NACIONALES
Historia que se repite: De Iturbide a la oposición actual…traidores y vendepatrias
-Opinión, por Pedro Vargas Ávalos
A través de la historia nacional, se ha visto como aparecieron personas que, siendo mexicanos, conspiraron o actuaron en contra de la patria. Ejemplos existen muchos, y para darnos una idea de algunos, a partir de la independencia nacional, podemos mencionar a Lorenzo de Zavala, Antonio López de Santa Anna, José Manuel Hidalgo y compañeros que invitaron a Maximiliano para reinar en el paí.
También tenemos a Victoriano Huerta y sus cómplices, los firmantes del Tratado de Bucareli, los simpatizantes del nazismo y modernamente, muchos miembros de las oposiciones -estilo Alito Moreno, Marko Cortés o Lily Téllez- que por sus dichos y hechos desean que a México le vaya mal, con el fin de buscar recuperar el poder que perdieron en los recientes años.
Ahora bien, existe jurídicamente, de acuerdo con el Código Penal Federal, la figura delictiva “Traición a la Patria”. Los artículos del 123 al 126 previenen lo relativo a tal ilícito, el cual literariamente suele ser nombrado crimen de lesa nación. En apretada síntesis, se puede considerar como traidores a la patria a las personas que lleven a cabo actos agraviantes de la independencia, la soberanía o la integridad de la República mexicana, y que sustancialmente busquen someterla a persona, grupo o algún Gobierno extranjero.
De igual manera, lo son quienes tomen parte en hechos de hostilidad en contra de la nación, ya sea por medio de operaciones bélicas a las órdenes de un Estado extranjero o cuando se coopere con dicho Estado de tal forma que pueda afectar a México, o también el que prive ilegalmente de su libertad a una persona dentro del territorio nacional o la traslade fuera de el para entregarla a las autoridades de otro país.
El articulado aludido, precisa que también son traidores a la patria quienes formen parte de grupos armados dirigidos o asesorados por extranjeros, organizados dentro o fuera del país, si tienen por finalidad atentar contra la independencia de nuestro Estado, su soberanía, su libertad o su integridad territorial, incluso el invadir el territorio nacional, aun cuando no exista declaración de guerra; en tal calificación de traidores, se ubican quienes recluten gente para hacer la guerra a México, siempre que cuenten con ayuda o protección de un Gobierno foráneo.
Si hiciéramos un recorrido universal sobre traidores de renombre, viene a la mente el pastor Efialtes, que el año 480 A.C., traicionó a los 300 guerreros espartanos que guiados por Leónidas defendían Las Termópilas frente a los invasores persas.
El año de 450 AC, al emitirse en Roma la Ley de las XII tablas, se penó la traición con arrojar desde la Roca Tarpeya al traidor. Ya en España, el Fuero Juzgo de 684, -durante el dominio visigodo- condenaba a muerte al que traicionara su bandera, lo cual se perfeccionó como traición a la patria -con igual pena letal- cuando se legislaron Las Siete Partidas por el Rey Alfonso X el Sabio, entre los años 1256 y 1265.
Diversos compendios legislativos hispánicos -Fuero Real, de Castilla, la Recopilación de Leyes y la Nueva Recopilación, etc. – sancionaron de igual manera, incluyendo en tal forma los diversos códigos expedidos en los siglos XIX y XX a la traición patria.
En nuestra nación, se dice que los primeros traidores fueron los tlaxcaltecas, pues cuando Hernán Cortés invadió nuestro territorio, se aliaron a los españoles para vencer a los aztecas; en tal caso, caería la Malinche, ya que ella sirvió a los intereses hispanos para lograr la conquista de México.
Claro que aquí hay muchas valoraciones y reflexiones, por lo que hay defensores de unos y otros, asegurando que no fueron desleales a sus comunidades o etnias.
En el tiempo de la colonia, no ser fiel al rey de España era tomado como traición y la pena severísima: decapitación o descuartizar al reo y hasta trasladarla a la familia, si esta supo del suceso desleal y no lo denunció. Un caso ejemplar fue en 1566 cuando se descubrió la traición de Martín Cortés (hijo de Hernán y la Malinche) quien fue acusado de traición al rey y, por tanto, junto a otros cómplices, decapitado.
Un capítulo de traición interesante fue el protagonizado por Agustín de Iturbide, quien primero traicionó a España por poner al servicio de la Independencia de México, las fuerzas que había recibido del gobierno virreinal para combatir a los insurgentes.
Enseguida, conseguida la emancipación de México (1821) culminó su ambicioso plan de apoderarse (1822) de la corona imperial (concebida por el mismo) al independizar la antigua Nueva España, pero hubo de abdicar en marzo de 1823.
El Congreso General declaró traidores a los que lo reconocieran emperador y al mismo Iturbide, así lo trató para el caso de que, por haber sido exiliado del país, regresara. Habiéndolo hecho, fue fusilado 19 de julio de 1824 en Tamaulipas.
Traidor fue Antonio López de Santa Anna, quien sirvió al rey de España y lo traicionó uniéndose a Iturbide; luego desertó de las filas del fallido Agustín I, y se hizo republicano; enseguida abrazó el federalismo. Por su deslealtad a los intereses mexicanos, se perdió Texas en 1836; también defeccionó del federalismo y se hizo centralista.
En la guerra contra Estados Unidos, iniciada en 1846 y concluida con los infaustos tratados de Guadalupe Hidalgo en febrero 2 de 1848, fue el mayor responsable de la pérdida de más de la mitad del territorio nacional. Cuando se erigió dictador y se hizo llamar “Su Alteza Serenísima” (22 de abril de 1853) traicionó a la República. Fue este funesto personaje, el más traidor de los traidores.
