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OPINIÓN

El alcoholismo, más que un día nacional para hacer conciencia

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Opinión, por Samuel Martínez González //

El pasado 15 de noviembre fue el “Día Mundial sin Alcohol”, en México desde el 2018 fue publicado en el Diario Oficial de la Federación el decreto en el que se declara este día como “Día nacional contra el uso nocivo del alcohol.

Para la Organización Mundial de la Salud (OMS), establecer un día sin alcoholismo “tiene como objetivo principal fomentar la responsabilidad de las personas, sobre todo de las y los adolescentes y jóvenes de todas las regiones del mundo, para controlar el consumo de esta sustancia y hacerlos conscientes de sus peligrosas consecuencias”.

El alcoholismo es una de las principales causas de morbilidad y mortalidad en México, un problema de salud que, a pesar de su magnitud, sigue siendo tratado principalmente desde un enfoque físico y moralista, en lugar de ser reconocido como una enfermedad emocional compleja que requiere un tratamiento integral. El país, enfrenta un creciente número de casos de adicción al alcohol, lo que muestra una preocupante falta de políticas públicas efectivas que aborden esta problemática desde sus raíces emocionales, sociales y psicológicas.

Este padecimiento, más allá de ser un simple hábito destructivo, es una enfermedad crónica que involucra tanto factores biológicos como emocionales. En muchas ocasiones, quienes padecen esta adicción lo hacen como respuesta a traumas no resueltos, estrés crónico, ansiedad, depresión, TDAH o situaciones de violencia familiar.

La dependencia al alcohol actúa como un mecanismo de escape ante la incapacidad de afrontar las dificultades emocionales, convirtiéndose en un ciclo vicioso difícil de romper. Sin embargo, a pesar de la complejidad de la enfermedad, el tratamiento a menudo se limita a intervenciones médicas o programas de desintoxicación sin abordar la raíz emocional del problema.

El gobierno federal, a pesar de que ha implementado algunas medidas para tratar el alcoholismo, aún carece de una estrategia nacional coherente y efectiva para prevenirlo y tratarlo de manera integral. Las políticas existentes no abordan adecuadamente los aspectos emocionales y sociales que alimentan la adicción, ni contemplan la formación de profesionales especializados en salud mental dentro del tratamiento del alcoholismo.

Es común que las personas afectadas no reciban el apoyo psicológico necesario, ni sean conscientes de que su padecimiento está profundamente vinculada con su bienestar emocional. Esto perpetúa la estigmatización del alcohólico como una persona débil o irresponsable, cuando en realidad se trata de un enfermo que necesita atención multidisciplinaria.

Además, en México la prevención y el tratamiento del alcoholismo en muchas ocasiones dependen de organizaciones no gubernamentales o iniciativas locales, que carecen de una coordinación efectiva con el sistema de salud pública. En lugar de promover campañas de concientización que sensibilicen sobre las causas emocionales y sociales del alcoholismo, las políticas tienden a centrarse en los efectos visibles y negativos de la adicción, como los accidentes de tránsito, la violencia y las enfermedades asociadas. Esto, lejos de ser una estrategia integral, se limita a tratar el síntoma y no la raíz del problema.

Una política pública exitosa para combatir el alcoholismo debe ir más allá de la mera sanción y la prevención, e incorporar enfoques terapéuticos que se centren en la salud mental, la rehabilitación emocional y la creación de redes de apoyo social. Esto implicaría destinar mayores recursos al tratamiento psicológico de quienes padecen esta enfermedad, así como a la formación de profesionales capacitados en las diversas disciplinas necesarias para tratar el alcoholismo desde una perspectiva holística. La integración de la salud mental dentro de las políticas públicas de salud y el fortalecimiento de los servicios de atención psicológica serían pasos esenciales en esta dirección.

Es urgente que el gobierno federal reconozca que el alcoholismo no es solo una cuestión de voluntad, sino una manifestación de un problema emocional profundo que se ha acrecentado alcanzando con voracidad a más y más jóvenes desde edades muy tempranas.

Combatir esta enfermedad va mucho más allá de decretar un día a nivel nacional, implica crear conciencia sobre su naturaleza compleja y multidimensional, brindando a los afectados el apoyo necesario para superar la adicción y mejorar su calidad de vida. Solo así podremos construir una sociedad más saludable, empática y libre de los daños que el alcoholismo genera tanto a nivel individual como colectivo.

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