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México en la encrucijada: Innovación como ruta al poderío económico

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Actualidad, por Alberto Gómez R. //

El pronóstico de la OCDE para 2025 golpea como un cubetazo de agua fría: apenas un 0.4% de crecimiento. Cifras abstractas que esconden rostros concretos: el empresario que pospone inversiones, la ingeniera que busca oportunidades en el extranjero, la startup que lucha por financiamiento.

Pero en este paisaje complejo, brotan historias esperanzadoras: desde Querétaro, donde jóvenes diseñan prótesis robóticas con impresión 3D, hasta Yucatán, donde campesinos optimizan cosechas con sensores IoT (Internet of Things). México respira contradicciones. Su futuro dependerá de una apuesta audaz: convertir la innovación en el corazón palpitante de su economía.

LA PARADOJA MEXICANA: DEBILIDADES QUE ESCONDEN POTENCIAL

La dependencia comercial con Estados Unidos es un arma de doble filo. Cuando el vecino del norte estornuda, México se resfría. Los aranceles amenazantes sobre autopartes y acero mantienen en vilo a industrias enteras. A esto se suman viejos fantasmas: carreteras que se desvanecen al sur del país, un sistema fiscal que sangra con déficits del 4.9% del PIB que, aunque trata de corregirse, aún falta mucho por hacer.

Pero justo cuando el panorama parece desolador, asoma la resiliencia mexicana. Hay un pulso vital en el consumo interno que no se apaga. Mercados locales reinventándose, pymes que digitalizan sus ventas contra viento y marea. Y esa fuerza joven, vibrante, que llena universidades y talleres: más del 60% de la población tiene menos de 35 años, son manos y mentes ávidas de transformar realidades.

El nearshoring no es solo una palabra de moda. Son camiones cargados de componentes electrónicos rumbo a Nuevo León, inversiones coreanas en Sonora, clusters automotrices que tejen redes inteligentes. México está en el mapa global como nunca. ¿Podrá convertir esta oportunidad en destino?

EDUCACIÓN: EL CAMPO DE BATALLA SILENCIADO

En el corazón de esta encrucijada hay una tragedia silenciosa. Mientras el gobierno anuncia el «Plan México» para ser potencia económica, recorta el presupuesto educativo al nivel más bajo en dos décadas. Las cifras duelen: 3.2% del PIB destinado a educación -cuando debería ser el doble- por debajo de la recomendación internacional de destinar al menos entre el 4% y 6% (BID 2022). Los resultados saltan a la vista en las pruebas PISA: jóvenes mexicanos quedan rezagados en ciencia, matemáticas, pensamiento crítico.

Pero el verdadero drama ocurre tras los muros universitarios. En una universidad tecnológica del centro del país, los laboratorios parecen cápsulas del tiempo: equipos obsoletos, software de hace diez años. El rector, un político con más lealtades partidistas que visión pedagógica, desvía recursos a proyectos cosméticos. Mientras tanto, profesores brillantes abandonan las aulas frustrados.

«Necesitamos directores que huelan el futuro, no calculadores de votos», comenta la Dra. Laura Méndez, experta en innovación educativa. Recuerda el caso de una universidad en Jalisco que rompió el molde: nombró rectora a una ingeniera con experiencia en Silicon Valley. En dos años transformaron los planes de estudio, crearon laboratorios de realidad virtual, y hoy el 90% de sus egresados trabaja en empresas de alta tecnología.

La receta no es secreta: Rectores con historial en innovación, no en campañas políticas, aulas donde se desarmen drones antes que memorizar teorías, estudiantes resolviendo problemas reales de comunidades.

LA TRÍADA TRANSFORMADORA: ACADEMIA, INDUSTRIA Y GOBIERNO

En Monterrey late un ejemplo esperanzador. La alianza entre el Tec de Monterrey, FEMSA y el gobierno estatal creó el distritotec: un ecosistema donde investigadores, emprendedores y empresas conviven en simbiosis. Allí nació una startup que desarrolla bioplásticos con residuos agrícolas. «Sin esa colaboración, nuestro proyecto sería solo un PowerPoint», confiesa su fundadora, Ana Karen Ramírez.

Pero estas historias son escasas islas en un mar de desconexión. Muchas universidades siguen produciendo profesionales para empleos que ya no existen o dejarán de existir en los próximos 5 años. Las empresas reclaman talento que no encuentran. El gobierno lanza programas burocráticos que nadie utiliza.

El modelo está roto. Urge tejer redes reales:

Academia formando en habilidades del siglo XXI: pensamiento crítico, inteligencia emocional, resolución de problemas complejos.

Industria invirtiendo en I+D como apuesta estratégica, no como gasto.

Gobierno facilitando, no entorpeciendo; con políticas claras y estabilidad jurídica.

La historia de éxito de Medtech en Guadalajara lo demuestra: cuando hospitales, universidades y fabricantes de dispositivos médicos alinearon sus esfuerzos, crearon un cluster que hoy exporta tecnología sanitaria a 15 países.

En Oaxaca, comunidades mixtecas instalaron microredes solares que hoy les dan energía limpia y soberanía energética. «Antes pagábamos la luz más cara de México, hoy vendemos excedentes», explica doña Rufina, líder comunitaria. Proyectos así podrían replicarse nacionalmente si existieran políticas agresivas de transición energética.

El campo mexicano es otra frontera inexplorada. En Sinaloa, sensores IoT monitorean cultivos en tiempo real. «Recibo alertas en el celular cuando las plantas tienen sed o enfermedad», cuenta don Ramón mientras muestra su aplicación. Tecnología simple que quintuplicó su productividad.

Y están los 30 millones de mexicanos aún desconectados. Llevarles internet significaría incorporar su creatividad al ecosistema innovador. Como prueba, existen diversos proyectos de innovación en Chiapas y otros estados del Sur de México, por ejemplo, niñas indígenas desarrollando apps para preservar sus lenguas originarias.

EL CAMINO HACIA LA GRANDEZA

México no necesita milagros. Necesita voluntad política y coherencia. Frente a esto, hay decisiones urgentes:

Rescatar la educación técnica: Que las universidades tecnológicas sean dirigidas por pedagogos, no por operadores políticos

Financiamiento inteligente: Premiar a empresas que inviertan en innovación real con beneficios fiscales sustanciales

Estabilidad jurídica: Garantizar reglas claras más allá de los ciclos electorales

LA SEMILLA YA ESTÁ PLANTADA

En un laboratorio de la UNAM, un equipo multidisciplinario desarrolla nano robots que administran medicamentos en células cancerígenas. En un garaje de Tijuana, tres amigos construyen vehículos eléctricos para transporte urbano. En un ejido de Michoacán, jóvenes agro tecnólogos crean biofertilizantes que regeneran suelos.

Estas semillas de futuro ya germinan en suelo mexicano. Regarlas exige romper inercias: dejar de ver la educación como botín político, la innovación como gasto suntuario, el conocimiento como mercancía exportable.

El 2025 puede ser el parteaguas. El año en que México decidió dejar de mirarse en el espejo de sus limitaciones para proyectarse en el lienzo de sus potencialidades. Como escribió Octavio Paz: «La crítica de la pirámide no derriba la pirámide; pero puede impedir que sigamos siendo sus prisioneros». La pirámide del subdesarrollo se desmorona con libros, microchips y sobre todo, con la audacia de reinventarse.

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