Tras la guerra de Reforma (1857-1860) se propició acusar de traición a los que respaldaban al gobierno contrario del que simpatizaban (liberales o conservadores), siendo los principales líderes de cada partido, Benito Juárez de los primeros y Félix Zuloaga, sustituido por Miguel Miramón, de los reaccionarios. Sobrevino la Intervención Francesa, y ya sabemos que una comisión de conservadores fue a Europa y buscó acarrear monarca de esas tierras, logrando traer a Maximiliano de Augsburgo.
Entre los más destacados figuran José María Gutiérrez de Estrada, José Manuel Hidalgo, Francisco Javier Miranda, Joaquín Velázquez de León, Ignacio Aguilar y Marocho, Antonio Escandón, José María Landa, Ángel Iglesias, y Adrián Woll, quien fue gobernador de Jalisco. Decidido simpatizador de ellos, fue el hijo de D. José Ma. Morelos y Pavón, el tristemente célebre Juan Nepomuceno Almonte.
Durante el porfiriato se siguieron aplicando las duras leyes aprobadas en aquellos aciagos tiempos, (de 1862 a 1864) con las cuales el dictador eliminaba a sus adversarios. Y así se llegó a la Constitución de 1917, que en materia de traición a la patria habla de que por tal delito se puede acusar al presidente de la República.
El fuero de guerra subsiste y en él se establecen severas penas para los miembros de las fuerzas armadas, previendo el ilícito en sus artículos 203-205, siendo esencialmente parecidos los conceptos a los del Código Penal Federal, citados al inicio de este comentario.
Las leyes supremas de 1824 y 1857, también traían semejantes disposiciones. El actual código penal data de 1931 y se le han hecho muchas modificaciones; su antecedente con la categoría de código se remonta al año de 1871 siendo presidente de la república Benito Juárez.
Los mexicanos notables que hoy por hoy más se aproximan a la conducta de traidores a la patria o de vendepatrias, que para el caso son vocablos que se utilizan como sinónimos, son dentro del partido Acción Nacional, su exlíder Marko Cortés; su excandidato presidencial Ricardo Anaya y la veleidosa lenguaraz Lily Téllez, los tres por cierto con el cargo de senadores, desde luego de representación proporcional pues ninguno obtuvo mayoría de votos.
Por parte de los priistas, en los que quedan resabios recónditos de nacionalismo, destaca su dirigente Alejandro Moreno, bautizado como “Alito”, y de quien el fiscal de Campeche (entidad que gobernó Alito) ha pedido el desafuero por los delitos que se le imputan en esa Entidad. El asunto se toma por el inefable líder tricolor para declarar que es un perseguido político.
Ese argumento también fue utilizado por el señor Anaya, quien se pasó el sexenio anterior, por su voluntad, en Estados Unidos, y regresó a México para asumir el cargo de Senador, gracias a las listas que arman las cúpulas de partido para beneficiar a sus compinches. Por su lado, la señora Téllez, traicionó a Morena y al expresidente López Obrador, quien la impulsó para legisladora.
Siendo aún presidente panista, Marko Cortés pidió intervención de Estados Unidos (EU) para acabar con el narcotráfico. (El Imparcial 06 de noviembre 2024). Como no trascendió “Marquitito”, vino en su apoyo el exaspirante Ricardo Anaya, quien varias veces se manifestó a favor de que se calificara como terrorismo la actividad de los narcotraficantes, y así dar lugar a que EU puede enviar fuerzas militares a México, dizque para acabar con los nuevos terroristas.
Lilly Téllez, fijó su postura en el Pleno del Senado de la República donde pidió a los estadounidenses, ayuda para «sacar a estos narcoizquierdistas del poder, para volver a fundar a México». Son pues estos blanquiazules, devotos del trumpismo que padece la humanidad entera.
Alito Moreno, el criticadísimo priista ahora gracias a sus trapacerías apoderado sin límite del otrora poderoso PRI, viaja a EU y pide, grita y acusa al gobierno mexicano; se dice perseguido político y denuncia en la nación del Tío Sam la inseguridad en México y los nexos de políticos que sostiene hay del régimen de la 4T con el narco afirmando muy valentón que “Jamás nos echaremos para atrás”, aunque eso sí reprochó que la presidenta lo llamó “vendepatrias”.
Lo anterior porque en su conferencia mañanera del uno de este mes, expuso la mandataria, que los opositores, quienes todo lo que hace el gobierno lo impugnan, “tienen a un personaje como el presidente del PRI, de malísima fama, con escándalos de corrupción que acompañan su carrera política, yendo a Estados Unidos a denunciar falsedades” y luego agrega, además de que quieren que le vaya mal a México, por lo que son ‘vendepatrias’, y remacha enfática: “la verdad, no tiene otro nombre».
Ya sabemos que el prototipo de traidores -aunque no haya sido a la patria, pero sí de la humanidad- es sin duda Judas Iscariote, quien por treinta monedas entregó a Jesucristo. Pues ahora, estos políticos que por trampas y argucias llegan a los cargos populares, lo único que hacen, es recordar a ese infausto judío que, con un beso en la mejilla, entregó a su maestro.
Y si eso les molestara, entonces que se queden con el mal ejemplo de Iturbide, Santa Anna y Huerta, a los cuales tal parece que quieren imitar, puesto que se esfuerzan por aparecer como atroces vendepatrias.
