miguel Ángel Yunes Márquez, Araceli Saucedo Reyes, José Sabino Herrera Dagdug y Francisco Daniel Barreda Pavón; la senadora y los senadores que a la postre les traicionarían.

Esos dos millones de votos directos que recibieron los cuatro traidores, representaban la voluntad de dos millones de mexicanas y mexicanos que hicieron el esfuerzo de ir a votar, porque querían un contrapeso en el Senado y porque buscaban evitar que se pudieran materializar todas las reformas constitucionales sumamente cuestionadas en materia de división de poderes y derechos humanos, que desde el mes de febrero había presentado al Congreso, con “bombo y platillo”, el presidente López Obrador.

Para darnos idea de la magnitud de esta traición, vale la pena referir que no existe un solo municipio en todo México que tenga dos millones de electores, es más, no existe en nuestro país un solo municipio que tenga más dos millones de habitantes (de acuerdo al censo 2020) y, como dato más contundente, hay trece 13 entidades federativas en México, cuyo padrón total de electores es inferior a las dos millones de personas (Colima, Baja California Sur, Campeche, Nayarit, Tlaxcala, Aguascalientes, Zacatecas, Durango, Quintana Roo, Morelos, Yucatán, Querétaro y Tabasco).

Por ello, es posible que nunca hubiere existido en la historia democrática del país, una traición directa tan grave al electorado (de esta magnitud y características), pues los 4 traidores le robaron al pueblo mexicano dos millones de votos que, en su conjunto, son votos que hubieren sido suficientes para decidir a la gobernadora o gobernador en 30 de los 32 estados de la República (por ejemplo, Pablo Lemus en Jalisco, ganó la gubernatura -hoy impugnada- con poco más de un millón seiscientos mil votos).

Tampoco había existido en la historia democrática mexicana, una traición al electorado cuyas consecuencias fueran tan radicales, pues la reforma judicial podría implicar una grave regresión en materia de división de poderes y derechos fundamentales, a la que con toda seguridad aún se oponen los dos millones de mexicanas y mexicanos traicionados por Miguel Ángel Yunes Márquez, Araceli Saucedo Reyes, José Sabino Herrera Dagdug y Francisco Daniel Barreda Pavón.

Es importante decirlo claro y con todas sus letras: Los 4 traidores aludidos no traicionaron a Marko Cortés, a Dante Delgado o a Jesús Zambrano, ni tampoco traicionaron al PRD, al PAN o a MC; es más, probablemente ni siquiera traicionaron a sus propios ideales políticos (en caso de que los tengan); a quienes sí traicionaron fue a dos millones de personas; a dos millones de mexicanas y mexicanos que pusieron su fe democrática en ellos, que salieron de su hogar ese domingo para ir a cruzar -con su propia mano- sus nombres; traicionaron también la plataforma electoral bajo la cual fueron registrados y, además, al ser senadores, por la naturaleza misma de su encargo, traicionaron a sus entidades federativas; traicionaron a Veracruz, a Michoacán, a Tabasco y a Campeche y, por consecuencia, traicionaron también el espíritu federalista de nuestra Constitución Política.
Estos 4 traidores pasarán a la historia de México dentro de un capítulo muy oscuro y triste para nuestra democracia, porque independientemente de la postura política que se tenga o incluso de que se pudiera estar a favor o en contra de la reforma judicial, es evidente que dicha reforma quedará para siempre manchada por la traición de la senadora y los 3 senadores que le dieron la espalda a dos millones de votantes a cambio de su beneficio personal.

Cabe precisar que, desde el 28 de agosto en que se anunció la traición de la senadora y el senador perredista, hasta el 10 de septiembre en que se aprobó en el Senado la reforma, con la traición de los senadores panista y emecista, transcurrieron catorce días, en lo que la historia de México probablemente podrá llegar a recordar como “La Catorcena Trágica”, en clara analogía a lo sucedido en 1913, durante los diez días previos al asesinato del entonces presidente Francisco I. Madero, en manos de Victoriano Huerta, en otra de las traiciones más grandes de las que haya sido testigo este país, aunque quizás esta pudiera ser aún más grave, pues no se asesinó al titular de uno de los tres Poderes de la Unión, sino que se pudo haber “asesinado” a uno de esos tres poderes, indispensables en una democracia.

Ojalá que como sociedad nunca olvidemos este acto de traición y que, si algún día, volvieran a pedirnos el voto alguna de estas cuatro personas traidoras, recordemos el día en que decidieron dar la espalda, en su conjunto, a dos millones de electores que confiaron en ella y en ellos para ser un contrapeso legislativo del partido en el poder.

Finalmente, para dimensionar lo acontecido, cabe señalar que en la historia de la humanidad traicionar -incluso a una persona- ha sido considerado siempre como una acción muy grave, al grado que incluso en la Divina Comedia de Dante Alighieri, se describe la existencia de un lugar especial para las personas traidoras, que es el noveno, más profundo y último círculo del Infierno dantesco, en el cual, quienes han cometido el pecado de traición, son torturados directamente por el mismísimo Lucifer, por considerar que de todos los pecados existentes, traicionar es el peor de todos y, por esa razón, merecen ser las únicas almas a las cuales Satanás tortura personalmente, en el lago congelado del Cocito.

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