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MUNDO

Gobernar en paz y para la paz

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Desde los campos del poder, por Benjamín Mora Gómez //

Claudia Sheinbaum ganó ante Xóchitl Gálvez porque, simple y sencillamente, “no le entró al pleito de comadres”. Tuvo claro que sus ventajas eran amplias y que debía hacer oídos sordos a los vociferadas de su contrincante. Esto parecía no dimensionarlo ante Donald Trump, quien fiel a su estilo, ha echado bravatas en contra de sus socios comerciales: Canadá y México. Aplaudo que Claudia haya medido sus nuevas actuaciones y dejase de caer en las provocaciones de Mr. President Donald Trump.

Trump cree que le queda bien ser el picapleitos del mundo y está equivocado. Sin duda, hoy ganaría más si antes de vociferar y amenazar con estridencias, hubiese buscado a Claudia y Justin para plantearles sus inquietudes sociales, políticas y de salud pública, y solo después, en conjunto, los tres gobernantes, declarar acuerdos del más alto nivel en bien de la región. Esto hubiese sido entender la razón de la política. Donald no puede menospreciar que Claudia y Justin son sus principales aliados ante el mundo, y que, sin ellos, él y EE. UU. estarían totalmente solos, y la soledad, se dice, es muy mala consejera

En México con Claudia y en EEUU con Donald, en la renovación de sus gobiernos federales, se reaviva la esperanza, hayamos o no votado por ellos. Claudia y Donald, junto con Justin, deben hablarse con respeto y total verdad. No creo que ninguno de los tres busque hacer daño a los demás, ni creo que el pueblo mexicano, ni el norteamericano, ni el canadiense deseen herirse ni distanciarse; sin embargo, desde sus gobernantes se dice y actúa sin meditar con cordura.

Donald Trump debería entender que, para México, el bien de Estados Unidos es importante pues allá millones de mexicanos han encontrado una alternativa de vida que beneficia a sus raíces familiares que permanecen en México. Así, por dar un ejemplo, California y Texas también nos importan y benefician. Fueron nuestros y soy siguen siendo nuestros… con otra bandera nacional, pero nuestros.

Claudia, Donald y Justin deberían ser capaces de disipar la oscuridad que les rodea hoy día. Los aranceles y los cierres de fronteras a ningún país convienen y a todas sus economías daña.

México y EE. UU. nos hemos beneficiado de nuestra vecindad y alianzas. Nosotros debemos liberarnos de rencores por un pasado de hace más de 150 años y ellos dejar de creerse que pueden sobrevivir sin nosotros.

Donald Trump debería asumir que el liderazgo político y económico de EE. UU. en el mundo, hoy, se sustenta también en nuestro tratado tripartita y que solo unidos podremos ampliar nuestra capacidad para prosperar y alcanzar los objetivos que se contienen en el T-MEC.

Nuestra presidente podría contribuir a la curación de estos desaguisados de dos gobiernos que inician. Compartir lo que nos fortalece y disfrutar de aquello que ambos buscaron con tanto ahínco: gobernar bien. No basta con ganar una competición; hay que saber ser el mejor. En política se debe entender que el bien de nuestros pueblos es más grande que las fobias del gobernante; que el papel principal de éste es infundir esperanza y renovar la fe de su pueblo en sí mismo y ante el mundo, asegurando el logro de sus sueños y la integridad de sus familias y comunidades.

Mi abuela Rafaela, quien se sentía muy a gusto hablando de política, me decía: “Un buen gobernante se mantiene enfocado en el bien de su pueblo, libre de rencores al compartir bondades y procurando que su gente -el pueblo- se sintiera realizado”. Mi abuela creía que esa era la mejor manera de romper cualquier barrera entre el gobernante y su pueblo.

Estamos a una semana de que Pablo Lemus asuma la gubernatura de Jalisco. Ojalá estos meses de incertidumbre por la malicia de Claudia Delgadillo y de reflexión para conformar su equipo más cercano de trabajo, le hayan permitido cultivar una profunda paz mental, y le haya liberado su imaginación hacia un futuro extraordinario para nuestro estado. Pablo Lemus deberá mantener una mirada firme en un futuro compartido con gobiernos -federal y estatales, así como municipales- de otro color, quienes no aceptan que haya gente distinta a ellos.

La carrera hacia el próximo gobierno estatal ya empezó, y Carlos Lomelí empezó a moverse. Hará todo cuánto pueda para descarrilar a Pablo Lemus aun cuando en ello se dañe a Jalisco.

En la semana que terminó, estuve en una sesión del cabildo de Guadalajara y escuché a Chema Martínez quien habló y habló sin decir nada. Palabras sin sentido. Habló porque tuvo ese derecho, pero no porque tuviera algo importante que decir. Así será Carlos Lomelí.

He sostenido que el ejercicio del poder político se sustenta en el fuero interno del gobernante y en su resiliencia, es decir, en su capacidad para enfrentar las adversidades con calma y determinación. Creo que Pablo Lemus tiene esas virtudes. Las ha demostrado ante las bravatas separatistas de Enrique Alfaro sobre el pacto fiscal federal. Jalisco es un gran estado, por sí mismo y por ser parte de México. Esto no puede menospreciarse.

La resolución de los empresarios, campesinos, ganaderos, industriales y comerciantes jaliscienses es inquebrantable y por ello somos un gran estado. Debemos liderar los cambios fiscales que México requiere, pero sin pleitos y rompimientos, de manera serena, aceptando sus imperfecciones, pero con altura de miras y gran madurez. Enrique Alfaro se va y nos quiere dejar un tiradero, mayor endeudamiento y travesuras de último momento como las notarías que recién regaló. Su salida se agradece; la manera en que la cumple, de ninguna manera.

No puedo dejar de comparar la manera en que Enrique Alfaro se va: peleándose, y la que Jesús, el nazareno, se fue: Perdonando y en paz.

 

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