NACIONALES
Definiciones
Opinión, por Luis Manuel Robles Naya //
En la conversación política se han puesto de moda algunas palabras y conceptos, sobre los cuales vale la pena esclarecer su significado y entender el contexto en el que usan para tener claridad y entendimiento de la realidad política nacional.
Autoritarismo: “En la tipología de los sistemas políticos se suele llamar autoritarios a los regímenes que privilegian el aspecto del mando y menosprecian de un modo, más o menos radical el del consenso, concentrando el poder político en un hombre o en un solo órgano y restando valor a las instituciones representativas: de ahí la reducción a la mínima expresión de la oposición y de la autonomía de los subsistemas políticos (Diccionario de Política. Bobbio, Matteucci, Pasquino, Ed. Siglo XXI p.125).
Totalitarismo: El totalitarismo es un sistema de gobierno cuyo principio fundamental es el ejercicio absoluto del poder por parte del Estado y el control total de la vida de los ciudadanos mediante el dominio de la política, la economía y la cultura. Implica la restricción o anulación de las libertades individuales y la construcción de un modelo de sociedad homogéneo basado en la coerción y la propaganda. Fuente: https://concepto.de/totalitarismo/#ixzz8qSDvYGQl
Supremacía: La Real Academia Española la define como grado supremo en cualquier línea y como preeminencia, superioridad. A su vez, el Diccionario General de Español define a la supremacía como la condición de superioridad o preeminencia de una entidad sobre otras. En el contexto político la supremacía puede referirse al poder absoluto de un gobierno o de una institución sobre otros poderes del Estado. En el plano social, la supremacía puede estar vinculada a la hegemonía de ciertos grupos o clases sobre otros, ejerciendo un control económico, político o cultural.
En la conversación se ha añadido la supremacía constitucional, sobre la cual solo podremos referirnos a la pirámide de Kelsen que asigna a la Constitución superioridad por sobre todas otras leyes, sin embargo el control de la constitucionalidad de las leyes le corresponde al Poder Judicial de la Federación personalizado en la Suprema Corte de Justicia.
El reformismo que ha atacado al actual régimen lo ha llevado a reformar la Constitución para asignar al poder legislativo preeminencia sobre el poder judicial rompiendo el principio de igualdad entre poderes, y valiéndose de la supremacía constitucional intenta que sea inatacable su decisión aduciendo que fue voluntad del pueblo, y cabe la pregunta, si la corriente política mayoritaria se asume como pueblo ¿quién remienda los errores si “el pueblo se equivoca?” ¿Nadie?, o será que aparte de autoritarios y totalitarios también se creen infalibles.
Las definiciones y precisiones son necesarias en tiempos de confusión, que puede darse ya sea por ignorancia o por maliciosa y perversa provocación, especialmente cuando inicia una administración que ha enviado señales que marcan tendencia absolutista que define a cualquier gobierno con total dominio de poder. ABSOLUTISMO: Se caracteriza por la concentración de poder en un individuo, la ausencia de instituciones autónomas y de división de poderes.
Los mensajeros del régimen niegan ser autoritarios, absolutistas, o totalitarios, pero los hechos son más elocuentes que las palabras.
El actual es un gobierno que llegó por los votos de una mayoría pero asume que esa mayoría debe considerarse como todo el pueblo, con preeminencia sobre el poder concebido precisamente para salvaguardar a la Constitución y al pueblo de las pulsiones autoritarias. No es deseable que esta vocación supremacista se confirme, como tampoco es deseable que la ideología personal del gobernante marque el rumbo de una sociedad plural y democrática como la nuestra. La política es por definición la búsqueda de consensos y esos por el momento están ausentes, sin voluntad gubernamental por obtenerlos.
Es poco tiempo aún para asegurar que estas condiciones permanecerán. El radicalismo exhibido por los coordinadores de las fracciones legislativas del partido oficial, posición que fue decidida por el gobernante anterior, así como la dirigencia del mismo partido, hacen pensar que la actual presidenta no tiene la fuerza para sacudirse la herencia tóxica, pero asusta pensar que tampoco tenga la intención de hacerlo. De ser así habrán cometido, como ya lo están haciendo, una gran equivocación. El cambio de régimen no será tan fácil. No ha funcionado en repúblicas pequeñas, menos lo hará en la nuestra. Es cuestión de tiempo y realidad.
