MUNDO
El discreto encanto del populista
Opinión, por Iván Arrazola //
Como en la icónica película de Luis Buñuel “El discreto encanto de la burguesía”, las dinámicas en torno a la comunicación entre Donald Trump y Claudia Sheinbaum parecen entrar en el terreno de lo absurdo.
La constante aparición pública de la presidenta, quien cada día intenta persuadir al futuro inquilino de la Casa Blanca sobre los riesgos de imponer aranceles a México, mientras simultáneamente se ha generado una dinámica de afirmaciones y desmentidos sobre los supuestos compromisos alcanzados durante su conversación telefónica, recuerda el juego de confusiones y excentricidades en los diálogos de los personajes del filme de Buñuel.
Esta situación, que podría parecer cómica por su naturaleza surrealista, deja de serlo cuando se considera que las decisiones tomadas en este contexto tendrán un impacto directo en la vida de millones de personas. Así, lo absurdo trasciende lo anecdótico, revelando una realidad donde el vaivén de mensajes contradictorios se mezcla con la gravedad de las consecuencias económicas y sociales que están en juego.
Esta peculiar narrativa, lejos de ser una excepción, expone con claridad lo que podría definirse como el discreto encanto del populismo: un juego constante entre el discurso y su reinterpretación, donde las palabras no solo pierden su peso original, sino que se transforman en herramientas maleables para justificar una determinada posición. Tal vez en el pasado, cada aparición de un mandatario en los medios para dirigir un mensaje a la nación o para marcar un momento trascendental tenía un impacto significativo.
Sin embargo, esa solemnidad parece haberse desvanecido. En México, nos hemos acostumbrado a que la presidenta hable diariamente al igual que lo hacía su antecesor, emitiendo opiniones incluso cuando carece de la información precisa para formular un juicio certero o atacando a adversarios como le gusta llamar a quienes no piensan como ella, tal como sucedía con su antecesor.
Al mismo tiempo, para Donald Trump resulta mucho más sencillo recurrir a un tuit para lanzar amenazas, reduciendo así la complejidad del discurso político a mensajes breves y contundentes, pero a menudo superficiales. Esta nueva dinámica mediática refleja una transformación profunda en la forma en que se ejerce y percibe el liderazgo político en la era digital.
Esa dinámica en la comunicación comienza a pasar factura a la presidenta, evidenciando una notable incongruencia en su actuar. Por un lado, ha mostrado una clara negativa a dialogar con la oposición o a establecer algún tipo de entendimiento con ella. Esto se refleja tanto en la forma en que se toman las decisiones en el Congreso como en su desafortunada declaración «solo dialogo con el pueblo».
Sin embargo, ahora que busca establecer un diálogo o algún tipo de entendimiento con Donald Trump, estas mismas formas políticas revelan una contradicción profunda. No se puede pretender construir consensos selectivamente, buscando acuerdos con unos mientras se excluye deliberadamente a otros.
La reciente llamada entre Donald Trump y Claudia Sheinbaum sigue generando polémica y malentendidos. Durante una cena, Trump relató detalles de lo que Sheinbaum comentó en la llamada: “Ella me dijo: ‘¿Por qué me estás haciendo esto?’. Yo le respondí: ‘No, solo estoy imponiendo muchos aranceles a las importaciones de México porque están permitiendo que los criminales ingresen a nuestro país, y ya no podemos permitir eso’”. Ante estas declaraciones, Sheinbaum respondió: “No fue así, Trump tiene su manera de comunicar […] La presidenta de México debe mantener la coordinación sin subordinación».
Estas revelaciones reflejan los nuevos tiempos de la política, donde cada actor busca imponer su propia narrativa: Trump se proyecta como un negociador implacable, capaz de doblegar a cualquiera, mientras que Sheinbaum prioriza la soberanía y la dignidad de México en su discurso. Sin embargo, esta batalla de versiones deja un común denominador: la falta de credibilidad. Al final, ninguno de los dos parece ofrecer un relato que inspire total confianza.
En sus narrativas, las inconsistencias son evidentes. Por un lado, Sheinbaum enfatiza con firmeza que «a México se le respeta», pero ese discurso contrasta con una realidad distinta: cambios legislativos apresurados, legisladores que ni siquiera leen lo que aprueban, y un ambiente marcado más por la imposición y los pobres argumentos del oficialismo. En este contexto, el oficialismo no logra respetarse ni a sí mismo.
Algo similar ocurre con Trump. Su lema «Que América vuelva a ser grande» pierde sentido cuando un convicto confeso es elegido presidente. Estados Unidos, un país que presume haberse fundado en principios democráticos y el respeto a la ley, enfrenta hoy un panorama desolador.
Tanto demócratas como republicanos han contribuido al deterioro de su democracia y al debilitamiento del estado de derecho, al punto de equiparar su democracia con la de cualquier nación en vías de desarrollo. El encanto del populista radica en su habilidad para manipular a las masas, pero inevitablemente, ese mismo encanto termina convirtiéndose en embrujo.

María Elena Bernal Berrueta
9 de diciembre de 2024 at 9:17 AM
Es como un juego de tenis donde el espectador voltea la cabeza a un lado y el otro buscando cómo se regresan la pelota, igual, sin poder hacer nada