ENTREVISTAS
Drenaje profundo no es solución: Guadalajara está asentada en una «bomba de tiempo», Arturo Gleason
-Por Mario Ávila Campos
A causa de muchas omisiones en la supervisión y en el mantenimiento a la infraestructura hidráulica de la ciudad, de lo viejo de los colectores y de la cada vez mayor cantidad de agua que en tiempos de lluvia saturan los drenajes, Guadalajara podría estar asentada en una ‘bomba de tiempo’, según alertó el doctor en Urbanismo, José Arturo Gleason Espíndola.
A través de un plano en donde se abarcan más de 35 mil hectáreas de la mancha urbana, el académico realizó un estudio juicioso, en el que se plantean al menos 20 puntos con riesgo potencial de hundimientos y del surgimiento de socavones en el temporal de lluvias, tan o más peligrosos que los que ya han ocurrido en días pasados en la avenida Malecón, en la colonia El Bethel, en el límite entre Guadalajara y Tonalá y en la colonia La Duraznera, en el municipio de Tlaquepaque.
Planteó al mismo tiempo la necesidad de delinear prioridades, definir obras y acciones, así como gestionar recursos presupuestales para empezar a atender el problema que lleva más de 30 años de retraso, “porque si para nosotros no es una prioridad atender el rezago hidráulico, la situación crítica nos va a cobrar factura posteriormente y eso implicará una grave irresponsabilidad de la clase gobernante”, estableció el investigador de la UdeG.
UN RIESGO INMINENTE Y OLVIDADO
Gleason presentó un plano detallado que mapea zonas vulnerables, destacando colectores antiguos como el de San Juan de Dios, construido en 1902 (123 años), que abarca 1,280 metros entre Calzada Independencia y Parque Morelos.
Otros puntos críticos incluyen la Avenida López Mateos (1971-1977), el colector Oriente (Parque San Rafael a Oblatos), Lázaro Cárdenas y Avenida Patria, todos con más de 50 años de antigüedad. Estos sistemas, diseñados para cargas menores, colapsan bajo la presión de lluvias intensas, como los 180 mm/hora registrados en años pasados, superando con creces los 80-100 mm/hora que deberían soportar.
“No son lluvias atípicas; es falta de estudios y cálculos”, criticó Gleason, desmontando la excusa oficial y exigiendo evidencia científica.
LA FALTA DE MANTENIMIENTO AGRAVA EL PROBLEMA
Con más de 500 kilómetros de colectores obsoletos, la ciudad carece de un plan integral. Gleason lamentó que no exista en la agenda pública la rehabilitación de estas redes, proponiendo un análisis riguroso para priorizar intervenciones.
La cuenca del Osorio, por ejemplo, abarca más de 3,000 hectáreas impermeabilizadas, acumulando agua que debería infiltrarse. En el caso del socavón de El Bethel, sugirió un peritaje para evaluar si modificaciones en el Parque Luis Quintanar alteraron los escurrimientos, acelerando el colapso.
“Es como retener agua y luego liberarla con fuerza; podría haber contribuido”, especuló, destacando la necesidad de estudios detallados.
MÁS ALLÁ DEL DRENAJE PROFUNDO: UNA SOLUCIÓN SUSTENTABLE
Gleason se pronunció contra el drenaje profundo, aprobado recientemente por el Congreso estatal con una inversión estimada de 30 mil millones de pesos, como la solución mágica propuesta por el diputado César Madrigal, el gobernador Pablo Lemus y el Colegio de Ingenieros.
“No hay estudios que sustenten esa cifra ni garantías de éxito”, afirmó, recordando que él mismo lo consideró viable en el pasado, pero ahora prioriza la sustentabilidad.
Su alternativa es un Plan de Gestión Sustentable de Aguas, enfocado en retener agua en edificios, parques y techos verdes, reverdeciendo la ciudad para reducir el volumen que llega a los colectores.
Según parámetros internacionales, el 60% de la lluvia en áreas urbanas totalmente impermeabilizadas (90-100%) se drena, pero Gleason estima que hasta un 30-40% podría retenerse con trincheras filtrantes, pozos de absorción y sistemas de infiltración. “Guadalajara debe volver a ser una esponja”, propuso, sugiriendo que el excedente se canalice a corredores verdes o ríos restaurados a cielo abierto, dejando un drenaje profundo de menor capacidad como última opción.
Criticó obras como el Parque San Rafael y el Dean, que cubren solo 2,400 hectáreas desde el Cerro del Cuatro a la Zona Industrial, insuficientes para una cuenca tan amplia. “Es como meter una cubeta en un vaso; el agua se derrama”, ilustró, recordando que propuso captaciones progresivas al exgobernador Enrique Alfaro, sin éxito.
UN LLAMADO A LA CIENCIA Y LA RESPONSABILIDAD
Gleason urgió dejar de construir por construir y formar un equipo con científicos para resolver el rezago hidráulico. “Si no es prioridad, la factura será grave e irresponsable”, advirtió, señalando que los más de tres meses restantes del temporal de 2025 podrían agravar los 20 puntos de riesgo.
Propuso medir lluvias, escurrimientos e infiltración con equipos de alta precisión, descartando soluciones aisladas como tanques o vasos reguladores. La restauración parcial de ríos y la recaptación son innovaciones que, combinadas con un enfoque integral, podrían mitigar el peligro.
DESACTIVAR LA BOMBA
Guadalajara enfrenta una crisis hidráulica que amenaza vidas y patrimonio, agravada por la falta de mantenimiento y planificación. El diagnóstico de Gleason, respaldado por datos y experiencia, exige un cambio de paradigma: de obras reactivas a una gestión sustentable. El Drenaje Profundo, aunque apoyado políticamente, no basta sin un plan previo. La clase gobernante debe actuar con ciencia y urgencia para desactivar esta ‘bomba de tiempo’, antes de que los socavones y las inundaciones cobren un costo irreparable.

