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MUNDO

El Tío Sam solo tiene socios, no amigos: Lecciones para México, el «drama de Trump frente a Ucrania»

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Opinión, por Pedro Vargas Ávalos //

El mundo presenció una escena nunca imaginada: por televisión, desde el turbador Salón Oval del soberbio Washington, se transmitió una reunión entre el mandamás gringo Donald Trump, su vicepresidente James David Vance y el atolondrado gobernante de Ucrania, Volodímir Zelenski​.

El objetivo era firmar un acuerdo entre ambas naciones, pero el desenlace fue un desencuentro con tintes de humillación del tío Sam hacia su hipotético “amigo” ucraniano. El evento debe considerarse una patética lección para el mundo entero, pero con especial significación para México, el vecino distante de Estados Unidos.

Todo lo anterior tiene como antecedente el enfrentamiento bélico entre Rusia y Ucrania, iniciado hace más de una década y que inicialmente resultó con la anexión por Rusia de la península de Crimea, incluida la ciudad-puerto de Sebastopol. Siguieron enfrentamientos, todos con el mismo fin: Rusia apoderarse de regiones ucranianas.

Tras las administraciones estadounidenses de Barak Obama y Joe Biden, decididamente partidarios de la causa ucraniana, el panorama cambió con el arribo del presidente Trump. De este vociferante yanqui, siempre se ha rumorado sobre sus afinidades con Putin. Los recientes hechos lo acreditan: Donald Trump habló telefónicamente con el presidente ruso, Putin, y dijo que las negociaciones para acabar el conflicto Rusia-Ucrania comenzaban “inmediatamente”.

Al día siguiente, la BBC publicó que Putin había logrado gran avance al negociar directamente con Estados Unidos. Para remate, el nuevo secretario de Defensa de EE. UU., Pete Hegseth, expuso en términos muy claros la postura de su país: “No habrá tropas estadounidenses en Ucrania y no hay posibilidad realista de volver a las fronteras anteriores a 2014.

Tampoco hay posibilidades de que Ucrania se una a la OTAN”. Con lo anterior, los intereses de Moscú quedaron satisfechos. Ahora faltarían los reclamos norteamericanos, que son, en pocas palabras, el cobro de los miles de millones de dólares que los expresidentes Obama y Biden otorgaron a Zelenski.

Al respecto, Trump, mafioso y ávido negociante, se fijó en los minerales valiosos ucranianos. Así lo publicó el famoso diario hispano El País el 26 de febrero de este año: “Trump acuerda con Zelenski la explotación de los minerales de Ucrania sin compromisos concretos de defensa a cambio… El pacto entre ambos indica que Kiev aportará el 50% de los futuros ingresos en la extracción de los recursos naturales de propiedad estatal”.

Entonces, el mandatario ucraniano, sin más salida, cedió y se dispuso a finiquitar el malhadado convenio, para lo cual concurrió a la capital estadounidense, suspirando por alcanzar alguna medida salvadora de lo que resta de su nación.

El presidente de Ucrania acudió con el objetivo de firmar el acuerdo draconiano por el cual Kiev entregaría a corporaciones estadunidenses la mitad de todos los ingresos obtenidos de la futura monetización de todos los activos de recursos naturales relevantes propiedad del gobierno ucranio, en pago por la asistencia militar y económica prestada por Estados Unidos desde la invasión rusa a su vecino.

Sin embargo, la reunión televisada con su homólogo Donald Trump y el vicepresidente JD Vance se salió de todo cauce cuando este lo acusó de faltar al respeto a sus anfitriones al tratar de litigar sus diferencias frente a los medios estadounidenses. Cuando Zelenski intentó responder, fue interrumpido a gritos por Trump, quien le reprochó jugar con las vidas de millones de personas, propiciar la Tercera Guerra Mundial y ser irrespetuoso con un país que le ha respaldado mucho más de lo que mucha gente dice que debería haber hecho.

El mandatario ucraniano se retiró de Washington sin firmar el mencionado acuerdo, sin obtener las garantías a la seguridad de Ucrania que buscaba incluir en el mismo, así como con una ruptura que parece ya irreversible con la persona de quien dependen la mayor parte del armamento, la inteligencia, la logística, el paraguas nuclear y el dinero que requiere para seguir combatiendo a las tropas rusas. (La Jornada, 1-III-2025).

Frases durísimas, recriminatorias y desabridas se cruzaron: “Debería agradecerle al presidente por intentar poner fin a este conflicto”, expresó el vicepresidente Vance a Zelenski, en relación con la paz que busca imponer Trump, con o sin aprobación ucraniana. Agregó -Vance- que Estados Unidos es un buen país porque busca que la diplomacia sustituya la guerra.

Luego el mandatario estadounidense se lo restregó a su presunto aliado: “Tienen que estar más agradecidos porque déjenme decirles que no tienen las cartas. Con nosotros, tienen las cartas, pero sin nosotros, no tienen ninguna carta”. Y como Zelenski titubeó que a futuro Estados Unidos resentiría los efectos del conflicto, el irreverente Trump le atizó: “No nos digan lo que vamos a sentir. Te he dado poder, para que seas un tipo duro, y no creo que lo serías sin Estados Unidos”.

Es “inocultable que el trato dispensado por Trump y Vance a Zelenski es vergonzoso para la Casa Blanca y para el conjunto de la institucionalidad estadounidense; constituye una violación flagrante de las normas diplomáticas y sienta un precedente nefasto que mermará la confianza de la comunidad internacional en Washington y, así, rebajará la hegemonía que el magnate se dice decidido a restaurar.

La amenaza proferida a voz en cuello por Trump, acerca de retirar cualquier apoyo a Ucrania si su par no agacha la cabeza y firma el acuerdo en los términos fijados por la administración republicana, es ya un parteaguas en el nivel de violencia alcanzado por el grupo neofascista que controla las tres ramas del gobierno estadounidense”.

La humanidad debe ponderar seriamente esta actuación del atrabiliario mandatario de Estados Unidos. Pero México debe tenerla aún más presente, porque nuestra difícil relación con el Tío Sam a través del tiempo, así nos lo acredita.

A partir del primer embajador, Joel R. Poinsett, muy intervencionista e impulsor del lema “América para los americanos”, comenzó nuestro espinoso andar; luego vino el despojo de Texas (1836) y enseguida la oprobiosa e injusta guerra de 1846-47, cuando nos arrebataron más de la mitad de nuestro territorio. Todavía sobrevino la abusiva invasión de 1914 en Veracruz, junto a la inicua persecución de Villa en 1916. Por ello, ahora nuestro gobierno debe actuar con mucha inteligencia, tacto y patriotismo.

En todo momento, se debe proceder con suma reserva, porque la potencia norteña no tiene amigos, solo socios, y a estos los desecha cuando le conviene, invariablemente alejados de nobleza y fraternidad. También se debe razonar que alrededor de cuarenta millones de compatriotas viven en el país de las barras y las estrellas, y hay que defenderlos dentro de lo posible.

En fin, más vale estar siempre preparados, y no despertar como el menospreciado presidente ucraniano, o padecer al estilo del vapuleado primer ministro canadiense, a quien también afrentó el abusivo ocupante de la Casa Blanca. Por ello, el drama Trump frente a Ucrania, debe considerarse advertencia y lección ejemplar para todo el mundo, pero particularmente para los mexicanos.

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