JALISCO
Entre fosas y la indolencia en Jalisco
-Luchas Sociales, por Mónica Ortiz
Es increíble lo normalizada que está en México y, particularmente, en Jalisco, la crisis humanitaria de la desaparición de personas. La posibilidad de que una familia sufra este terrible episodio es cada vez mayor. El terror que el crimen organizado busca infligir a la sociedad para mitificarse y causar pánico en la población va más allá de lo impensable.
No obstante la inmensa cantidad de personas desaparecidas actualmente, la crisis también contempla el papel de las autoridades, que minimizan esta problemática para evitar que la percepción ciudadana les afecte políticamente. Hoy tenemos colectivos de búsqueda de personas desaparecidas que realizan la labor de presión y de búsqueda que las autoridades deberían hacer.
El hallazgo en la colonia Las Agujas, en el municipio de Zapopan, es para visibilizar, pero la sociedad ya no se extraña de la noticia. Se ha vuelto un tema tan recurrente que hay más indignación por los escándalos del SIAPA que por una de las cinco fosas más grandes en Jalisco; la magnitud es lamentable.
Esta fosa clandestina, con más de 200 bolsas de restos humanos, fue descubierta a un costado de un centro universitario debido a los trabajos de una constructora para fraccionar. Contiene restos humanos que datan de 2022 a 2024, y su hallazgo se logró y hoy cuenta con la colaboración de colectivos locales, la Comisión de Búsqueda Nacional y las autoridades locales. Estas últimas, evidentemente, aparecen después de que los colectivos realizan su labor. Cabe resaltar que incluso los noticieros reportan estos sucesos de manera normalizada.
La lamentable crisis de la desaparición de personas, aunque multifactorial, en su gran mayoría es consecuencia directa de la delincuencia organizada. Una fosa clandestina es, evidentemente, el crudo resultado del sacrificio humano que los cárteles locales realizan para ostentar su poder, tanto internamente en sus estructuras como hacia el exterior. Sin embargo, en este 2025 y siendo conscientes de la violencia que azota a nuestro país y de la arraigada cultura del narcotráfico, como sociedad, nos encontramos sumergidos en la normalización de la violencia extrema.
No contamos con las herramientas políticas o gubernamentales necesarias para garantizar la vida de las personas y evitar que nuestra entidad esté cercada por fosas llenas de restos humanos y familias sumidas en el inmenso dolor de la búsqueda de sus seres queridos. Lo que es innegable es la indolencia de las autoridades y de la misma sociedad ante esta cruda realidad.
Hagamos memoria. Que la indignación dure hasta el tiempo electoral. Que los escándalos de la clase política no generen más polémica que los hallazgos de restos humanos, hoy mal llamados «inhumación clandestina». Ante la crueldad de la desaparición de personas, que son hechas pedazos y colocadas en bolsas, el término «inhumación» tiene un concepto distinto. Hasta los nombres de estas situaciones los hemos llevado a la normalización de la violencia cruda.
Casos como el de los desaparecidos en Lagos de Moreno en agosto de 2023 —Roberto Olmeda, Diego Lara, Uriel Galván, Jaime Martínez y Dante Cedillo— y la desaparición de un grupo de ocho trabajadores de dos call centers en Zapopan, Jalisco, también en 2023, encontrados en el fondo de una barranca en bolsas negras, son ejemplos que deben recordarse al encontrar una fosa de restos humanos como la de Las Agujas. No es normal que esto suceda, ni antes ni ahora, en un estado tan emblemático como lo es Jalisco, referente histórico de México para el mundo.
Sin duda, es una responsabilidad compartida. La sociedad normaliza la narco-cultura en el país, ignora la violencia en la que nos desarrollamos como comunidad y cierra los ojos, bajo la creencia de que estas terribles y crueles situaciones no le competen porque no son parte de una vida que se desenvuelva en ámbitos criminales. Sin embargo, acepta los narcocorridos, idolatra a quienes conoce y se relaciona con personas que pertenecen al crimen organizado, y guarda silencio ante la violencia generalizada a la que actualmente nos enfrentamos.
El papel de la sociedad, de los gobiernos en turno y de la política es combatir el crimen organizado desde la trinchera que ocupemos. Y como sociedad, me refiero también a los medios de comunicación.
No es posible que vivamos una vida que no merecemos y hagamos oídos sordos al grave problema de las desapariciones. Se aplaude la misión de los colectivos de búsqueda y su gran entereza ante esto, pero la realidad es que no deberían existir ni vivir en medio del dolor de la búsqueda de un ser querido.
