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NACIONALES

La añagaza de Claudia Sheinbaum

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Desde los campos del poder, por Benjamín Mora Gómez //

Todo en Andrés Manuel López Obrador, vida y presidencia, ha sido una añagaza, es decir, un artificio para atraer masas con engaño a su existencia patológica; igual ha sido la vida de Claudia Sheinbaum Pardo.

Ambos viven en el autoengaño, patológico, a fin lidiar con aprendizajes equivocados y emociones propias difíciles de controlar, creando y manteniendo creencias y percepciones distorsionadas de la realidad. Ambos sufren de un vacío emocional que les llena de insatisfacción y desconexión con la verdad y les niega poder construir un sentido de vida sano y armonioso.

Dicho esto, hablemos de los traumas personales que quizá orientarán a Claudia Sheinbaum en su gobierno a partir de un ejemplo: La conquista de México por el reino de España.

Para ubicarnos en el fondo del debate sobre si el reino de España, hoy, debe ofrecernos disculpas por la conquista, sus abusos y saqueos al tlahtohcāyōtl (reino) mexica o no, debemos ir a la historia a partir del 22 de abril de 1519, cuando la expedición al mando de Hernán Cortés desembarcó en Chalchiucueyetl-cuecan (“arena sobre arena amontonada”), en lo que hoy es Veracruz.

Primera verdad: El tlahtohcāyōtl mexica no es la República Mexicana de hoy. Segunda verdad: El presidente de la República Mexicana de hoy no es el Huēi Tlahtoāni (emperador) de entonces. Tercera verdad: El reino de España de hoy NO fue quien ordenó la conquista del tlahtohcāyōtl azteca.

España, como nación, nace oficialmente con la abdicación, en Bruselas, de Carlos I en favor de Felipe II, el 24 de febrero de 1556, en el que se desgaja del Sacro Imperio Romano. Ello significa que hubo poco más de 37 años de distancia entre la llegada de Cortés a Chalchiucueyetl-cuecan y el nacimiento de España. Aclarado esto, valdría considerar a la Capitanía General de Cuba como quien ordenó y financió la conquista de tlahtohcāyōtl azteca, lo que, en los entendimientos de Andrés Manuel López Obrador y Claudia Sheinbaum, obligaría a Cuba a ofrecernos disculpas por la conquista y todo lo malo que trajo en “nuestra contra”, y a Sheinbaum valorar romper las relaciones diplomáticas con el gobierno cubano de Miguel Díaz-Canel Bermúdez por las mismas razones de sus enojos con el rey Felipe VI de España.

¡Imposible! ¡blasfemia! dirían en Morena. Entonces, pregunto, acaso creen que ni una pepita del oro novohispano se quedó en Cuba y se usó en su bien. Imposible creerlo.

Lamentablemente, Claudia Sheinbaum jamás ha podido cultivar una relación más auténtica consigo misma, a partir de la verdad; su deterioro emocional, frágil salud mental y herido bienestar integral la llevaron a tomar el camino de la guerrilla en México y Sudamérica y anclarse en su vocación de destruir instituciones para imponernos una dictadura… su dictadura.

Entendámoslo: Plutarco Elías Calles, con todas sus dolencias emocionales, marcó el parteaguas entre la revolución y la institucionalización de sus causas, creando un partido político que aglutinara todas las visiones de un México naciente. Hoy, Morena rema a contracorriente y destruye instituciones. Morena NO es el nuevo PRI.

A la señora Sheinbaum le resulta imposible entender y aceptar que los mexicas, para convertirse en imperio, conquistaron otros pueblo y reinos indígenas, a quienes sometieron y cobraron tributos. Que los reinos de Castilla y Aragón conquistaron su libertad, expulsando a los moros que, por 800 años, estuvieron en la Hispania. Que la realidad humana ha sido de conquistas.

En psicología se reconoce que “nadie miente mejor que quien se miente a sí mismo”. Esta premisa humana adquiere la mayor relevancia en el ejercicio de la política que tiene a la manipulación y la mentira como sus herramientas fundamentales para hacerse del poder.

Aprendí que la política es un viejo oficio sustentado en la evitación, en muchos casos, de la toma de conciencia de las bondades de vivir según valores y principios universales. Hay, sí, excepciones y son muchas.

En las cosas del ejercicio del poder hay una verdad muy dolorosa: Muchos gobernantes hacen como que trabajan para resolver un problema, aunque en realidad todo quede igual… o peor. Andrés Manuel López Obrador nos dijo, al irse, que en su mandato todo mejoró, aunque no fue así.

Al concluir su tiempo, López Obrador cayó en las trampas de la disonancia cognitiva de Festiger, al afirmar mejoras en la vida nacional que jamás se obtuvieron dada la desconexión entre sus planes y proyectos con la realidad, así como con los resultados de sus acciones de gobierno: Un aeropuerto que opera con bajísima frecuencia, una refinería costosísima que no produce lo prometido, un Tren Maya que destruyó una selva y programas sociales que no impulsaron aspiraciones humanas. La pesada máscara de Andrés Manuel caerá algún día y quedará como el peor presidente de México, a menos que Claudia lo supere en ese mal destino.

Decir que todo está bien, en un México que se desgaja, es engañarse. Como dijo Kahneman, “los seres humanos tendemos a sobreestimar nuestra importancia y a subestimar el papel de los acontecimientos”.

Entiendo a Andrés Manuel y a Claudia, igual que he entendido a otros presidentes y gobernantes: La realidad es demasiado compleja para tomar decisiones que equilibren vidas y ofrezcan un mejor futuro nacional, alejados del autoengaño y la evitación. Estoy convencido de que todos los gobernantes en el mundo creen que los daños colaterales de sus decisiones no se debieron a ellos mismos. Por ello, los problemas se perpetúan a través del potente refuerzo negativo.

Pocos gobernantes entienden que los problemas nacionales son problemas que los humanos creamos y que lo ideal es siempre subjetivo y cambiante. Los gobernantes son seres en extremo inseguros pues saben que su poder es pasajero y que su obra será juzgada por años y años. A algunos se les perdona y a muchos se les reclama.

Jesús, el Maestro, dijo: “La verdad os hará libres” (Juan 8, 31-42), y lo creo.

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