JALISCO
Construyendo capital político: Tlajomulco, la escenografía del poder
-Crónicas de Pacheco, por Daniel Emilio Pacheco
Por más que intenten disfrazarlo de ceremonia médica, lo ocurrido en el hospital de Tlajomulco no fue un simple corte de listón: fue un ensayo general de cómo la presidenta Claudia Sheinbaum y el gobernador Pablo Lemus pueden, o no, convivir en el mismo escenario político.
Desde temprano, la liturgia de la política mexicana desplegó sus símbolos -aunque los de ahora sean diferentes-. Los camiones comenzaron a llegar con la lentitud de un desfile organizado: bajaban niños, mujeres, ancianos con mochilas, bolsas y sombreros.
Caras cansadas, resignadas, y ese gesto que mezcla curiosidad y obligación. Afuera, los vecinos se asomaban para ver pasar a la procesión de acarreados, como si observaran una obra de teatro que se repite sexenio tras sexenio.
El hospital, blanco, limpio, recién pintado, se presentaba como la “primera etapa del Hospital Regional de Alta Especialidad del ISSSTE”, una inversión federal que promete beneficiar a siete estados. Pero el verdadero guion era otro: el encuentro político. Sheinbaum, líder morenista, y Lemus, gobernador de Movimiento Ciudadano, compartiendo templete, reflectores y discursos.
Lemus habló primero. “Este estado te respeta, te admira y va a seguir trabajando contigo…”, comenzó, con una sonrisa que no alcanzaba a tapar la tensión. Apenas terminó la frase, se desató el coro de “¡Fuera Lemus! ¡Fuera Lemus! ¡Fuera Lemus!”. La presidenta, rápida, cortó en seco: “Temas políticos, ahorita no”.
Fue más que un llamado al orden; fue un acto calculado de defensa pública hacia un opositor, un gesto que no pasó desapercibido, porque esa escena ya la vivimos con su antecesor muchas veces: defender al líder de oposición mostrándose magnánimo; la presidenta lo aprendió y ejecutó bien.
El evento, a diferencia de visitas anteriores, fue abierto al público. Se esperaban dos mil asistentes; llegaron cerca de cuatro mil. La explanada estaba ocupada por médicos, brigadistas del programa “Salud Casa por Casa”, funcionarios municipales y estatales, y sobre todo por un mar de camisetas guindas. En las primeras filas, alcaldes y diputados morenistas se apretaban para entrar en cuadro con la presidenta.
En medio del protocolo, Sheinbaum escuchó una retahíla de peticiones que convirtió la inauguración en una ventanilla única.
Laura Imelda Pérez (Tlaquepaque) pidió un hospital de alta especialidad y un cablebús de 5 mil millones de pesos.
Sergio Chávez (Tonalá) exigió concluir la Línea 3 del Tren Ligero y recursos para equipar el nuevo hospitalito municipal.
Gerardo Quirino Velázquez (Tlajomulco) entregó el Plan de Recuperación de 10 mil viviendas abandonadas.
Alejandro Aguirre (Chapala) solicitó frenar el acueducto Solís-León por riesgo al lago de Chapala.
Héctor Raúl Pérez Gómez (Secretario de Salud) pidió garantizar el abasto de medicamentos oncológicos.
Todos buscaban la misma foto: la de la presidenta escuchando y asintiendo.
Mientras tanto, Lemus jugaba su propia partida. Llegó con una carpeta bajo el brazo: 15 asuntos pendientes para presentar a Sheinbaum. Entre ellos, dos prioridades que no figuran en el plan federal: la Línea 5 del Tren Ligero y el dique seco en Acatlán para desahogar el caos de la aduana de Manzanillo.
No improvisó. Ya había ensayado la conversación antes del evento. Aprovechó la comida —gorditas y aguas frescas servidas en el tercer piso del hospital— y, sobre todo, el trayecto casi sin comitiva hacia Acatlán. Viajaron apenas con un par de asistentes, lo que permitió un diálogo uno a uno, algo impensable en otras circunstancias.
El gran beneficiado del día fue el alcalde anfitrión, Gerardo Quirino Velázquez. Su plan de viviendas, que busca rescatar 10 mil casas abandonadas en Tlajomulco, recibió el respaldo público de Sheinbaum… y también de Lemus. Un raro momento de coincidencia entre presidenta y gobernador. Quirino aprovechó para posar con ambos y, de paso, con medio gabinete morenista.
La visita también sirvió para lo que pocas veces ocurre en Jalisco: reunir a todas las facciones de Morena en un mismo acto. Ahí estaban diputados federales como Merilyn Gómez Pozos, el senador Carlos Lomelí, alcaldes, regidores, operadores y líderes de base. Al menos por un día, todos parecían unidos, atrás de la reja de protección.
Pero la postal tenía grietas. Entre el público, cartulinas acusaban a Lemus y a otros emecistas de traicionar a la patria, vender el estado, privatizar servicios. Gritos y abucheos recordaban que, más allá del discurso de colaboración, hay un electorado que no olvida.
El acto dejó compromisos concretos: Lemus anunció 35 millones de pesos en vialidades para conectar el hospital, rutas alimentadoras desde la Línea 4 del Tren Ligero y apoyo para vivienda cercana para personal médico. Sheinbaum, por su parte, prometió respaldo a proyectos locales y destacó el modelo de salud de Jalisco, como gesto de apertura al diálogo.
También hubo gestos más sutiles. La defensa de Lemus frente a los abucheos marcó un punto de inflexión en la relación institucional. Y el hecho de que la presidenta recorriera la zona y atendiera peticiones in situ mostró una cercanía inusual, en contraste con anteriores visitas de guante blanco y agenda cerrada.
En Tlajomulco no solo se inauguró un hospital. Se midieron fuerzas, se tantearon alianzas, se enviaron mensajes cifrados. Para Sheinbaum, era la oportunidad de mostrarse como jefa de Estado capaz de tender puentes incluso con gobiernos opositores. Para Lemus, el momento de colocar en la agenda federal proyectos que Movimiento Ciudadano necesita vender como propios en la carrera política que viene.
Los otros alcaldes y funcionarios, conscientes de que no siempre tendrán a la presidenta en casa, aprovecharon para colar sus demandas. Algunos, con carpetas; otros, con discursos llenos de adjetivos. Todos, con la vista puesta en presupuestos y tiempos electorales.
EPÍLOGO: LA VUELTA A CASA
Cuando el acto terminó, los camiones se llenaron de nuevo. Afuera, el calor seguía, igual que las miradas curiosas de los vecinos. En el aire quedaba una sensación ambigua: por un lado, la narrativa oficial de colaboración y progreso; por el otro, los signos de desconfianza entre liderazgos morenistas que buscan la siguiente elección, las tensiones que ni las fotos conjuntas pueden borrar.
Tlajomulco fue el viernes la escenografía perfecta para el teatro del poder: un escenario donde se mezclaron aplausos, abucheos, promesas y cálculos. Donde se habló de salud, transporte, vivienda y medio ambiente, pero también —y, sobre todo— de política. Porque en este país, incluso cuando se inaugura un hospital, lo que se está construyendo es otra cosa: capital político.
En X @DEPACHECOS
