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MUNDO

Ausencias sensibles, el mundo sin Francisco

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Opinión, por Pedro Vargas Ávalos //

(Desde Ciudad del Vaticano). Era el Domingo de Resurrección y el Papa Francisco, quien había salido de un padecimiento de neumonía, contra los pronósticos médicos, laboró. Dos eventos destacaron: recibir al vicepresidente de Estados Unidos, J.D. Vance, reiterando su actitud generosa al atenderlo por la noche, sorpresivamente, y bendecir a la ciudad y al mundo (urbi et orbi) con lo que demostró su amor a la humanidad entera.

Esos actos trascendentes fueron el testamento del Papa de los pobres, de los débiles y de los pecadores por entero, donde corren parejos migrantes, magnates, víctimas de las injusticias y gobernantes soberbios o indolentes.

El gran líder espiritual conmovió al orbe en vida, con su incesante lucha por las causas nobles. Con su lamentable marcha acaecida la mañana del lunes 21, cimbró a todos los pueblos, que condolidos, mostraron su tristeza.

El sepelio del sucesor de Pedro, el pescador de almas, fue elocuente prueba de la admiración que supo ganar en su pontificado de poco más de 12 años: jefes de Estado, primeros ministros, jerarquías de toda orden, manifestaron su reconocimiento como máximo vocero de los derechos humanos.

El hecho anterior también deja bien claro, que la ausencia del universal Francisco, deja a la tierra en lamentable orfandad de liderazgo espiritual, tan necesario en estos tiempos de materialismo, hedonismo y decadencia moral.

Las juventudes lo extrañarán, pues, fue su mentor, poeta, heraldo; sustituirlo será labor de romanos.

¿Y quién exhortará a las potencias para que impere la paz universal? Porque sin su presencia, el apocalipsis de la guerra se agiganta.

En sus honras fúnebres, hubo esfuerzos por conjurar la contienda de Ucrania; el hecho nos proyecta al desaparecido Pontífice como trasunto del legendario Cid Campeador, quien lograba triunfos después de fallecido.

Ahora añoraremos al Papa peregrino, el que visitó como evangelista visionario todos los rumbos del planeta.

Innovador de la Iglesia Católica, revolucionó hasta su sepelio: sin féretro impactante y con inhumación como él, sencilla y austera, severa del magnífico Vaticano, imitó la sobriedad de los apóstoles y se le inhumó en la basílica de Santa María La Mayor, correspondiente de la mexicanísima santa María de Guadalupe, que él tanto veneró.

Humilde, por elección fue toda su vida; quien le suceda como Vicario de Cristo, debe retomar esa bandera, que implica actuar como patriarca, ser misionero y orientar como maestro. En tal papel, pidió perdón por sus equívocos y por los gobiernos que, a título de evangelizar, conquistaron, asesinando y colonizaron con atropellos y despojos.

Ahora habrá un Cónclave, donde 133 cardenales votarán para nominar al sucesor de Francisco, el argentino más célebre y el latinoamericano más universal. Este Colegio Cardenalicio lo integran 70 nacionalidades. Son la continuación de la cumbre internacional que fueron las exequias del ilustre Jorge Mario Bergoglio, quien siendo jesuita adoptó el nombre del pobrecillo de Asís: Francisco.

La humanidad confía en que pronto surja quien enarbole la cruz y el estandarte, símbolos potentes de amor y paz, tan indispensables para nuestro atribulado globo.

Roma, 24/IV/2025

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