JALISCO
Las dos caras del nepotismo
Opinión, por Iván Arrazola //
Como una paradoja del destino, para Claudia Sheinbaum ha resultado más fácil contener los impulsos de Donald Trump que los de sus propios aliados políticos en el Congreso. Esto quedó en evidencia durante la discusión de la iniciativa de ley destinada a combatir el nepotismo, en la que el Partido Verde logró modificar la propuesta original para retrasar su entrada en vigor hasta el año 2030, en lugar del 2027, como había propuesto la presidenta en su iniciativa.
La propuesta presidencial establece que ningún familiar pueda suceder directamente en el cargo a otro en puestos de elección popular, una medida que busca poner freno a una práctica arraigada en la política mexicana. El nepotismo, entendido como el uso del poder público para favorecer a familiares o allegados sin que medien méritos o capacidades comprobables, ha sido una de las principales fuentes de corrupción y desigualdad dentro de las estructuras gubernamentales.
El hecho de que la iniciativa haya sido modificada por sus propios aliados evidencia las tensiones internas dentro del oficialismo, así como la resistencia que aún persiste para limitar este tipo de prácticas, que han sido históricamente instrumentos de control político y patrimonialismo en el país. La dilación en la entrada en vigor de la reforma sugiere que, más allá del discurso, las élites políticas buscan preservar ciertos privilegios, lo que plantea interrogantes sobre el verdadero alcance de las políticas de transformación promovidas desde el Ejecutivo.
Una cara del nepotismo es la de una práctica política con profundas raíces históricas y consecuencias estructurales. No es un debate reciente; ya en tiempos de Maquiavelo, una de las características fundamentales de las repúblicas era que el poder político pertenecía al ámbito público y no a una persona o familia en particular. En este modelo, la circulación de las élites gobernantes era un principio esencial para evitar la concentración del poder y garantizar la estabilidad del sistema.
Sin embargo, en muchos regímenes, el nepotismo ha sido utilizado como un mecanismo de control y reproducción del poder, convirtiendo los cargos públicos en un patrimonio familiar o de grupo. Lejos de responder a criterios de mérito, las designaciones se rigen por lazos de sangre o lealtades personales, lo que compromete seriamente la transparencia y la rendición de cuentas.
Además de su impacto en la calidad institucional, el nepotismo tiene efectos devastadores en la eficiencia gubernamental. La contratación de personas sin las competencias adecuadas para desempeñar funciones clave conduce inevitablemente a una gestión deficiente e ineficaz.
La otra cara del nepotismo es la que la presidenta intenta controlar, aunque de manera parcial e incompleta. A pesar de su discurso contra esta práctica, su política de alianzas ha llevado al oficialismo a realizar acuerdos cuestionables, sacrificando principios en favor de alcanzar el poder al costo que sea.
Un ejemplo claro es la alianza con el Partido Verde, una fuerza política ampliamente asociada con prácticas clientelares y corrupción, pero cuyo respaldo ha resultado indispensable para la viabilidad del gobierno. Esta relación ha llevado a tolerar y legitimar dinámicas que, en teoría, el oficialismo busca erradicar.
En realidad, la controversia entre Claudia Sheinbaum y el Legislativo no es solo un debate sobre principios democráticos, sino una disputa por el poder. Por un lado, la presidenta busca afianzar su control sobre su partido y sus aliados, evitando que sean ellos quienes terminen imponiéndole condiciones.
En este contexto, la eliminación de la reelección y el nepotismo en cargos de elección popular no solo responde a una lógica de transparencia y equidad, sino que también le permitiría concentrar el poder en la designación de candidaturas, evitando la consolidación de grupos políticos autónomos dentro de su propio movimiento
Por otro lado, están los aliados y militantes que, tras haber prestado favores al gobierno, consideran que ha llegado el momento de rebelarse cuando sus intereses políticos se ven amenazados. No están dispuestos a ceder ante las imposiciones presidenciales y han decidido defender sus propias parcelas de poder.
Entre ellos se encuentran caciques locales, líderes sindicales y dirigentes partidistas, todos con el objetivo de colocar a familiares y allegados en posiciones clave. Esta dinámica no es casual, sino una manifestación de los excesos del pragmatismo en los que se ha sumido Morena, un partido que ha demostrado estar dispuesto a alianzas contradictorias con tal de mantener y expandir su influencia.
La principal afectada por esta controversia será la presidenta Claudia Sheinbaum, a quien le han dejado claro que su poder tiene límites y que cualquier intento por afectar los intereses de sus aliados será firmemente rechazado.
Además, su visión sobre el nepotismo resulta sumamente parcial. No se trata solo de restringir su presencia en los cargos de elección popular, sino de reconocer que esta práctica está profundamente arraigada en el gobierno y en múltiples esferas del poder.
