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MUNDO

Choca Trump con la Constitución de Estados Unidos

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Conciencia con texto, por José Carlos Legaspi //

Poco a poco la implacable realidad desdibuja las amenazas de Trump contra todo mundo, porque sólo podrían concretarse si violara la Constitución de los EEUU.

¿Dejarán los güeros que Trump se convierta en su dictador? Esto porque los EEUU han justificado sus andanzas e intervenciones en el mundo entero erigiéndose en adalid de la democracia. La tiranía sólo la han prohijado allende sus fronteras y en cumplimiento de sus sacratísimos interese$. Los decretos presidenciales del mandatario del vecino país norteño, según expertos en leyes y economía, atentan en contra de su Constitución y los Derechos Humanos.

Aunque por sus actuaciones- al ser despojado del poder en la anterior elección- denotan que, como cierto personaje, decidió “mandar al diablo” a las instituciones. No en balde tiene en su contra una treintena de juicios por violar varios preceptos legales. Y aun así, ganó la presidencia. Lo que no habla muy bien del juicio popular gringo.

Las balandronadas del presidente yanqui han ido más allá de lo creíble. Manotazos y decretos presidenciales son el “modus operandi” de quien ha navegado con bandera de p…residente los últimos años. En este “reprise”, como las vetustas películas de cowboys del quemado Hollywood, las segundas partes no han de ser tan buenas como la venden los allegados a Trump.

Economistas de todo el mundo, algunos son especialistas en la vida de los norteamericanos, han advertido que los planes del presidente Trump podrían acabar con…su economía. Así es, los norteamericanos se harían el «harakiri» si aplicaran a pie juntillas las órdenes de Trump.

De concretarse esa razzia generalizada, para expulsar a ese “enemigo” -creado por sus elucubraciones políticas- infinidad de expertos pronostican un bajón económico interno, un desastre económico pleno, porque la fuerza laboral barata, en los quehaceres más difíciles, la llevan al cabo ilegales, principalmente mexicanos y centroamericanos.

Las declaraciones y decretos del presidente de los EEUU pueden ser muy “pegadores” para los norteamericanos; pero esas medidas no harán de ese país algo grande. Lo encogerán. A menos que Trump se saque un as de la manga, porque la economía norteamericana depende, según los expertos en la materia, del trabajo de los perseguidos.

Catalogar a los narcotraficantes mexicanos como terroristas puede que sea una verdad; sin embargo, nos da idea de que el trasfondo es blandir una justificación para incursionar e incluso invadir nuestro país y agregarle una estrella más a su bandera.

Canadá está en las mismas. Trump, sin rubor alguno, sin ética de mandatario, quiere -en sus dichos- a Canadá y México de rodillas, rindiéndole ya no pleitesía, sino adoración.

Los mexicanos, somos el pueblo más invadido por el vecino del norte. Sabemos que la ambición extranjera sobre nuestro país está presente siempre entre estos personajes que se abren paso en la política susurrándole al oído todo lo que quiere a su pueblo, para que los encumbren en el poder.

Lo que también duele es la pobre y desafortunada respuesta del gobierno mexicano. Nuestra nación fue admirada en el mundo entero por la entereza, la verticalidad y la inteligencia para lidiar con este país, cuando México se constituyó en un dique para contener las desmedidas ambiciones que los gobiernos (demócratas o republicanos, da igual siempre) han manifestado en contra de Latinoamérica. Incluido Canadá. A los que Trump quiere también “anexar” a su país.

Tal parece que los locos se han adueñado del manicomio en que se ha convertido este mundo. Nada bueno deja el poder en manos de la insanía. Ya vivimos lo que el desquiciado de Hitler hizo en Europa en los años 40. Pareciera que la humanidad no aprende de las pésimas experiencias de tener regímenes totalitarios, de derecha, izquierda o centro. Que nuestra idiotez no sea nuestra perdición colectiva e, incluso, nuestra desaparición como especie.

Mientras tanto, se terminan los santos a los que rezar para que al presidente Trump le llegue la cordura. No es imposible, pero sí pareciera que sólo un milagro lo haría.

 

 

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